miércoles, 17 de julio de 2013

Céret de Toros. Palha

 Para el domingo por la mañana llegaron los Palha, nombre con mucha historia en la Fiesta que, al ser mentado, no deja indiferente a ningún aficionado y a los toreros se les aparece Santa Jindama como por arte de magia. La corrida fue variable de hechuras pero muy seria, a excepción del primero, astillano y con poco pitón, alejado de los gustos de la plaza. Encastados en varas, la corrida quiso caballos en todo momento, pero la terna, a excepción de Iván García, no anduvo por la labor de lucirlos como merecían. Para la muleta destacaron primero, tercero y cuarto; los demás muy a menos por diferentes motivos que explicaré a continuación.
  Presidió el festejo Matías, el usía de Bilbao, que dio la nota sacando el pañuelo azul cuando los caballos de tiro se disponían a arrastrar al cuarto. Este toro tomó tres varas en bravucón, mentirosillo, por ello nos pareció un premio excesivo.
 
  La terna. Iván García, torero muy castigado por los toros, buen capotero y lidiador. Le correspondió el mejor lote y para lo poco o nada que torea cumplió bien.
  Manuel Escribano anduvo entre perdido y ausente a la hora de lidiar los toros como corresponde en esta plaza. Bullidor y variado en banderillas. Con pocas posibilidades en la muleta y acertado con el estoque de matar. No nos cautiva, la tarde sevillana con los Miura más bien parece un espejismo realzado por las generosidad de sus paisanos, lo dice uno que estuvo en la plaza aquel día.
  Aguilar estuvo inteligente con la muleta y valiente con la espada. En la lidia suspendió notoriamente al igual que en quites, pues no estuvo donde había que estar cuando fue necesario librar al jaco y al picador de la furia de la res.
 
 


    El primero, con buen remate y en carnes, aunque fue a menos bajo el peto acudió con prontitud y sólo tenía vista para la caballería. Con poco poder y nobilísimo para la muleta cual torero de las figuras, Iván García templó bien por la diestra, prolongó la faena en demasía, y mató de una buena estocada tras un pinchazo. El toro aplaudido en el arrastre y ovación con saludos para el matador.



 

 
  Después vino Camarito, nombre que trae muy buenos recuerdos. Negro, con generosas defensas, coliblanco y calcetero de patas. Con poco esqueleto, chico pero serio, muy en Ibán; hizo una gran pelea en varas, arrancándose con prontitud hasta en tres ocasiones, las dos primeras sin ser fijado por Escribano y la última de ellas casi en la otra punta del coqueto ruedo oval, puesto en suerte por Alberto Aguilar. Rehabi no midió y fue sangrado en demasía. Galopó en banderillas y en la muleta se apagó, dando escasas posibilidades al diestro andaluz.
 
 
 
  

 
  El primero del lote de Aguilar fue un toro de arboladura espectacular y aunque empezara protestando en el primer envite, se creció y acabó derribando al picador, y al jaco después, zancadilleado por el cuerpo del varilarguero, sin que nadie acertara a echar un capote a la testa del morlaco evitando un peligro mayor. Esperó mucho en banderillas, cumpliendo bien el peonaje de Aguilar, especialmente Rafael González. Aguilar citó desde la distancia en las primeras series, sacando dos buenas tandas de derechazos, templadas y mandonas. Pinchó y dejó una entera saliendo por el rabo que le valió para cortar una oreja. El toro fue ovacionado.
 
 


 
 Quita-Miedos se apodaba el cuarto, burel con mucha caja, acochinado y cerca de cumplir los seis años. Salió apagado del primer encuentro con el aleluya, después acudió presto, andando, y en el tercer puyazo se lo pensó mucho, arrancándose una vez que el picador se fue donde estaban los toreros con los capotes. Hizo fenomenalmente la suerte Joaquín Sevillano Marcos, deteniendo las acometidas sin recargar, recibiendo por ello al premio al mejor tercio de varas de la tarde, merced, todo hay que decirlo, a la generosidad de Iván García, cosa que no tuvieron sus compañeros de terna con sus respectivos oponentes.
  En banderillas se vino arriba y en la muleta quedó codicioso, con cierto gazapeo. Iván García estuvo aseado y firmó una faena intermitente, dejando algunos naturales buenos. Lo finiquitó de un bajonazo y el resto de la historia ya la conocen, Matías, el de Bilbao, sacó el pañuelo azul sin que se percibiera petición desde los tendidos. Iván García salió a saludar.
 
 
 
 

  Marisma fue un toro con toda la barba, tremendamente serio. A algunos nos recordó en apariencia al mítico Rachido. Acometío con alegría al caballo hasta en tres ocasiones, haciendo buena pelea y saliendo codicioso de todas ellas, recibiendo un severo castigo. En banderillas galopó y puso mucha emoción persiguiendo a Escribano constantemente. Por momentos creímos que Matías, esta vez sí, iba a estar obligado a conceder la vuelta al ruedo por demanda popular, pero el toro se desinfló en la muleta demasiado pronto, probablemente acusando el tremendo castigo recibido. Ahí quedaron esos dos primeros tercios llenos de emoción. 
 


  
 
 Cerró el encierro Promesa, otro toro de irreprochable presencia. Se llevó dos puyazos excesivos con carioca incluida ante la pasividad de Alberto Aguilar, prevenido por los dos ejemplares anteriores. Esperó en banderillas, poniendo la gaita por las nubes. En la muleta fue un marmolillo y después de un mete-saca, Aguilar dejó media en la cruz de efecto fulminante.

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