Una vez que has asistido a corridas durante cierto tiempo, cuando te das cuenta de lo que pueden llegar a ser si acaban gustándote, tarde o temprano te verás obligado a adoptar una posición definitiva al respecto. O defiendes los toros verdaderos, la lidia completa, y esperas a que se formen buenos diestros que sepan torear, por ejemplo, como lo hace Marcial Lalanda, y que surja un gran torero capaz de romper las reglas, como hizo Belmonte, o bien aceptas la condición de la fiesta actual, conoces a los toreros, entiendes su punto de vista -en la vida siempre hay excusas buenas y válidas para cualquier fallo-, te pones en su lugar, achacas sus desastres a los toros con los que fracasan y aguardas a que aparezca el animal que desean. Pero cuando lo haces, te vuelves tan culpable como todos aquellos que viven del toreo y lo destruyen, e incluso más culpable, porque estás pagando para contribuir a destruirlo. Muy bien, ¿pero qué es lo que tienes que hacer? ¿Debes permanecer al margen? Es una posibilidad, pero sería como tirar piedras a tu propio tejado. Mientras la fiesta te siga gustando, tienes derecho a acudir a verla. Puedes protestar, puedes hablar, puedes convencer a los otros de lo idiotas que son, pero son manifestaciones completamente inútiles, por más que las protestas resulten necesarias cuando estás en la plaza. Sin embargo, hay una cosa que sí puedes hacer, y es saber lo que es bueno y lo que es malo, apreciar lo nuevo, pero no permitir que nada confunda tus criterios. Puedes continuar asistiendo a las corridas, aunque sean malas, pero no aplaudir jamás lo que no sea bueno. Como espectador, debes mostrar tu aprecio por una actuación buena y valiosa aunque no haya sido brillante. Debes valorar la lidia ajustada y la muerte cabal de un toro con el que es imposible lucirse. Un torero no será mejor que su publico por mucho tiempo. Si éste prefiere los artificios a la sinceridad, en poco tiempo el diestro sólo utilizará artificios. Para que surja un buen torero y siga siendo honrado y sincero y no se sirva de trucos ni mistificaciones debe existir un núcleo de espectadores para quienes lidiar cuando aparezca. Si todo esto se parece demasiado a un programa de Christian Endeavor**, permítanme añadir que soy un firme defensor del lanzamiento de almohadillas de todos los pesos, trozos de pan, naranjas, hortalizas, animalillos muertos de todo tipo, incluidos pescados y, si es necesario, de botellas, siempre que no se arrojen a las cabezas de los toreros. Incluso en algunos casos soy partidario de prenderle fuego a una plaza si las protestas decentes y respetables no han surtido efecto.
Ernest Hemingway
**Organización estadounidense, fundada en 1881, dedicada a promover la vida espiritual entre los jóvenes, bajo el lema: "Para Cristo y la Iglesia". De niño, Hemingway fue miembro de la Christian Endeavor Society.
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Sí, este texto ya fue publicado en el blog; su vigencia permanecerá inalterable. Entretanto, la decadencia de Las Ventas como plaza de temporada sigue su curso hacia la desaparición, tal y como parecen haber conspirado Empresa y políticos de la Comunidad Autónoma.
Ya puestos, mientras aguardamos impotentes el óbito del moribundo, deberían cambiar el azulejo de la portada principal, más certero sería uno que dijese " Plaza de Novillos " en lugar del secular y anacrónico que reza "Plaza de Toros".
Cartel de Bilbao, uno de esos lugares donde el público madrileño tiene que emigrar si quiere ver Toros durante el verano, en caso contrario, habrá de soportar las novilladas de ganaderías de desecho que le empresa de Las Ventas confecciona a fin de expulsar a los impenitentes aficionados de temporada que aún permanecen.
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