viernes, 27 de diciembre de 2013

Los toros del 2013 (I)

  Demasiado tarde empezó el año taurino en Las Ventas, allá cuando finalizaba el mes de marzo y comenzaba la Semana Santa. Cada temporada retrasa un poco el inicio y adelanta el final, consecuencia del tejemaneje que se traen entre manos políticos y taurinos para borrar del mapa los domingos de toros y todo lo que no sean ferias de abonos cautivos que atraen el dinero fácil, y mucha pompa, dicho sea de paso. Menos mal que nos quitamos el mono en Valdemorillo con una victorinada amena y toreo de altos vuelos por parte de Alberto Lamelas y Fernando Cruz, el torero sin trampa ni cartón. Todavía recuerdo esa apabullante forma cargar la suerte, en el sentido más ingenuo de la expresión, rematando el muletazo en corto y en redondo, embraguetado en todo momento. Un torero, Fernando Cruz, de honestidad natural. 
  Pero volvamos al foro y su festejo de apertura con una ganadería que a priori sonaba muy apetecible: Torrestrella. Ganadería señera que traía buenos antecedentes con aquel sardo que trajo por el camino de la amargura a El Payo; en conjunto fue un encierro potable e interesante el que vimos en 2012. Todos los méritos contraídos los tiró por los suelos el ganadero esta temporada, no hizo los deberes y solo fue capaz de presentar cuatro toros, y debieron ser tres, entre medias se coló una cabra de monte, uno de los cornúpetas más feos del año que causó rechifla en los tendidos. Una vez en la lid fueron chochones y agarrados al piso. No obstante, el solo motivo de empezar el año con toros en vez de novillos ya fue motivo de celebración, como todo el mundo sabe: Madrid, plaza de novilladas. 

  La Semana Santa concluyó con agua bendita para el campo bravo, no tanto para el sufrido aficionado venteño que se quedó sin una seria corrida de toros de Peñajara y sin el esperado regreso de Fernando Cruz, in extremis, cuando ya teníamos nuestras posaderas sobre la piedra colmenareña del coso. Suspendida. Posteriormente, por imposición del Reglamento, pudimos devolver la entrada, aunque algún chino creo que no se percató de ello. Nos prometieron que buscarían un hueco para soltar aquellos bichos tan lustrosos que vimos en el apartado, al final todo quedó en una nueva mentira de Taurodelta. Desconozco dónde acabaron los Peñajara del Domingo de Resurrección, en manos del G5 seguro que no, de eso sí estoy seguro.


La corrida de Peñajara que nunca vimos

  Ya de lleno en temporada, en primavera, inmersos en los domingos del mes de abril, el aficionado madrileño volvió a su estado natural: novilladas de ganaderías sacadas de lo más profundo e ignoto del campo bravo, aderezado con novilleros mecánicos y desangelados, como sacados de una máquina de producir toreros en serie. Le colgaron la vitola de "certamen" y Telemolés ofreció el esperpento para toda España. Pasaron por la plaza, ofreciendo un espectáculo de animales contemporáneos al uso, blandos y más tontos que Abundio, las ganaderías de El Serrano, El Cotillo y Hermanos Collado Ruíz y La Martelilla (¡cuerpo a tierra!), que sorteó un sobrero. Salvaron la papeleta, con nota además, Javier Molina, ganadería a tener en cuenta con una regularidad muy buena, y Guadaira, últimamente más dócil que años atrás pero manteniendo un buen nivel de casta; las dos procedencia Jandilla-Fuente Ymbro.

  Llegó la miniferia en honor al histórico 2 de Mayo (cada vez más mini), con una novillada de El Montecillo en la que Paco Medina se sacó la espina de los petardos de años anteriores con su nuevo hierro de El Montecillo; buena novillada. Los toros corrieron a cargo de la familia Lozano, mediante los hierros de El Cortijillo y Lozano Hermanos. Como acostumbran, sobresalió la mansedumbre, pero en esta ocasión sacaron codicia en la muleta y quedó una buena tarde en la que la terna toreó a placer, tocando pelo todos ellos. Primer toque de atención de Antonio Ferrera y Alberto Aguilar.

  Hubo un receso antes de empezar la feria para ultrafondistas, con una corrida de toros de la siempre interesante vacada de Carriquiri. Ya quisieramos que fueran los originales toros navarricos con los que don Nazario ganó merecida reputación, pero esto es inviable, antes nos quedamos sin coletas en el escalafón. Ahora, el hierro de la "C" entrelazada lleva sangre Núñez, propiedad de Antonio Briones, y no lo hace nada mal a tenor de los resultados. Corrida con celo en el último tercio, mucho que torear para un confirmante como Arenas, el intermitente Oliva Soto o el pegapases de Esaú Fernández, demasiado diría yo. Entretanto se vio un burel de Aurelio Hernando, segundo de los tres sobreros que vimos a lo largo de la temporada; todos ellos con nervio, codicia y diferentes complicaciones en el tercio de muerte. De esta controvertida ganadería hablaremos con más detalle cuando lleguemos al ciclo de encastes minoritarios...

  Y llegó San Isidro, la ganga de Taurodelta. Ya lo dijo Paco Media-Luna en su Diccionario Cómico-Taurino; abonado: mina que las empresas explotan a su antojo sin cortapisas de ningún género. Cuánta razón. El problema es que los abonos caen a millares desde hace un par de temporadas, pero eso es harina de otro costal...
  Atrás quedó la funesta costumbre de abrir el ciclo con La Martelilla, alabado sea el Señor. Para esta ocasión anunciaron a José Luís Pereda, conocido hierro del aficionado madrileño que todos los años se prodiga varias tardes. Ganadería fetiche de Taurodelta, pues no se tiene constancia que aficionados o toreros la demanden. En su descargo apuntamos que últimamente está progresando, este año echó una corrida bien presentada en la que destacó la dureza de patas, ahora que bravura más bien poca.
  Siguió Los Bayones, ganadería que produce un jamón ibérico de bellota que es una delicia, ahora que de los toros mejor no hablamos... En los corrillos dicen que una vez echó un buen toro, memorias privilegiadas. Sin darnos cuenta, en los albores de la Feria, llegó una de los días señalados, don José Escolar Gil. Un encierro que metía miedo con su sola presencia, duros de pezuñas como es seña de identidad en la casa, aunque no llegó a romper en la muleta. Dejó para el recuerdo un buen toro, Bustillo II, motivo de perenne discusión entre aficionados, para unos estropeado por Rafaelillo en la muleta, para otros simplemente no lo llevaba dentro, se vino muy abajo.

Bustillo II en los corrales

  La Palmosilla debutó en San Isidro. Se ve a la legua que buscan el toro tonto de remate, de un circular detrás de otro... adiós, fue un placer. No se tienen noticias de animales bravos en el caballo de El Puerto de San Lorenzo, siempre correteando de aquí para allá en los primeros tercios, al final suele haber alguno que ofrece posibilidades a los espadas. Se antojan demasiado previsibles los atanalisardos, invitan al aburrimiento. Alcurrucén echó una corrida de toros potable el día de San Isidro, no así en la feria cultureta de junio, más estrechos que una bicicleta de contrarreloj.  Juan Pedro en Juan Pedro, dice que tiene un ordenador que predice los resultados toro por toro, debe ser que los de anonymous se lo tienen hackeado, desde hace unos cuantos años además.
 
