martes, 16 de diciembre de 2014

Otros tiempos

  Me había hecho con seis entradas para los toros. Tres de ellas eran barreras, la primera fila junto al ruedo, y las otras tres eran sobrepuertas, asientos con respaldo de madera situados hacia la mitad del tendido. Mike pensaba que era mejor que Brett se sentara un poco lejos de la arena la primera vez que asistía a una corrida y Cohn quería estar con ellos. Bill y yo nos sentamos en la barrera, y la entrada sobrante se la di a uno de los camareros para que la vendiera. Bill le explicó a Cohn lo que tenía que hacer y cómo debía mirar para no impresionarse con los caballos. Bill ya había visto una temporada de corridas.
- Eso no me preocupa -respondió Cohn-. De lo que tengo miedo es de aburrirme.
- ¿De veras?
- No mires a los caballos después de que el toro los haya corneado -le expliqué a Brett-. Observa cómo ataca el toro y cómo el picador trata de mantenerlo a distancia. Pero si alcanza al caballo, no lo mires después de que haya recibido la cornada hasta que esté muerto.
- Estoy un poco nerviosa solo de pensarlo -dijo Brett-. Me preocupa saber si podré resistirlo hasta el final sin ponerme enferma.
- Lo soportarás. Lo único que debe preocuparte es esa parte de la corrida en que los caballos pueden ser alcanzados por el toro. Y solo dura unos pocos minutos con cada toro. Si las cosas se ponen feas, no mires.
- No le pasará nada -dijo Mike-. Yo me preocuparé de ella.
- No creo que te aburras -añadió Bill.
- Voy a ir al hotel a buscar los prismáticos y las botas de vino -les dije-. Nos encontraremos aquí mismo. No os emborrachéis.
- Voy contigo -me dijo Bill. Brett nos dedicó una sonrisa.


El texto es de Hemingway, de la novela Fiesta. La fotografía es en la Plaza Vieja de Madrid, desconozco más datos, de Otto Wunderlich.

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