sábado, 25 de mayo de 2013

Victoriano del Río, figuras y Puerta Grande

  Las Ventas, toros de Victoriano del Río para Sebastian Castella, José María Manzanares y Alejandro Talavante. Sol y lleno de no hay billetes, los tendidos a rebosar, público de figuras. Se presentó un nutrido número de seguidores y partidarios deseosos de ver triunfar a sus toreros; la ponderación, la justicia, la equidad, son palabras desconocidas para toda esta turba de ultras enardecidos, mucho más peligrosos que cualquier aficionado de esos que llaman torista.

  Los toros de Victoriano, aunque de lámina desigual, estuvieron bien presentados, serios, con trapío, lo cual ya es mucho decir en un cartel de este tipo. Mansa de caballos y nobles toreables para la muleta en distintos grados.
 
  Abrió plaza un animal lesionado de una mano que Castella, con buen criterio, estoqueó con celeridad. En cuarto lugar deleitó a la masa con su archiconocida faena tantas veces vista, que todos los aficionados recitan de pe a pa; en esta ocasión más pueblerina que otras veces, enredándose con unos tremebundos circulares a un animal que admitía toreo fundamental, y del bueno. Por un momento pareció que nos iba obsequiar con el desplante del teléfono que algunos sólo hemos visto en foto, pero no, prefirió besar su mano y tocar la testuz del toro. Cortó una oreja.

  José María Manzanares sorteó un animalito más dulce que el merengue, de embestida pajuna y trote derrengado con el que pudo lucir su toreo de estilismo  en plenitud, ese que Ortega y Gasset decía que ocultaba el verdadero arte [el arte taurino está en agonía porque desde hace un cuarto de siglo entró en la zona etérea, remilgada y aniquiladora del estilismo]. Mató de una estocada recibiendo aprovechando inteligentemente las querencias del manso, de sobresaliente ejecución, llevando al toro toreado en el último lance de la lidia. Fue otorgada una oreja pedida mayoritariamente. Luego, parece ser que Manzanares se enfrentó a una fiera resucitada del averno taurino, pues no había manera que el hombre se impusiera al toro y de allí no salía nada en claro.
 
  Talavante abrió la Puerta Grande de Madrid cortando las dos orejas del tercero, bien es verdad que había petición sobrada y méritos suficientes para cortar la primera, pero la segunda, potestad del presidente, nunca debió concederse. Atendiendo al Reglamento Taurino, si la autoridad debe valorar lo sucedido en todos los tercios de la lidia, Talavante dio un recital de incapacidad y falta de recursos para lidiar un manso espantado en los caballos. Montó un buen guirigay moviendo los pencos desordenadamente. Era muy manso, pero no lo suficiente como para encerrarlo en tablas y dejarlo a merced del picador para arrearle un buen puyazo, esta vez sí, tapándole la salida. Así que el toro quedó crudito y a muchos hasta nos pareció de banderillas negras (qepd). En la muleta vino lo bueno y Talavante pegó tres o cuatro naturales soberbios, uno por aquí, otro por allí. El toro se lo echó a los lomos después del mejor natural que se ha dado en lo que va de temporada, cuando el Extremeño perdía la cara al toro y salía borracho de triunfo hacia las tablas, terreno que tanto gustaba al manso; otro detalle más de carencia lidiadora. A continuación vino el toreo por los adentros aprovechando los terrenos del toro, las bernardinas, y la estocada hasta la bola en la cruz. El toro tuvo su punto de nervio y de casta que calaba en los tendidos. Y al final, quedó la sensación que el bicho merecía una faena más rotunda, con más argumentos que los lances a favor de querencia y cuatro muletazos puntuales.
  Cerró la corrida un animal del demonio que, por lo que hizo Talavante con él, no tenía ningunas posibilidades, pero algunos tenemos nuestras dudas.

Así sale un torero ante sus partidarios en el siglo XXI
 
Pd. Queridos aficionados a toros, durante la lidia, olvídense de calibrar el pitón óptimo del toro, sea de la forma que sea, el 99% de los toreros comienza la faena por el derecho dejando bien claro "la verdad" con la que vienen a esta plaza.

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