jueves, 24 de octubre de 2013

Chanito, picador de toros

Portada del 7 de diciembre de 1905 (obsérvese el lustre que luce el toro mexicano de la época, igualito que ahora)
 
  En esta ocasión vamos a dar unas breves pinceladas sobre uno de esos picadores heroicos previos a la instauración definitiva del peto en 1928, se trata de Manuel Fernández Santillana, conocido en el mundo taurómaco por Chanito. Manuel fue el menor de una familia de nueve hermanos nacidos en la calle Capitán nº 18 del Real Sitio de Aranjuez, el tercero de una saga de picadores con renombre y hermano de Antonio Fernández Santillana, el primer aviador de España, quien perdió la vida en un accidente de vuelo en diciembre de 1909 en Francia, cuando contaba con 43 años.
  El primero de los hermanos dedicado a la gallarda y, por aquel tiempo, sufrida profesión de picador de toros, y quizá el más conocido, fue José, motejado Pepe el Largo. Debutó en la Plaza de Toros de Madrid en el año 1988, y militó en la cuadrilla del señor Mazzantini y en la de Bonarillo. Hay más andanzas de Pepe el Largo relatadas brillantemente en este artículo de Festivales de España.
 
 
Vivienda de la familia Fernández Santillana en la villa arancetana. Foto actual tomada por un servidor
 
Cuadrilla del señor Mazzantini. Chanito destocado y Pepe el Largo con el castoreño calado, entre los peones (foto La razón incorpórea)
 
  Prosiguió la saga de los hermanos picadores Salustiano, anunciado en los carteles como Chano. Éste ejerció la profesión de varilarguero, tras algún escarceo como torero de a pie, en la cuadrilla de matadores de la talla de Mazzantini, Villita, Lagartijillo, Lagartijillo chico, Bombita, El Gallo, Belmonte, Armillita y Valenciano II, entre otros. Y según cuenta Cossío fue uno de los últimos, quizá el último picador que usó moña, añadido y coleta, y no ha abandonado jamás en la calle el llamado sombrero ancho, cordobés o sevillano. Sufrió duras caídas, con las consiguientes fracturas, y alguna cornada de importancia que, naturalmente, amenguaron sus facultades físicas. Falleció en Madrid el 28 de enero de 1945.
 
  Y llegamos a nuestro protagonista, Manuel, como todos sus congéneres nacido en la ciudad ribereña del río Tajo, el día 10 de mayo de 1878, quien según refiere José María de Cossío en su extraordinario tratado, llegó a la profesión por influencia de su hermano José Fernando, trabajando como monosabio en las caballerizas de la Plaza de Toros de Madrid, en cuyo oficio permaneció dos años. En ese tiempo consiguió hacerse un excelente jinete y comenzó a picar en provincias, trabajando por primera vez en una corrida organizada para librarse del servicio militar, en la que estoquearon Vicente Pastor y Joaquín Leonor. El 21 de septiembre de 1902 tomó la alternativa de picador de toros en Madrid de manos de Rafael Alonso, El Chato, día y corrida en que tomó la alternativa de matador de toros Vicente Pastor de manos de Luis Mazzantini.
  Sufrió varios percances a lo largo de su vida torera: una cornada de 12 centímetros en el axilar derecho, otra de 19 centímetros en el muslo derecho y la luxación del peroné de la pierna izquierda. Perteneció a las cuadrillas de Mazzantini, Lagartijillo, Litri, Quinito, Vicente Pastor y Regaterín. En el año 1908 figuró en la de Rodolfo Gaona, y en el último año de su vida, en la de Dominguín. Murió en Madrid el 30 de noviembre de 1920, cuando contaba cuarenta y dos años de edad. Manuel Fernández ha sido picador de grandes dotes físicas, buen jinete y gran dominador de los toros. La afición le aplaudió calurosamente sus faenas y tenía en ella grandes simpatías. 

Sol y Sombra del 15 de mayo de 1902. Instantáneas de Carrión. Este ejemplar, según el cronista, se colaba por el derecho y cogió a Guerrerito, siendo volteado y campaneado sin consecuencias, tras varios pinchazos y estocadas envainadas, el coleta escuchó los tres avisos

  Vemos una actuación de Chanito en estas fotografías, en la octava corrida de abono afectuada en la Plaza de Madrid el día 11 de mayo de 1902, a las cuatro y media de la tarde, con toros de Miura. Segun Cossío, Chanito tomó la alternativa de picador en septiembre de 1902, sin embargo, aquí le vemos desempeñando en el mes de mayo, y llevándose alguna costalada, bajo las órdenes del matador de toros Guerrerito.