  Llegamos a la esperadísima y expectante encerrona de Talavante con seis ejemplares de Victorino Martín en la que solo vimos uno propio de Madrid, dos a lo sumo, el resto demasiado terciaditos. Con lo que representa Victorino Martín en Las Ventas, va y echa esas liebres para la figura de turno, rebajándose como si de un ganadero ladrillero se tratara... mal asunto. Visto lo visto, el extremeño todavía sigue dando las gracias de que no arreara ninguno de verdad, impericia total y absulta.

Gran toro de Carmen Segovia, Lanzavientos. Ganadería vendida recientemente

  Fermín Bohorquez dio señales positivas, nos vale casi cualquier cosa porque viene de lo más profundo del pozo. No estaría nada mal recuperar el toro murubeño para la lidia de a pie, cualquier cosa con tal de salir de la monotonía ganadera. Carmen Segovia sorprende bajo la lluvia con uno de los toros de la feria, un sobrero con pujanza y nervio en la muleta, Lanzavientos. Nazario Ibáñez, por tercer año consecutivo, arroja buenos resultados. Estos Núñez no fallan, sin embargo, da la sensación que pasan desapercibidos. A mi Pedraza de Yeltes me gustó y mucho, debutó en Madrid con una corrida variada de comportamiento, apretando mucho en banderillas y, sobre todo, con mucha personalidad. Hubo un gran toro en la muleta, para Gallo, y una alimaña con la que David Mora hizo una de sus habituales inmolaciones, jugándose el pellejo con temeridad en lugar de lidiar y dominar con cabeza, claro que esto último es algo reservado solo a unos pocos y privilegiados ases del toreo. Esa misma tarde se vio otro gran toro, nuevamente desperdiciado por Gallo, con el hierro otrora de Aleas, ahora de José Vázquez, Amistoso se apodaba. Vaya tarde de Gallo, para cortarse la coleta y coger los palitroques.
  Parladé salió reforzado gracias a un toro, Grosella, y a los cojones de Fandiño, todo hay que decirlo. Es verdad que El Cid desaprovechó algún morlaco, al igual que Daniel Luque... bueno, Daniel Luque no desaprovechó nada, simplemente se limitó a estar en Daniel Luque. A la corrida le faltó un punto más de casta, cumplió sin más.

Dulce, de Pedraza de Yeltes. Buen toro

  Pasado el ecuador de San Isidro, se anuncia una de esas tardes de fuste con figuras en el cartel, lo cual lleva aparejado, por norma general, una tarde sin toros, en esta ocasión un petardazo más de Jandilla-Vegahermosa. Vaya añitos que lleva en Las Ventas, infumable de veras. Curiosamente Carmen Segovia, que venía de echar uno de los mejores ejemplares del ciclo en una de esas tardes de relleno, suelta un bicho de sobrero, para Morante, con un pitón ciertamente sospechoso por manipulación, qué cosas. Más figuras, en esta ocasión con Victoriano del Río, ganando el premio al encierro más completo en presentación y bravura como rezará el azulejo que van a colocar en el patio de arrastre, lo que da una idea de hasta qué punto hemos perdido el norte y la dignidad en esto del toro. Una cosa de locos. Me da exactamente igual que se lleve el premio fulano o mengano, la bravura es fuerza y es ataque, nunca será debilidad y huida. Para una persona inteligente, una mentira repetida muchas veces, sigue siendo una mentira.
  Montealto, después de varios años echando novilladas en buena sintonía de casta, debutó por fin con una corrida de toros. Cumplió el expediente sin grandes alegrías, toros probones de media arrancada. Aún con esas, Alberto Aguilar acarició la Puerta Grande de Madrid y a punto estuvo de conseguirlo. Chechu confirmó y sufrió un cornalón de caballo, se tomó demasiada confianza con un morlaco viejo, camino de los seis años y cara de viejuno, cuando estaba muy sobado y la faena tocaba a su fin. Cuartelero, uno de los toros más serios de la Feria. Alguno lo veíamos venir, no eran formas para con ese tipo de toro.

Cuartelero, de Montealto. Todo un señor

  La de El Ventorrillo fue una de esas tardes en las que sales de la plaza igual que entras. Arturo Saldivar cortó una de las orejas más vergonzantes que yo he visto, una faena festivalera compuesta de suertes accesorias y de adorno, sin dar un solo natural o derechazo. Antes de las corridas toristas, la empresa anunció una más de Jandilla, había que soportar la última penitencia para llegar a la parte atractiva de ganaderías que buscan la casta en puridad, sin sumisión a sindicatos toreros chantajistas. Otro escándalo más, ganadero y empresa se burlaron ostensiblemente de la afición. Huelga decir que la corrida fue remendada y los que vimos eran las sobras de los cercados, puesto que en otras plazas de primera categoría Jandilla echa otro tipo de género.

 Adolfo Martín vino a levantarnos la moral con un encierro de gran estampa que puso en la arena el peligro y la emoción del toro de lidia clásico. La terna tuvo mucha culpa en el éxito final de la tarde: Ferrera, Castaño y Alberto Aguilar estuvieron generosos y no dudaron en enseñar lo que llevaban dentro los toros. Siendo una buena tarde, faltó codicia en la muleta para terminar de redondear. Al día siguiente llegó Samuel Flores con una mansada de mucho cuidado. Como siga así habra que corregir el famoso Real Decreto 60/2001 y decir que el toro prototipo de Gamero Cívico es aquel que quiere volver a la dehesa a toda costa y sale de los caballos lanzando coces igual que un caballo de rodeo. Se jugó un sobrero de Aurelio Hernando, complicado y de arreones, estoqueado por Rubén Pinar. Dieron emoción y sentido a la tarde.

Marinero, de Adolfo Martín. Según los entendidos el toro más bravo de San Isidro; cantó la gallina en la tercera vara

  Fin de Feria con Cuadri. Decepcionó por falta de casta, en general muy aplomados. Salió uno de pelo castaño, Brigada, por el que el personal tomó partido. Le sentaron mal los primeros tercios y fue muy mal lidiado, al final ofrecía más garantías de ir al hule que de triunfo. La tarde quedará para el recuerdo por la histórica vuelta al ruedo de la cuadrilla de Javier Castaño. Bien está, todos ellos, con el matador a la cabeza, han rescatado la lidia íntegra del toro de lidia y no hay mejor sitio para reconocérselo que la Plaza de Madrid. Al que le pique que pida la de Adolfo y la de Cuadri y nos deleite con semejante recital.

  En la próxima entrega repasaremos el resto de la temporada.

martes, 17 de diciembre de 2013

Lo vivo y lo pintao

 

Por Andrés de Miguel

 
  Joselito y Belmonte siguen dando que hablar cien años después de sus alternativas o precisamente por ello. Además de su importancia en los cambios que darán origen a la organización moderna de las corridas de toros, en la segunda y tercera década del siglo XX, tienen también un halo heroico que permite fabular y soñar, tan importante en la afición a los toros como la asistencia a la plaza.

  Clarito, el gran cronista de la edad de oro del toreo junto con Gregorio Corrochano, define la principal razón de la importancia de la época con precisión, pues dice que en ese momento ocurrió “Lo que nunca se vio ni ha vuelto a verse, torear por el estilizado sistema moderno muchos toros del sistema antiguo”.
 
