lunes, 2 de junio de 2014

Lirio, de Montealto


Número 4, guarismo 0, 568 kilos de peso. Castaño de capa, bien hecho, largo, rematado, de prominente morrillo, bien colocado de armas, tremendamente serio.

 Este ejemplar ha protagonizado el puyazo más emocionante y bravo en lo que va de feria. Llegó al cite del picador, se creció al sentir el hierro y empujó codicioso, romaneando y empotrando la cabalgadura en tablas. Allí afianzó los cuartos traseros mientras el picador castigaba, empujando derecho, con los riñones, echándose a los lomos a caballo y jinete. Se enceló ciego de furia con el penco, haciéndolo rodar, lanzando un haz de cornadas. Varios capotes trataban de distraerlo, los monos lo coleaban, otro tiraba del pitón con todas sus fuerzas. Nada, Lirio parecía una estatua de mármol, ciego, fijo en su presa. Pasaron un par de minutos, quizá tres. Salió de allí detrás de un capote, haciendo tomar el olivo a un peón. Caballo y picador hubieron de retirarse, maltrechos los dos, aquel con una soberana paliza y probablemente alguna cornada, este con un tremendo costalazo. Había que verlo nuevamente, desde la distancia, en la contraquerencia, pero Alberto Aguilar no movió el caballo reserva, nos hurtó la bravura de Lirio llevándolo a terrenos de la enfermería, acudiendo pronto a la pelea y, en medio de la confusión, saliendo rápido del encuentro. En banderillas persiguió obligando a los banderilleros a brincar al callejón, asomando Lirio la gaita más allá de las tablas, buscándolos. De repente, cuando empezábamos a ver en Lirio la aparación de la Santísima Trinidad, se paró en la muleta de Aguilar, frente al burladero del seis, entre las dos rayas. El animal llegó desfondado, aplomado, agarrado al piso. Un verdadero fiasco. Sin embargo seguiremos porfiando, aún nos quedan unos interesantes días de feria, la afición es inquebrantable. 

En busca del toro bravo...


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