jueves, 19 de abril de 2012

La masacre del campo bravo

 Es habitual encontrar artículos o aficionados con un razonamiento muy simple por el cual el sector torista de la plaza de Madrid es el único culpable de todos los males en lo que a perdida de encastes se refiere. Se dice que, ignotizado por ciertos críticos taurinos, las demandas de toro grande y cornalón han propiciado un efecto de autodestrucción. El último caso en el blog Bravura y nobleza
  Reducir la preocupante perdida o marginación de encastes a una afirmación tan simple no se ajusta con lo sucedido, es una afirmación simple, falaz e injusta. El aficionado cabal debe buscar los porqués más allá de cuatro señores con un pañuelo verde, hay un trasfondo mucho más complejo, una historia y una evolución. Son muchas y variadas razones, la crisis de los encastes es un problema que se viene gestando desde hace muchos años.
  Adelante, pasen y lean.

 


   Madrid plaza torista
   Hay que subrayar que Madrid históricamente es plaza torista, no se trata de una corriente moderna ni mucho menos, antaño fue tierra de toros, y todas las provincias que la rodean también lo fueron. En otros tiempos era costumbre que las ganaderías de diferentes regiones de España compitieran entre sí en la Villa y Corte; y es que antes que cualquier torero, la afición de Madrid tomó partido por los toros.

Toros de Castilla y toros de Navarra, a triunfar en buena lid



  Benjumeas al matadero
  Joselito ya marcó la tendencia a seguir, que aun siendo uno de los toreros más portentosos e inteligentes que ha dado la Tauromaquia, el ganado que más estoqueó fue el de Murube-Carmen de Federico, con 131 reses en total. Joselito, que no rehúye cualquier tipo de ganado en plazas de máxima exigencia, se decanta por el tronco Vistahermosa. En aquel tiempo, los toros navarros y jijones ya son muy escasos. 

Un toro de antes de la Guerra, rama Vistahermosa. De aquí vendrán la inmensa mayoría


  La Guerra y sus consecuencias
  Nunca en la historia de la Tauromaquia salió por toriles un animal tan birrioso como en los años de posguerra, la situación era muy precaria y había que aceptarlo, no había un pan que echarse a la boca así que tampoco se podía pedir animales lustrosos en la plaza. Además, en la mayoría de ocasiones se lidiaban utreros y, para más inri, la Guerra hizo perecer muchas ganaderías que proporcionaron sustento alimenticio, otras tuvieron la mala fortuna de encontrarse en zonas de combate. Hay que tener presente esta etapa para entender todo lo que vino después.


  El Monstruo, apogeo de figuras y triunfalismo
  Manolete es otro puntal, su toreo de engaños y faenas largas requiere un toro de mucha nobleza para que aguante faenas largas, por supuesto, tiene que ser bravo y embestir. Los ganaderos buscan ese toro y muchos lo encuentran, posteriormente, en los cincuenta y los sesenta, hay un ramillete muy amplio de hierros que embisten y son bravos, de multitud de encastes, solo que en la mayoría de los casos no cumplen los cuatro años. Los sesenta y principios de los setenta (hasta el rabo de Palomo Linares en el año 72) es el periodo de mayor triunfalismo en Las Ventas, animales bravos y un elenco de figuras como nunca ha habido en la historia que hacen frente a toros de variados encastes.


    ¿Niño o adulto?
  Afición, medios de comunicación y algunos profesionales (don Antonio Bienvenida o Victorino Martín) ejercen una fuerte presión denunciando el afeitado de los toros, con Manolete y El Cordobés como cabezas de turco. Por otra parte, la edad y el nulo o escasísimo remate de las reses será otro motivo de queja muy importante. Fruto de ello, la Administración (Ministerio de la Gobernación en aquel tiempo) toma cartas en el asunto, a partir del año 69 se controla la edad de las reses a través de los libros de ganadería y los erales deberán ser herrados con el año ganadero que corresponda. De un vistazo, los aficionados podrán saber la edad del toro. A partir de entonces, muchos hierros dejan de embestir con tanta alegría, se lidian toros con un año y cien kilos más, hace falta más casta para compensar tanta nobleza. Diferentes castas se verán muy perjudicadas por ello. Da comienzo la era de los sobreros.