 
  La exposición montada por el Ayuntamiento de Sevilla, sobre ambos toreros y su significado, recoge con minuciosidad y precisión fotos, carteles, dibujos y pinturas, vestidos y avíos de torear, recuerdos personales varios y los ordena en un bello espacio en el antiguo Convento de Santa Clara vecino a la Alameda de Hércules, barrio taurino, donde tuvo su residencia la familia Gómez Ortega.
  Cuando visité la exposición, estaba en el patio de dicho convento Rafael de Paula, quien era seguido con expectación por un nutrido grupo de aficionados, al que rápidamente me adherí, que escuchábamos, con la prosa sincopada del torero, tan parecida a su toreo de altibajos, énfasis y belleza a ráfagas, como relataba un día que Juan Belmonte le echó unas vacas en su finca de Gómez Cardeña y como se reía cuando las vacas revolcaban tanto a Rafael como a otro torero principiante, un tal Antonio Giménez.
  Un poco de aire fresco en la solemne exposición, un trozo de vida entre los recuerdos, viene a afirmar que el toreo es un arte vivo, que los homenajes son imprescindibles para honrar la memoria de la profesión, que la historia debe servir para entender el pasado y no para justificar espuriamente una versión del presente y que no podemos sustituir lo vivo por lo pintao. 


 

sábado, 14 de diciembre de 2013

Taurodelta, resiste

 
    José Ramón Márquez, a propósito del plantón a la afición de Sevilla de los ya conocidos como los 5G -la historia continúa-, publicó ayer un artículo en Salmonetes recordando el conflicto entre el matador de toros  Ricardo Torres, Bombita, y el empresario de la Plaza de Madrid por aquel entonces, don Indalecio Mosquera, conocido como pleito de las escrituras abiertas. El empresario consideró que era el momento de poner fin a unas claúsulas que consideraba abusivas y, por este motivo, el diestro de Tomares estuvo dos temporadas sin ser acartelado en la Plaza de Toros de Madrid, gracias a ello selieron a relucir toreros de la talla de Vicente Pastor y Rafael El Gallo. Recordé que tenía en el horno la entrevista que transcribo en esta entrada, publicada en mayo del año 1917 en la revista Toros y Toreros, por Luís Uriarte, que viene a reafirmar lo dicho por José Ramón Márquez y pone de manifiesto la autoridad de Indalecio Mosquera para tratar el caso Bombita y, en general, los asuntos propios del empresario taurino de una plaza como la de Madrid; tiempos en los que los organizadores del festejo aún no eran unas marionetas sometidas a todos y cada uno de los caprichos de las figuras del momento.
 
  No seré yo quien defienda la gestión en Sevilla de Eduardo Canorea y Ramón Valencia, (un día hablaremos aquí del daño causado en Las Ventas por el padre, Diodoro Canorea), pero tampoco voy a ser yo quien defienda a estas figuras de poca monta, aupados por un sistema corrupto que ellos mismos manejan, cuyos méritos en nuestra plaza en los últimos años se cuentan por el número de camiones de toros que van y vienen del coso los días que ellos se acartelan, y lo que es más importante, la reducción del toro de lidia a una sola raza -viva la cultura- de comportamiento tonto recalcitrante, útil para pegar doscientos cincuenta mil muletazos sin que el bicho eche una mala miradita.
 
  Que se prepare Taurodelta, los próximos en negociar con los 5G serán ellos. Se rumorea que Julián quiere volver a Las Ventas; una Puerta Grande en 15 años de alternativa, he ahí el aval del monstruo de San Blas en nuestra Plaza. Que no saque tanto pecho. Como Morante, que lo mismo para algún reloj que manda de vuelta para Salamanca un camión de toros preparados minuciosamente para la Beneficencia; después de tropecientos bichos a medida todavía no ha sido capaz de pegar 20 naturales como Dios manda. Está Perera, el torero que carga contra los aficionados por pitarle un "faenón" de circulares después de decenas de series con una y otra mano, con el bichillo encogido pidiendo la muerte a toda costa; pues nada, que no se lo explica el muchacho. Sin embargo, hay que respetarle, de vez en cuando mata Núñez de Alcurrucén, y eso es toda una proeza para estos superhéroes taurómacos. Anda en el lío Talavante el cantautor, mala suerte la suya, no le salió el Victorino mejicano y quedó con la taleguilla por los tobillos. Eso de "lidiar y castigar para después dominar y torear" no va con el extremeño, es más, dudo mucho que jamás haya escuchado una cosa así. Cierra el quinteto José María Manzanares hijo, buen espadachín aunque venido a menos desde que conoció el nervio de un toro amusgado que le dio por mover las orejas cual fiera del averno, mala leche la del Victorino. Además de un número inusual de bellezas femeninas, es uno de los que más camiones mueve cuando figura su nombre en los carteles. Solo me queda decir una cosa: Taurodelta, resiste. Por una vez estoy con vosotros, otra Fiesta es posible, ha llegado el momento de pararle los pies a estos toreros que mucho piden pero nada nos dan.
 
  Se dice que la historia de la Tauromaquia es como una rueda en la que los ciclos y las circunstancias van girando y repitiéndose con el tiempo. Pues bien, volvamos a los años de don Indalecio, que tomen las riendas los ganaderos y domine el Toro, como en la época de Bombita y Machaquito, vengan toreros machos y que vuelva la hombría y la vergüenza torera a la Fiesta. Para tener figuras así es mejor no tenerlas. Aprovechemos esta ocasión para satisfacer a la afición, como nos cuenta José María Moreno Bermejo en Recortes y Galleos.
 
  Veremos cómo se desarrollan los acontecimientos... de momento os dejo con la entrevista. 
 
D. Indalecio Mosquera en la época en que fue empresario de la Plaza de Toros de Madrid

 

El hombre de las gafas de oro (por Luís Uriarte)

 
  No conocía yo a don Indalecio Mosquera más que por las fotografías publicadas durante los tiempos, inolvidables para los taurómacos, en que fue empresario de la plaza de toros matritense. Mi amigo don Alfredo Fábregas, íntimo de Mosquera, a cuyo lado, y en el mismo puesto que hoy ocupa con Echevarría, adquirió gran prestigio por su acertada gestión administrativa, se prestó a servirme, con su amabilidad acostumbrada y exquisita cortesía, de introductor de embajadores, vamos al decir, y me dio una carta de presentación para don Indalecio. Y allá me fui yo, con mi credencial en el bolsillo, hacia la calle de Ferraz, en busca de un hotelito cuyo dueño llegó a ser, no ha mucho tiempo, el hombre del día, de todos los días...

  Mientras el jardinero buscaba a su amo, yo me distraía en el jardín haciendo rabiar a un lorito que a picotazos procuraba evitar que yo le hurgase con una ramita por entre los barrotes de la jaula...
  Al pie de la escalerilla que da acceso a la casa, una gran ave de vistosísimo plumaje tomaba el sol, acurrucada en el suelo, alicaída, con la preciosa cabecita gacha...
  - ¿Es un papagayo? -pregunté a Mosquera, que acababa de acercárseme.
  - No; es un guacamayo. Está enfermo el pobrecito...

  - Veo que es usted muy aficionado a los pájaros.
  - Sí, me gustan. Por ahí debe haber más... pero venga usted... ¿Dónde quiere que hablemos? ¿Dentro de la casa, o aquí mismo en el jardín?
  - Aquí estamos muy bien, don Indalecio.
  Y sentados a la sombra de un árbol, en un rincón de aquel delicioso lugar, comenzamos a charlar como dos buenos amigos, como dos amigos de toda la vida...
  He de advertir, sin embargo, que Mosquera me había dirigido, antes de saludarme, una mirada escrutadora, con la natural e instintiva desconfianza de los gallegos.
  Después, mientras él me contaba "sus cosas", era yo quien le examinaba, mirándole fijamente, a través de las populares gafas de oro, a las niñas pequeñísimas de sus ojos vivos y penetrantes, de color uva...

