Gracias a @Descabellos y a @Pepe__Morata recuperamos el vídeo de la excepcional pelea que Bombito, de Miura, protagonizó en la Plaza de Pamplona en 1999, encelándose desaforadamente con el caballo. Mi agradecimiento más sincero por la disposición y generosidad de ambos, excelentes y apasionados aficionados, por subir a la red estas imágenes que habíamos perdido. Espero que no se vuelvan a extraviar, la pelea de Bombito, es esos ocho minutos, representa gran parte de la singularidad del toro de lidia y los atributos que encarna. La acometividad, el desprecio al castigo y crecerse a él, el poderío, la noble disposición de morir peleando, arrogante y vencedor hasta el último momento. La fiera al fin y al cabo. Bravura en todo su esplendor.
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De la crónica que hizo el maestro Joaquín Vidal, entresaco unas líneas que refieren la lidia de Bombito:
Todo esto desvelaba una bravura excepcional del Miura
llamada a levantar en su memoria un airoso monolito. La única reserva que podía
hacerse -no baladí- era que todo se estaba produciendo en la querencia de
chiqueros. El toro se arrancó allá, desde muy lejos, en cuanto vio aparecer al
picador con su castoreño y su instrumental acorazado, y ya no dejó de recargar,
metida la cabeza bajo el peto. Diez minutos así, aunque otros cronometradores
aseguran que fueron cerca de 15. Un caso histórico, en efecto. Y, mientras, el
capoteo, el coleo, el zarandeo e incluso la intervención de su matador Juan
José Padilla, que debió ponerse nervioso y tras tirarle al toro de un cuerno
sin ningún resultado, le dio de puñadas en la cara.
Uno duda de que un torero auténtico hubiese tenido jamás
semejante ocurrencia, ni siquiera por lo nervios. Y esta flagrante falta de
torería fue como una premonición. Cuando finalmente el toro acudió al espeso
revoloteo de capotes que le sacudían las orejas, lo propio habría sido llevarle
lejos de toriles y ponerle de nuevo en suerte para comprobar cuál era la verdad
de su bravura. Y, sin embargo, Padilla pidió el cambio, el público también, la
presidenta accedió y santas pascuas: nos quedamos sin ver al toro y sin la
posibilidad de erigirle el airoso monolito.