  Reproducimos seguidamente, además de la historia de Chanito, los comentarios previos que Pascual Millán hace en la crónica del festejo, antes de entrar en materia sobre la labor de los toreros, con el título de Juicio Crítico; dos palabras éstas llenas de significado, que nos vienen a decir, por sí solas, porqué derroteros va el espíritu de la reseña. Juicio Crítico, igual que los toros de Atanasio, los Urcola o los Vega-Villar, en peligro de extinción a día de hoy.
  Pascual Millán en Sol y Sombra, con su fina y mordiente pluma:

  Se verificó la octava corrida de la serie y primera del segundo abono tal como se había anunciado.
  Aquí no hubo cambio ni transformaciones: no se indispuso ninguno de los toros ni se quedó por ahí ningún maestro.
  Fueron éstos Quinito, Guerrerito y Machaquito, todos itos como ustedes ven; es decir, todos diminutivos. Ahora no se estila otra cosa.
  Y es lógico que diminuteen los que tan chicos y tan poca cosa resultan con los trastos.
  Cuando existían toreros grandes, no se conocían estos itos e illos que denotan pequeñez. Los matadores se llamaban Montes, Chiclanero, Cayetano Sanz, Cúchares, el Tato, Lagartijo, et sic de coeteris.
  Si había algún ito, como el de Antonio Carmona, era una excepción, y el del diminutivo valía ciertamente un imperio.
  A torero chico, alias chico. Es de rigor.

De los picadores, Chanito. Este fue objeto de una verdadera ovación picando al segundo. No se echó al toro por delante, ni castigó ni practicó con el caballo esa especie de verónica que Montes exige; pero estuvo valiente, entró derecho, agarró corta la vara y se fue al toro como un hombre

  Pero volvamos al punto de partida: los tres itos que figuraron en la octava de abono corresponden a Joaquín Navarro, Antonio Guerrero y Rafael González.
  Los toros fueron de Miura.
  ¿Cómo aquellos de la primera de abono? Eso hubiéramos querido; pero ya dijo aquel filósofo que sabía más latín que el Buñolero: non bis in idem: "dicho" que andando el tiempo había de parodiar Napoleón con su frase de: los toros se suceden y no se parecen.
  Los miuras que tanto gusto dieron a los señores hace mes y pico, estaban recriaos por Niembro en La Muñoza; los del domingo viniveron al natural y D. Eduardo nos hizo un flaco servicio. Tan flaco, tan esmirriado y tan liviano como aquellas reses tísicas, feas, escuálidas y raquíticas que con un tupé digno de mejor causa envió a Madrid.
  Muy mal, señor ganadero: ni aquellos eran toros, ni toros parecían.
  Muy mal, Sr. de Miura: animaluchos así no se venden para una plaza de tronío.
  Muy mal, señor criador de reses: un hombre de un poquito amor propio vacuno (permítame usted la frase), antes de enviar eso a la capital de España, lo entrega al brazo del matarife y contribuye en la medida de sus fuerzas al abaratamiento de la carne.
  Aunque matarifes por matarifes, quizá haya usted preferido los que gastan coleta.
  En quinto lugar salió un feto indecoroso, mezcla de chiva y burra de leche, que partía los corazones.
  El público protestó escandalosamente y con justicia; pero como el escándalo de la protesta fue platónico, como todo se tradujo en gritos y en llamar curro al presidente (¡pobre señor!), como ya no hay agallas para otra cosa, la lidia siguió, el toro fue arrastado y hasta la primera.
  ¿Y el muy grande, ilustre y magnífico jefe de la provincia?
  Bueno; gracias: ahora le preocupa mucho eso de la crisis y no es ocasión de andarse con pitorreos.
  ¿Y el empresario? Ese no tiene la culpa; paga una enormidad los bichos, pide toros y le envían cucarachas. Es el primer chasqueado.
  Ahora, que si hubiera un buen reglamento o se cumpliese el que existe, otro gallo nos cantara. Y así todos cantamos la gallina.
  ¿Qué? ¿Que la chiva tenía la edad reglamentaria?
  No lo creo: venga la mandíbula a ver si me convenzo, y después de convencido diré:
  - Pues aunque aquel toro contase, no los cinco, sino los cincuenta, por su facha y por su pequeñez debió rechazarse.
  Y hemos terminado.
  Las seis alimañas corridas aguantaron 35 varas y 5 refilonazos, por 12 caídas y 5 soleres insepultos.


Al primer bicho se lo habían mosqueao los banderilleros a fuerza de entrarle con prudencia y salirle en falso una vez sí y otra también. Asi es que el Miura, que desde el primer momento anduvo descumpuesto de cabeza, llegó con ese feo vicio a la muerte

Siguió la brega malamente, fue el trapo dos veces por el aire y seguimos sin ver un torero. En cambio, vimos un matador: Machaco se tiró muy bien, y con aquello (le perdono el pasito) soltó una corta, en las mismas agujas, de éxito seguro

   En estas dos fotos añadidas vemos el trapío de las reses que tanta crítica llevaron por parte de Pascual Millán, aunque no vemos el toro quinto, el del escándalo, nos hacemos a la idea del tipo de toro que predominaba en Madrid en el intervalo que va del Guerra a José y Juan.
   Buenos tiempos para ver toros cuando no hay figuras quitando y poniendo, más de lo primero que de lo segundo. 

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