  - He venido, me decía, con un ganadero en el tranvía.
  - ¡Están que trinan contra nuestra plaza!
  Y mansamente, con mansedumbre de mártir, impropia de su altivez y energía, Mosquera se pasó un buen cuarto de hora comentando el asunto.
  - Los empresarios, contra quienes el público descarga sus iras, llamándoles ladrones, etc. etc., no tienen la culpa. Cuando un empresario, por ejemplo, trae toros de Salamanca, es porque no los hay en condiciones en los campos andaluces, no por economizar mil o dos mil pesetas, como creen algunos. ¿Qué valen dos mil pesetas en este negocio? ¡Bien a gusto las darían los empresarios por no tener que oir ciertas cosas! ¿Y qué van a hacer los ganaderos si no tienen toros? Cuando yo era empresario, los ganaderos me daban toda clase de facilidades. "A ver, fulano; necesito una corrida". Y fulano me contestaba: "Elija uzté, don Indalecio; todo lo que hay en el campo eztá a su dizpozición".  ¿Qué más se le puede pedir?

  - Lo que ahora pasa, don Indalecio, es que los "fenómenos" solo quieren lidiar becerros y las ganaderías que tienen toros...
  - ¿Cómo que solo quieren lidiar becerros? -me interrumpió-. De eso sí que tiene la culpa el empresario. En mis tiempos, también se negaban los toreros a lidiar ciertas reses; pero no les valía. ¡Pues no faltaba más! Cuando había una corrida con tipo y arrobas la toreaban quienes yo quería. Los carteles no lo organizaban los toreros, sino el empresario. Acuérdese usted, para no citar más, de aquella corrida de Miura que mandó a la enfermería a "Bombita" con el tendón de aquiles roto...
  Y Mosquera, levantándose de la silla, peroraba fogosamente, tal que si ahora estuviera en su elemento con los brazos en cruz y los ojillos relampagueantes como un apóstol...
  - Lo que hace falta es dar la cara, tener decisión. ¿Imposiciones? ¡Nunca las que no deban admitirse! Yo me arruinaba con "Bombita" y "Machaquito"; mis compañeros de empresa, me dejaron solo; aquello iba de mal en peor... ¿Qué más me daba arruinarme con "Bombita" que sin él? Y le dije: "Yo le doy a usted mil pesetas más por corrida y ocho mil por las extraordinarias; pero desaparecen las escrituras abiertas. Usted no es el empresario, sino el torero; yo soy el empresario y yo he de organizar las corridas" Y muy diplomáticamente, eso sí, pues "Bombita" era un caballero de los negocios, rompimos las relaciones de torero empresario, no las particulares, que todavía conservo cartas muy cariñosas que escribió Ricardo en el tiempo que no toreó en Madrid.

  Mosquera volvió a sentarse, y, ya más calmosamente prosiguió:
  - El primer año fue malo, muy malo: perdí cuarenta y cinco mil duros; pero el siguiente ya fue mejor, y poco a poco fui recuperando todo lo perdido y hasta llegué a ganar algo...
  - Dicen que un millón de pesetas...
  - ¡Qué barbaridad! ¡Están locos! Yo no voy a decir lo que gané: sería tonto; pero puede usted asegurar que ni tan siquiera este hotelito lo he comprado con las ganancias, pues ya andaba detrás de él antes de ser empresario. Ah, y diga usted que he dicho yo, Indalecio Mosquera, que no habrá quien gane un perro chico, porque será imposible, el día que desaparezca lo del concierto económico.

  - Pues usted, según oído, no ha olvidado los tiempos en que fue empresario Plaza de Toros de Madrid.
  - Ni los olvido... allá veremos, cuando termine la guerra... para estas fechas ya debería yo ser empresario de una plaza en Madrid, pero no hay quien pueda con la Diputación... Y eso que tomaba parte en el negocio la mayor influencia de España...

  - Dicen que el Conde de...
  - Ese mismo. Con objeto de no alarmar, ¿sabe usted? a más de Plaza de Toros pondríamos campos de "sport", etc., y lo llamaríamos el "Parque Luna", como ese inglés... Pero...

  - Era en el hipódromo, ¿verdad?
  - Sí... Pero...
  Y no dijo más. A buen seguro que interiormente dio las gracias al criado que vino a avisar que la comida estaba en la mesa.
  - Dispénseme... Hoy comemos pronto por ser mi santo. Si usted gusta...
  - Mil gracias, don Indalecio; que aproveche... y que lo celebre usted durante muchos años.
  - ¡Oh! Ya no serán muchos... ¡Tengo más de sesenta!...
  Dijo esto con un tono de tristeza que me conmovió.

  Luego, con tal ironía que me hizo sonreír a mi pesar, explicome:
  - ¡Mi santo es bobo! Ahí dentro tengo una imagen suya, con las barbas rubias... ¡Tiene una cara de bandido!... Bueno; pero no es santo, ¿eh? Según he oído, San Indalecio no existe...
  Y me acompañó hasta la cancela de la puerta del jardín, diciéndome, en contestación a cierta pregunta mía, que no era ni había sido jamás aficionado a la tauromaquia, de cuyo arte no entendía ni media palabra.
  No era fácil adivinar la verdad en la enigmática inmovilidad de sus microscópicos ojos de color uva...
  ¡Era el hombre de las gafas de oro!  

Don Indalecio Mosquera en su despacho
 

martes, 3 de diciembre de 2013

El toro, ¿materia prima artística?

Dicen en la Escuela de Tauromaquia de Cultoro:
 
 
Y añade Adolfo Bollaín:
 
Se ha dicho en letras de molde que el torero tiene derecho a elegir sus instrumentos de trabajo, como el pintor elige los mejores pinceles y pinturas para pintar sus cuadros. Y esto es verdad, conformes. El torero tiene derecho a elegir los mejores capotes, muletas y estoques, que son sus instrumentos de trabajo. Pero ¿el toro? El toro es el cuadro a pintar. ¿Qué mérito daríamos a un pintor que, con los mejores pinceles, puesto ante el lienzo, se limitase a pintar un aro, por ejemplo? Y, ante otro lienzo, otro aro. Y ante otro, otro. No; el pintor que elija siempre como asunto para sus cuadros un aro, no puede ni debe cobrar treinta mil duros por sus otras. Hay que elegir asuntos más difíciles. Y en el toreo, el toro no es instrumento de trabajo; es asunto. Y tiene más mérito pintar Las Meninas que pintar un aro.
 
 

lunes, 2 de diciembre de 2013

Palomito, de Veragua


Palomito

de Veragua, lidiado el 15 de marzo de 1874

En la corrida extraordinaria verificada dicho día, en la Plaza de Madrid, fue lidiado en sexto lugar Palomito, que hirió en el muslo derecho al valiente espada Manuel Fuentes (Bocanegra), al meter el brazo para darle la estocada * Anteriormente Palomito, había saltado al callejón, cogiendo a un celador de policía urbana, que también fue retirado a la enfermería.