  Sonrisa de oro
  Victorino Martín se presenta en Madrid en el año 68 con un encierro que toma la friolera de 24 puyazos, es la sensación de los aficionados, el ganadero de Galapagar representa el toro íntegro, de edad, casta y trapío que tanto demandaron los aficionados. Con Victorino surge lo que se denominó, a veces con sorna, como "torero legionario", que se dedica a ganaderías de este tipo. Las figuras siguen matando de todo, pero ahora con menos frecuencia o para hacer una "gesta", parece que con un año más y en puntas ya no hace tanta gracia la variedad de encastes. La variedad de encastes va quedando cada vez más reducida a los "toreros expertos".
 
Capitán, de Hernández Plá, se crece en varas el 15 de mayo de 1979, uno de los toros más bravos que se han visto en Las Ventas. El encaste Santa Coloma, que dicen chico (no estoy convencido de ello), siempre ha sido querido y mimado por la afición madrileña

 
  Choperas, choperitas, choperones
   A principios de los ochenta se hacen con la plaza capitalina los hermanos Jesús y Manolo Chopera, tras unos años lamentables con Diodoro Canorea primero y Martín Berrocal después. Manolo Chopera será la cabeza visible, un empresario que ya quisieramos ahora los aficionados, de tres mil abonados se pasó a dieciocho mil que la Comunidad tuvo que poner como tope. Pero también hay cosas negativas, los anteriores gerentes no dieron con la tecla sobre el manido "toro de Madrid", se sucedieron numerosos escándalos. Chopera tenía la solución: los veterinarios imponen en los corrales unas exigencias sin parangón, por los toriles de Las Ventas sale un mastodonte con cuernos que unas veces funciona y otras rueda por la arena.
  San Isidro se convierte en una maratón en la que Chopera incluye, como novedad, la semana torista, con hierros cuyos propietarios buscan casta como ingrediente principal. El resto del ciclo, perdón, el 90% del ciclo, lo copan ganaderías del tronco Domecq, con hierros cuyos propietarios buscan un toro que se adapte al toreo que esté de moda.
  La variedad de encastes queda reducida a la semana torista de San Isidro y el tórrido verano madrileño.

  El ladrillo
   Así hasta llegar a nuestros días, pero "endegenerando".  La moda del empresario acaudalado venido a ganadero ha hecho mucho daño, los habrá buenos y los habrá malos, pero la inmensa mayoría ha adquirido una punta de ganado del encaste dominante, muy pocos se han atrevido con los minoritarios. Las vacadas se multiplican con reses del tronco Parladé - Juan Pedro Domecq.
 

  La gran mentira
  Si se analizan los encastes uno por uno, realmente sólo hay dos damnificados: Contreras y Coquilla. Objetivamente y muy a mi pesar, estas sangres no son aceptadas a partir del año 73 en que aparece el toro cuatreño sin lugar a dudas, son toros chicos. Te invito, querido lector, a repasar el resto de sangres del campo bravo, verás que todas tienen un trapío y una conformación que el público de Madrid acepta sin necesidad de protesta.
  Cada encaste tuvo su rumbo y su particulares derroteros que darían para numerosas entradas. Minoría eterna que siempre fue; rechazo de los toreros; crisis de casta; saneamientos que aniquilan...

Los antiguos decían: "toros de Hidalgo Barquero, que nos devuelvan el dinero"; este encaste siempre fue blando, propenso a las caídas. Vemos un ejemplar de Jodar y Ruchena en los corrales del Batán.

 
  Esplá, cómo te añoramos
  No sé dónde ubicar la crisis de toreros largos, dominadores y conocedores de todo tipo de toros, en comparación con ese otro tipo de coletas que practican un toreo más uniforme, obviando el comportamiento del animal. Puede ser que en realidad, a lo largo de la historia, los toreros dominadores siempre han escaseado. Este asunto, a mi modo de ver, es vital para la buena salud de los encastes ganaderos. Nada mejor que visitar esta fabulosa entrada de José Morente para refrescar la cuestión que planteo.

  Fin
  Llegados a este punto, sostengo, con toda rotundidad, que los llamados críticos derrotistas y los beligerantes aficionados madrileños no son el único motivo de la preocupante situación vigente. Si se estudian las Castas perjudicadas una por una veremos que no es así.

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