Manuel Fuentes "Bocanegra"

miércoles, 27 de noviembre de 2013

Público de Madrid (II)

Una bronca
 
  La Monumental de Las Ventas, a pesar de sus avatares, tiene consolidada su categoría de primera plaza del mundo. No es por su aforo, ni por la amplitud de sus instalaciones, ni por las calidades arquitectónicas del falso mudéjar -muy discutibles, por otra parte-; ni siquiera porque se encuentre en la capital del reino. Esa categoría se la ha dado su clientela habitual, una masa de aficionados conocedores profundos de la tauromaquia, verdaderos enamorados de la Fiesta, exigentes y apasionados. Precisamente el rigor de la afición madrileña es lo que suscita las desaforadas críticas de los taurinos profesionales, lo que no les impide reconocer -principalmente los toreros- que un triunfo ante estos aficionados no tiene parangón con ningún otro.
  Lo suelen decir muchos toreros en privado, y a veces también lo declaran así a los medios de comunicación. Un espada de modesta trayectoria que cuajó una excelente faena en Madrid y al concluirla ya se había convertido en figura, relataba así el recuerdo de aquella tarde y otras que siguieron de la siguiente manera: "Cuando empiezas a cuajar una buena faena en Las Ventas se produce un run-run indefinible en los tendidos. Te das cuenta de cómo el público se está apercibiendo de qué pretendes, de que estás acertando en el planteamiento, y sólo con eso ya reacciona de forma ostensible, empieza a entregarse y lo manifiesta, y te entra entonces un verdadero escalofrío. Luego, los olés son de tal naturaleza, que te sientes elevado a la gloria y no te cambiarías por nadie en el mundo".

  Es muy curioso también observar las reacciones del público durante una de esas faenas que se desarrollan con éxito. Cada tanda de pases la corea con los correspondientes olés, es cierto, mas no todos los olés son iguales; incluso algún pase puede quedarse sin olé. Porque el aficionado madrileño goza con el buen toreo, pero también lo somete a análisis y matiza sus sanciones. Es como si el diestro estuviera sometiéndose a examen y la afición examinadora lo fuera calificando: este primer pase un 10, el siguiente un 9, el tercero un 10, el cuarto un 5 por los pelos, el quinto vuelve a subir la nota... Y así los olés son tan largos y fuertes o tan débiles y cortos cuanto merezca cada ejecución de la suerte a juicio del tribunal examinador. La afición madrileña, puesta a corear faenas, constituye todo un espectáculo.
  Algo parecido ocurre con las protestas. La afición madrileña está vigilante de todo, desde que se abre el portón de chiqueros y salta el toro a la arena hasta su arrastre. Es una afición ojo avizor. En ninguna plaza de España se produce un considerable alboroto, de súbito, porque un banderillero llama la atención del toro desde el callejón, o porque un diestro no está correctamente colocado en el tercio de banderillas, o porque el matador de turno se sitúa a la derecha del caballo durante la suerte de varas. "¡Ese torero a su sitio!", es voz habitual en los tendidos de Las Ventas. Naturalmente, en ninguna otra plaza se oyen tampoco lo vozarrones de denuncia por cuestiones técnicas, como "¡El picooo!", "¡No ahogue la embestida!" o "¡Haga usted el favor de ligar los pases!". Los aficionados madrileños son de la opinión de que lo cortés no excluye lo valiente;  a los toreros los llaman de usted -incluso a los monosabios también- y, si recriminan, lo hacen en el marco de las más exquisitas reglas de la urbanidad y la buena crianza.
  Siempre puede haber patosos en el tendido venteño, o algún espectador de temperamento incivil, como en todas partes, pero en estos casos la afición lo margina y estaría dispuesta a expulsarlo del venerable recinto. "¡Fuera de la cátedra!", le suelen decir. Cuidado aquí, sin embargo, pues la expresión no es ociosa. El término cátedra lo emplean muchos aficionados con auténtico convencimiento. No es, exactamente, que ellos se crean catedráticos y en realidad no se lo creen; es que le reconocen a Las Ventas la condición de cátedra del toreo. No es ocioso subrayar el matiz.

Atormentado, de Palha, arrancándose al caballo en el San Isidro 2008. Foto Josemi
 
  Precisamente por no matizar -y por auténtica mala fe- algunos taurinos han pretendido establecer una competencia de la afición madrileña con la habitual de la Maestranza de Sevilla, y ya dentro de ese discurso, han fabulado un desdén maniqueo hacia los aficionados sevillanos por parte de los de Madrid, que ni existe ahora ni se ha conocido jamás. Antes al contrario, la afición madrileña siente gran respeto y admiración por el mundo taurino sevillano, su capacidad creativa, su riqueza ganadera, su plantel de excelentes toreros y la gran sensibilidad de los aficionados de la Maestranza. A mayor abundamiento, uno de los ídolos del público madrileño es Curro Romero, como lo fue en su época Pepe Luis Vázquez, el padre, y tiene ahora en gran consideración la asombrosa naturalidad torera de Pepe Luis Vázquez hijo, y dio a Manolo Vázquez una categoría artística que durante su primera época no había llegado a reconocerle en igual medida el público sevillano. Y ya, en época reciente, descubrió el arte de Fernando Cepeda cuando se presentó de novillero en Madrid, lo estuvo apoyando hasta mucho después de que tomara la alternativa en esta misma plaza, y elogió sin reservas su sevillanía. Todo lo cual se cita de manera indicativa y a título de ejemplo, naturalmente.

Joaquín Vidal; Los toros en Madrid.

lunes, 18 de noviembre de 2013

Público de Madrid

  En todas las manifestaciones de la literatura o el arte, allí donde el ingenio presenta sus obras a la multitud esperando el fallo, la multitud madrileña juzga con un criterio, con una elevación de miras, con una verdad que se impone siempre.
  Y es que entre esa multitud están los mejores artistas, los más concienzudos críticos, los más reputados literatos; está la masa que, a fuerza de ver a diario hermosas producciones de todo género, ha desarrollado el sentimiento estético, juzga por él y rara vez se equivoca. 
  Para que un pintor, un músico, un literato, un cantante, todo el que algo produce o algo significa en la sociedad tenga un nombre, es preciso que lo otorgue Madrid, y si con él viene de otras partes y aquí no se sanciona aquel nombre, aquella reputación, aquel valer, son puramente nominales, no se cotizan, resultan ilusiorios.
  Esto, que sucede en cualquier esfera donde la inteligencia y el arte se desarrollen, se verifica en mayor escala tratándose de la fiesta de toros.
  Por las visicitudes que ha tenido en Madrid y reseñadas quedan a grandes rasgos en este libro, el público madrileño ha llegado a identificarse de tal manera con nuestro espectáculo, que forma parte integrante de su manera de ser, y en todo tiempo las corridas de toros han influído poderosamente en este pueblo.
  Diríase que con ellas iba el engrandecimiento progresivo de la población.

  Al edificarse la Plaza Mayor, antiguo circo taurino de los caballeros, la corte se agrupó en derredor del coso, hiciéronse magníficas construcciones, la villa se engrandeció por aquel sitio.
  Parecía la fiesta el heraldo del progreso; y así como el vicio se anidaba en las cercanías de los monasterios, la civilización marchaba en pos de la Plaza.
  En el archivo del Ayuntamiento existe una cédula fechada en 28 de julio de 1541, en la que se ordena "que las casas de la mancebía pública, que están cerca de la Puerta del Sol, se trasladen a otro punto más distante y apartado del camino que va a los monasterios de San Jerónimo y de Atocha, a cuya solicitud se manda dicha traslación, para evitar los escándalos que presenciaban los fieles que concurrían a dichos monasterios".
  En contraposición a esta cédula hay otra de 1634, en la que el rey queda complacido de la conducta de la Villa, por el impulso dado "a las nuevas edificaciones junto a la Plaza Mayor".
  Cuando la fiesta de toros tuvo Plaza ad hoc fuera de la Puerta de Alcalá, Madrid se extendió por aquella parte, formándose la principal arteria de la población; y cuando ya enclavado el edificio taurino en una populosa barriada a la moderna, fue preciso trasladarlo al lugar que hoy  ocupa, el aumento de la Villa siguió hasta allí, dando valor inmenso a lo que antes no lo tenía y llevando a las clases acomodadas por aquellos sitios que parecían perpetuamente reservados a modestos merenderos.

Vista de la calle de Alcalá hacia 1760, por Antonio Joli. Al fondo la Plaza de Toros de la época y la Puerta de Alcalá predecesora a la existente

  Para estudiar al público de Madrid hay que acudir a las corridas de toros.
  En otro cualquier espectáculo, se halla, puede decirse, sólo una parte de aquel.
  En los toros está representado todo. Las clases sociales desde las más elevadas hasta las más pobres; así los grandes pensadores como las inteligencias más adocenadas; lo mismo las primeras jerarquías de la nación como el más humilde jornalero, asisten a las corridas con igual entusiasmo, y al entrar en la Plaza las categorías se borran, no hay más que aficionados y un espíritu esencialmente democrático reina en la fiesta.

  El público de Madrid es el más aficionado a toros de todos los pueblos, porque es el más inteligente en la materia. No se tiene afición a lo que no se entiende.
  Esa amalgama de personas que forman el público de nuestro circo descubre allí los diferentes caracteres que la componen, y en medio del bullicio de la fiesta, en la excitación que produce, no es posible sentir algo y no decirlo; tener determinadas simpatías y no expresarlas; abrigar una convicción y no ponerla de manifiesto; no hay medio de sustraerse a la tensión nerviosa que el espectáculo ofrece; hay comezón de hablar, de discutir, de comentar, y se entabla conversación con el vecino, aunque no se le haya visto en la vida, sin mirar quién es. ¿Está allí, sigue con interés la corrida? Pues es un aficionado, un igual.
  A este cambio de impresiones, a esta discusión llevan los unos su ingenio o su gracejo, los otros su práctica de ver toros o la experiencia de muchos años de afición; estos el sentimiento estético; aquellos sus arranques de varonil esfuerzo que quisieran comunicar en todo momento a los lidiadores, resultando de todo esto un conjunto de ideas grandiosas sobre la fiesta que no tiene ni puede tener ningún público, porque no entran en él tales componentes.

Paseíllo en la Plaza de la Fuente del Berro. El público aguarda impaciente
 
  Aquí son consideradas las corridas como un espectáculo que impone; en otras partes como una diversión en la que se pasan alegremente algunas horas.
  Salvo honrosas excepciones, la fiesta de toros en provincias causa penosa impresión a los aficionados de Madrid.
  Cuando un matador torea mucho por provincias sin hacerlo en Madrid, se resabia, adquiere vicios en el toreo, permítaseme la frase, que le hacen perder en la opinión de los aficionados.
  En la Plaza de Madrid se considera al espectáculo con toda seriedad. A veces tal vez con demasiada; no se transige con nada que tienda a convertir la fiesta en entretenido pasatiempo; se ve el mérito allí donde existe; se juzga la suerte bajo la impresión del momento; los denuestos lanzados a un torero se convierten en aplausos a los pocos minutos; sigue el público con tanto interés y tanta inteligencia todos los incidentes de la lidia que no pierde detalle; le entusiasma lo bueno, lo malo le exaspera y hace justicia a todos, hasta al toro. Cuando el animal ha sido noble y bravo y el matador no hace buena faena, se indigna con el diestro porque tal toro no merecía semejante muerte. A veces ciertos toros arrebatan al público y se aplaude al ganadero; en ocasiones se ha llegado hasta impedir que determinadas reses hayan sido muertas y cuando, como sucedió con el toro Jaquetón, esta especie de gracia de indulto se hace imposible, al sacar arrastrado al bruto se le tributa una ovación inmensa que alcanza en aquellos momentos a toda la ganadería.

  El público de Madrid se equivoca pocas veces; lo que aplaude es bueno, lo que censura es malo.
  Cierto que en ocasiones la ignorancia de los menos, cuando alborotan, se impone a la inteligencia de los más que callan; pero esto dura muy poco, el arte triunfa al fin, los ignorantes quedan derrotados, las revistas taurinas que, en medio de sus defectos (no todas), han llevado la lidia en Madrid a su verdadero terreno, se encargan de fustigar a los ignorantes, la lección surte efecto y poco a poco se halla menos que censurar en el público madrileño.

Pascual Millán; Los toros en Madrid, estudio histórico (1890)

sábado, 16 de noviembre de 2013

A los toros

Alcahuetas y cesantes, pícaros y bohemios, ciegos y lisiados, con donaires y lástimas, dan tientos a bolsa ajena. El gentío de a pie, con el sol en la espalda, sube hacia la plaza esparcido por las dos aceras. Endrina y garbosa, ondula la gitana prometiendo venturas. Sobre un penco trota el picador, amarillo jinete, con el azul monosabio a la grupa. Un ciego pregona el romance del Horroroso Crimen de Solana. En la imperial de los ómnibus, chungas y algarabías, calañeses y peinetas de teja, bastoneo y pataleo, luces morenas. El mayoral arrea el tiro de mulas. Bailan borlones y cascabeles. Restalla la fusta. Avinados berridos blasfemos. En torno de la plaza tumulto de ruedas y caballos. Humo de fritangas:
¡Agua, azucarillos, aguardiente! ¡El programa de la corrida! ¡Agua, azucarillos, aguardiente! ¡Claveles! ¡Claveles! ¡Claveles! ¡Patitas de bailaor, déjame una mota!
Moscas y polvareda. Negrea el tendido en las entradas de la plaza. Disputas taurómacas. Impacientes empellones.
¡Naranjas! ¡Naranjas! ¡Fresa! ¡Fresquita!... ¡De la Fuente del Berro! ¡Aleluyas de don Perlimplín! ¡Risa para un año! ¡El programa de la corrida! ¡El horroso crimen de la Solana!

Ramón María del Valle-Inclán



lunes, 4 de noviembre de 2013

Rafael el Gallo, broncas por ovaciones

23 de junio. Lluvia de almohadillas

Gallito y el tendido 8


  La figura torera del día, pese a los eternos detractores de todo el que se encumbra, une a sus méritos artísticos detalles casi relegados al romanticismo taurino.
  En estos tiempos de pesetas a porrillo y contrata en blanco, es una verdadera anomalía el gallardo espectáculo del desquite en una fiesta como la de los toros, toda pasión y entusiasmo.
  ¡El desquite! He aquí la faena que ha mantenido la afición en todos los tiempos y ha consolidado más de una vez una reputación taurina.
  Los anales del toreo están salpicados de hechos, verdaderos acicates de la pasión por la fiesta de toros.
  ¿Quién no ha oído mil veces el caso de la campana de Lagartijo en la plaza de Sevilla?
  ¿Quién no recuerda clamorosos desquites de Frascuelo, Mazzantini, Espartero y Guerrita?
  ¿Y quién, al escuchar tales hazañas, no evoca tiempos mejores que no tienen la prosaica monotonía de nuestra época? 
***
 
 Si Rafael el Gallo no tuviera en su haber los copiosos laureles de una campaña lucidísima, justificaría un partido con el solo fundamento de sus famosos desquites.
  Un toro al corral, el mayor de los ludibrios, tiene como compensación a los tres días una faena soberana, única indescriptible.
  La condenación unánime, contundente, de todo un tendido, se trueca en ocho días en clamorosa apoteosis del torero artista.
  Y la discusión que encumbra y la diatriba que da reclamo, viene como consecuencia lógica de tales hechos.
  Pública es la repulsa hecha al lidiador gitano por el tendido 8 de la Plaza de Madrid, durante la tarde del 23 de junio próximo pasado.
  Un juicio de faltas en el que quedó demostrada la sinrazón del respetable, parecía haber abierto un abismo entre el torero y el público del tendido 8.
  Y he aquí que Rafael Gómez sale a torear al domingo siguiente, y retando a sus enemigos, que no otra cosa fue el brindis al huraño tendido, realiza una faena de muleta sólo comparable por su adornada elegancia a otra notable del mismo torero: la famosa del día de San Isidro.
  Los detractores del gitano, los hombres de las almohadillas, los condenados material y moralmente por el Tribunal municipal, no obstante el rentoy, batieron palmas ante el mérito indiscutible de la labor de Gallito. La paz entre los enemigos quedó firmada por obra y gracia del arte y el clasicismo torero.
  Sobre el mismo suelo que hollaron en otra tarde dos docenas de almohadillas, rodaron en esta los sombreros que tributaban al héroe el triunfal homenaje.
  Las viñetas de estas planas dan gráfica idea del contraste entre ambos casos, que pintan la especial idiosincrasia de un torero.
 
*** 

30 de junio. Lluvia de sombreros




  - Otra vez Gallito -estamos oyendo decir al lector malévolo.
  Sí, querido amigo, otra vez Gallito, porque él, y solo él, con sus triunfos, sus fracasos, sus desmayos, sus desquites, su despunte sobre lo vulgar, en una palabra, justifica la supremacía de su nombre en la publicidad taurina.
  ¡Y ahora, llámennos ustedes gallistas!... que es lo mismo que si llamaran demócrata a El Universo porque en su sección política habla de Canalejas...
 
The Kon Leche, edición del 7 de julio de 1912

domingo, 3 de noviembre de 2013

100 entradas y un Victorino

100entradas100 en Dominguillos. Cambio de imagen aunque misma línea e independencia.
Y de regalo la lidia de un Victorino en la llamada "corrida del siglo", por el maestro Luis Francisco Esplá; sí, maestro, esto es, dominador de todas las suertes y de todo tipo de toros. Sirva como ejemplo la lidia de este ejemplar, desde salida hasta la estocada final, con todo un compendio de suertes, recursos y adornos. Un pequeño muestrario de la grandeza sin igual del arte de lidiar toros.
 
¡Larga vida a Dominguillos y larga vida a la Fiesta de los Toros! 
 
 

 
  

 
 

viernes, 1 de noviembre de 2013

Barrabás, de Pérez de la Concha


Barrabás

de Concha y Sierra * Motivó la pérdida del ojo derecho al valiente espada Manuel Domínguez
Lidiado Barrabás en el Puerto de Santa María el 1º de junio de 1857, peleó con excesiva blandura, llegando a muerte receloso, y al atacarle en tablas, el Sr. Manuel dio una estocada muy trasera, siendo enganchado por debajo del brazo derecho, y al sacudirle en el derrote Barrabás, fue cuando notó el buen matador Domínguez (según relato del propio interesado a quien esto escribe), que había perdido el ojo derecho; pues si bien, ya en el suelo, recibió otro puntazo por debajo de la mandíbula, cuando ocurrió esto tenía dicho ojo fuera de su órbita.
-o-
Nota: Nos advierte Antonio Pineda, perspicaz aficionado, que el hierro de Barrabás se corresponde con Pérez de la Concha y, efectivamente, así es. Según he observado, los autores de la época llamaban Concha y Sierra a la ganadería de Pérez de la Concha, habiendo sido creada ésta por don Joaquín de la Concha y Sierra entre los años 1824/1830, quien ponía a sus toros divisa celeste y rosa. No cabe duda que de este extremo se trata, pues la ganadería de Concha y Sierra que a día de hoy conocemos no se creó hasta el año 1873, por don Fernando de la Concha y Sierra, luciendo divisa blanca, negra y plomo. Quede constancia.

jueves, 24 de octubre de 2013

Chanito, picador de toros

Portada del 7 de diciembre de 1905 (obsérvese el lustre que luce el toro mexicano de la época, igualito que ahora)
 
  En esta ocasión vamos a dar unas breves pinceladas sobre uno de esos picadores heroicos previos a la instauración definitiva del peto en 1928, se trata de Manuel Fernández Santillana, conocido en el mundo taurómaco por Chanito. Manuel fue el menor de una familia de nueve hermanos nacidos en la calle Capitán nº 18 del Real Sitio de Aranjuez, el tercero de una saga de picadores con renombre y hermano de Antonio Fernández Santillana, el primer aviador de España, quien perdió la vida en un accidente de vuelo en diciembre de 1909 en Francia, cuando contaba con 43 años.
  El primero de los hermanos dedicado a la gallarda y, por aquel tiempo, sufrida profesión de picador de toros, y quizá el más conocido, fue José, motejado Pepe el Largo. Debutó en la Plaza de Toros de Madrid en el año 1988, y militó en la cuadrilla del señor Mazzantini y en la de Bonarillo. Hay más andanzas de Pepe el Largo relatadas brillantemente en este artículo de Festivales de España.
 
 
Vivienda de la familia Fernández Santillana en la villa arancetana. Foto actual tomada por un servidor
 
Cuadrilla del señor Mazzantini. Chanito destocado y Pepe el Largo con el castoreño calado, entre los peones (foto La razón incorpórea)
 
  Prosiguió la saga de los hermanos picadores Salustiano, anunciado en los carteles como Chano. Éste ejerció la profesión de varilarguero, tras algún escarceo como torero de a pie, en la cuadrilla de matadores de la talla de Mazzantini, Villita, Lagartijillo, Lagartijillo chico, Bombita, El Gallo, Belmonte, Armillita y Valenciano II, entre otros. Y según cuenta Cossío fue uno de los últimos, quizá el último picador que usó moña, añadido y coleta, y no ha abandonado jamás en la calle el llamado sombrero ancho, cordobés o sevillano. Sufrió duras caídas, con las consiguientes fracturas, y alguna cornada de importancia que, naturalmente, amenguaron sus facultades físicas. Falleció en Madrid el 28 de enero de 1945.
 
  Y llegamos a nuestro protagonista, Manuel, como todos sus congéneres nacido en la ciudad ribereña del río Tajo, el día 10 de mayo de 1878, quien según refiere José María de Cossío en su extraordinario tratado, llegó a la profesión por influencia de su hermano José Fernando, trabajando como monosabio en las caballerizas de la Plaza de Toros de Madrid, en cuyo oficio permaneció dos años. En ese tiempo consiguió hacerse un excelente jinete y comenzó a picar en provincias, trabajando por primera vez en una corrida organizada para librarse del servicio militar, en la que estoquearon Vicente Pastor y Joaquín Leonor. El 21 de septiembre de 1902 tomó la alternativa de picador de toros en Madrid de manos de Rafael Alonso, El Chato, día y corrida en que tomó la alternativa de matador de toros Vicente Pastor de manos de Luis Mazzantini.
  Sufrió varios percances a lo largo de su vida torera: una cornada de 12 centímetros en el axilar derecho, otra de 19 centímetros en el muslo derecho y la luxación del peroné de la pierna izquierda. Perteneció a las cuadrillas de Mazzantini, Lagartijillo, Litri, Quinito, Vicente Pastor y Regaterín. En el año 1908 figuró en la de Rodolfo Gaona, y en el último año de su vida, en la de Dominguín. Murió en Madrid el 30 de noviembre de 1920, cuando contaba cuarenta y dos años de edad. Manuel Fernández ha sido picador de grandes dotes físicas, buen jinete y gran dominador de los toros. La afición le aplaudió calurosamente sus faenas y tenía en ella grandes simpatías. 

Sol y Sombra del 15 de mayo de 1902. Instantáneas de Carrión. Este ejemplar, según el cronista, se colaba por el derecho y cogió a Guerrerito, siendo volteado y campaneado sin consecuencias, tras varios pinchazos y estocadas envainadas, el coleta escuchó los tres avisos

  Vemos una actuación de Chanito en estas fotografías, en la octava corrida de abono afectuada en la Plaza de Madrid el día 11 de mayo de 1902, a las cuatro y media de la tarde, con toros de Miura. Segun Cossío, Chanito tomó la alternativa de picador en septiembre de 1902, sin embargo, aquí le vemos desempeñando en el mes de mayo, y llevándose alguna costalada, bajo las órdenes del matador de toros Guerrerito.

  Reproducimos seguidamente, además de la historia de Chanito, los comentarios previos que Pascual Millán hace en la crónica del festejo, antes de entrar en materia sobre la labor de los toreros, con el título de Juicio Crítico; dos palabras éstas llenas de significado, que nos vienen a decir, por sí solas, porqué derroteros va el espíritu de la reseña. Juicio Crítico, igual que los toros de Atanasio, los Urcola o los Vega-Villar, en peligro de extinción a día de hoy.
  Pascual Millán en Sol y Sombra, con su fina y mordiente pluma:

  Se verificó la octava corrida de la serie y primera del segundo abono tal como se había anunciado.
  Aquí no hubo cambio ni transformaciones: no se indispuso ninguno de los toros ni se quedó por ahí ningún maestro.
  Fueron éstos Quinito, Guerrerito y Machaquito, todos itos como ustedes ven; es decir, todos diminutivos. Ahora no se estila otra cosa.
  Y es lógico que diminuteen los que tan chicos y tan poca cosa resultan con los trastos.
  Cuando existían toreros grandes, no se conocían estos itos e illos que denotan pequeñez. Los matadores se llamaban Montes, Chiclanero, Cayetano Sanz, Cúchares, el Tato, Lagartijo, et sic de coeteris.
  Si había algún ito, como el de Antonio Carmona, era una excepción, y el del diminutivo valía ciertamente un imperio.
  A torero chico, alias chico. Es de rigor.

De los picadores, Chanito. Este fue objeto de una verdadera ovación picando al segundo. No se echó al toro por delante, ni castigó ni practicó con el caballo esa especie de verónica que Montes exige; pero estuvo valiente, entró derecho, agarró corta la vara y se fue al toro como un hombre

  Pero volvamos al punto de partida: los tres itos que figuraron en la octava de abono corresponden a Joaquín Navarro, Antonio Guerrero y Rafael González.
  Los toros fueron de Miura.
  ¿Cómo aquellos de la primera de abono? Eso hubiéramos querido; pero ya dijo aquel filósofo que sabía más latín que el Buñolero: non bis in idem: "dicho" que andando el tiempo había de parodiar Napoleón con su frase de: los toros se suceden y no se parecen.
  Los miuras que tanto gusto dieron a los señores hace mes y pico, estaban recriaos por Niembro en La Muñoza; los del domingo viniveron al natural y D. Eduardo nos hizo un flaco servicio. Tan flaco, tan esmirriado y tan liviano como aquellas reses tísicas, feas, escuálidas y raquíticas que con un tupé digno de mejor causa envió a Madrid.
  Muy mal, señor ganadero: ni aquellos eran toros, ni toros parecían.
  Muy mal, Sr. de Miura: animaluchos así no se venden para una plaza de tronío.
  Muy mal, señor criador de reses: un hombre de un poquito amor propio vacuno (permítame usted la frase), antes de enviar eso a la capital de España, lo entrega al brazo del matarife y contribuye en la medida de sus fuerzas al abaratamiento de la carne.
  Aunque matarifes por matarifes, quizá haya usted preferido los que gastan coleta.
  En quinto lugar salió un feto indecoroso, mezcla de chiva y burra de leche, que partía los corazones.
  El público protestó escandalosamente y con justicia; pero como el escándalo de la protesta fue platónico, como todo se tradujo en gritos y en llamar curro al presidente (¡pobre señor!), como ya no hay agallas para otra cosa, la lidia siguió, el toro fue arrastado y hasta la primera.
  ¿Y el muy grande, ilustre y magnífico jefe de la provincia?
  Bueno; gracias: ahora le preocupa mucho eso de la crisis y no es ocasión de andarse con pitorreos.
  ¿Y el empresario? Ese no tiene la culpa; paga una enormidad los bichos, pide toros y le envían cucarachas. Es el primer chasqueado.
  Ahora, que si hubiera un buen reglamento o se cumpliese el que existe, otro gallo nos cantara. Y así todos cantamos la gallina.
  ¿Qué? ¿Que la chiva tenía la edad reglamentaria?
  No lo creo: venga la mandíbula a ver si me convenzo, y después de convencido diré:
  - Pues aunque aquel toro contase, no los cinco, sino los cincuenta, por su facha y por su pequeñez debió rechazarse.
  Y hemos terminado.
  Las seis alimañas corridas aguantaron 35 varas y 5 refilonazos, por 12 caídas y 5 soleres insepultos.


Al primer bicho se lo habían mosqueao los banderilleros a fuerza de entrarle con prudencia y salirle en falso una vez sí y otra también. Asi es que el Miura, que desde el primer momento anduvo descumpuesto de cabeza, llegó con ese feo vicio a la muerte

Siguió la brega malamente, fue el trapo dos veces por el aire y seguimos sin ver un torero. En cambio, vimos un matador: Machaco se tiró muy bien, y con aquello (le perdono el pasito) soltó una corta, en las mismas agujas, de éxito seguro

   En estas dos fotos añadidas vemos el trapío de las reses que tanta crítica llevaron por parte de Pascual Millán, aunque no vemos el toro quinto, el del escándalo, nos hacemos a la idea del tipo de toro que predominaba en Madrid en el intervalo que va del Guerra a José y Juan.
   Buenos tiempos para ver toros cuando no hay figuras quitando y poniendo, más de lo primero que de lo segundo. 

lunes, 21 de octubre de 2013

Fotografías de la retirada de Bombita

Buceando por la red he dado con algunas fotografías más de la retirada de Bombita pormenorizada en la anterior entrada, todas ellas extraídas del blog Historia urbana de Madrid. Por su interés las copiamos aquí para gozo y disfrute de la afición.
 
"Bojilla" ayuda a Bombita a enfundarse la chaqueta de torear. Foto Campúa


La tarde era espléndida, llena de sol y más estival que de Otoño. Y la entrada colosal y demostrativa de lo mucho que Madrid quería al que se retiraba. / Foto tomada por Alfonso desde un aeroplano pilotado por el Sr. Menéndez, miembro de la Escuela Nacional de Aviación



A la salida de las cuadrillas, Bombita fue recibido con una gran ovación, a la que correspondió Ricardo saliendo hasta los medios
 
 
Cogió después los trastos por vez postrera en su vida de lidiador; brindó a la reina; hizo lo propio frente al 1, y luego, en el centro de la plaza, despertando honda emoción y dejando allí la montera, lanzó su último brindis, empezando la faena con un gran pase cambiado...
 
 
 Pero lo esencial, como ya hemos dicho, lo que hubo de verdadero relieve, fue el momento emocionante de la despedida, cuando los toreros con traje de calle, con trajes de luces, se precipitaron a saludar a su compañero