sábado, 2 de enero de 2016

Una oreja para el ganadero Manuel Gargía-Aleas

  Era la octava de abono en la Plaza Vieja de Madrid, el domingo 24 de Mayo de 1925. Componían el cartel Luis Freg, Julián Saiz "Saleri II" y Juan Anlló "Nacional II". Los toros, de la ganadería de Aleas, propiedad de Manuel García-Aleas Gómez. Por aquel entonces las reses jijonas que poseían ya habían sido cruzadas con el toro Luminario, del Conde de Santa Coloma, añadido en 1916. Después se añadieron ejemplares de Graciliano, José Escobar y Hernández Pla, y mucho antes, en 1830, se adquirió el toro Azulito, puro Vistahermosa, pues tenía el hiero de El Barbero de Utrera.

Manuel García-Aleas Gómez (1900). Foto: Company
  La corrida dio un juego memorable, aunque también paradójico, pues los tres primeros toros fueron de bandera pero en la segunda parte de la corrida se foguearon dos y el restante salió mediano. El ejemplar que abrió plaza fue premiado con la vuelta al ruedo póstuma, siendo despachado por Luis Freg de una estocada recibiendo que quedó para los anales. Corrochano la describiría de este modo en el diario ABC: "La suerte de recibir nos remonta a los origenes sobrios y secos del toreo. Es algo clásico y evocador que no se lleva y que apenas sabemos cómo se llevó, pero que, sin duda, fue como lo hizo Freg en el primer toro de Aleas. No se puede consumar mejor la suerte; modernamente nadie la consumó como él. Citó; no acudió el toro. Y, sin inquietarse, volvió a liar la muleta; citó otra vez, el toro partió rápido, y Luis Freg, sin moverse, le esperó, jugó admirablemente la mano izquierda, se le vio doblarse sobre el toro, meter el acero hasta dar con la mano y todavía sin moverse hasta que el toro -que pasó todo- le rozó con el cuarto trasero. Nunca vi esperar tanto a un toro, ni consumar más clásicamente esa suerte evocadora de los orígenes del toreo, para nosotros más leída que vista". Esta fenomenal estocada le valió la oreja.

  El segundo toro también se fue entre ovaciones, con vuelta honorífica al platillo. Previamente, "Saleri II" dejó un par al quiebro en el centro del ruedo que a decir de los cronistas no se veía desde tiempos de Gallito. Pero el momento por el que esta corrida ha quedado para la historia, fue a la muerte del tercero de la tarde, de nombre Malagueño, número 67, que por su comportamiento excepcional se le dio dos vueltas al ruedo y una vez en los medios, a petición del público, se le cortó la oreja que fue entregada al ganadero, el cual se encontraba en el palco número 9 junto con su familia, viéndose obligado a destocarse de su sombrero de ala ancha y corresponder la ovación enardecida de la plaza. No se puede afirmar con rotundidad dado que en los toros la historia es larga y nutrida en anécdotas, pero un hecho como este es más que probable que no se haya vuelto a repetir. 

Momento del corte de oreja de Malagueño. La Lidia
  Leyendo las crónicas se aprecia el notable cambio que dos colosos del toreo como Belmonte y Gallito inspiraron en los cronistas de la época, ninguno de ellos pormenoriza cómo fue el tercio de varas de tan célebre ejemplar, algo impensable tan solo diez años atrás. En La Lidia se limitan a comentar que: "Los tres primeros toros de Aleas fueron finos de tipo, terciados de tamaño, buenos en todo momento; se arrancaron de largo, recargando y llegaron a la muerte con toda la nobleza y bravura con que salieron; pero de todos ellos y de muchos de los toros que se han lidiado, merece especial mención el lidiado en tercer lugar, noble y bravo animal, que con dos medias estocadas y dos pinchazos se arrancó poderoso y con bravura al descabellarle; dos vueltas le dieron al ruedo entre delirante ovación; y fue cortada la oreja para el ganadero, en premio a la pelea hecha por el noble animal". 

Diferentes lances de la terna
  Corrochano escribió: "Nacional II se dio cuenta de que el toro tercero era de gran faena. Tan bravo y superior estaba el toro, que, después de entrarle cuatro veces, tomaba la muleta como la primera vez, y el público se volvía a ovacionar al ganadero. Estaba el toro para sacarle los caballos, y ver qué hacía después de herido cuatro veces. Si se pudieran hacer en las plazas estas pruebas radicales, cuántas cosas bonitas se verían. Nacional II hizo cuanto pudo, intentándolo todo con la derecha y con la izquierda, y algunos pases sueltos fueron muy buenos; pero el conjunto de la faena no respondió ni al toro ni a los propósitos, como lo prueba que la oreja fue para el ganadero. Y es que con estos toros, el toreo violento y forzado no es el adecuado; la suavidad y el temple es el estilo en que se torean bien estos toros, y eso lo saben hacer pocos toreros. Dio también la vuelta al ruedo, después que el toro, al que se le dio preferencia en los honores".

  El hijo del ganadero triunfador aquel 24 de mayo de 1925, Manuel García-Aleas Carrasco, comentaba en los años 90 que "cuando derribaron la Plaza Vieja, mi padre se ocupó de encontrar la barandilla del palco número 9, que durante 50 años hemos tenido en nuestra casa, y al trasladarla hace poco a la finca de El Quemadillo, nos la robaron, hecho que he lamentado, pues la pensaba donar junto con otros recuerdos al museo que hace poco anunciaron se piensa hacer en Colmenar Viejo".

Juan Anlló, Nacional II. Falleció poco después, en
octubre de 1925, a causa de una refriega con
aficionados que habían criticado a otro torero, en
 la plaza de Soria. El tema da para otro artículo...
  La legendaria ganadería de Aleas, que posee antigüedad del 5 de mayo de 1788, cuenta con numerosos días de gloria y también con otros menos afortunados, de ahí el dicho "a los Aleas ni los veas". Entre sus fechas señaladas, por ejemplo, están la del 15 de mayo de 1912, en Madrid, en la que Rafael El Gallo hizo una de las mejores faenas de su vida al toro Jerezano. O, esta más próxima, el 20 de septiembre de 1959, también en Madrid, cortándole las orejas Curro Romero al toro Regatero, número 4. 

   A duras penas sobrevivió a la carnicería y caza sistemática que sufrió el campo bravo madrileño durante la Guerra Civil; y en el año 1983, la vacada del hierro del 9, con cintas encarnada y caña, fue vendida a José Vázquez que, pasado el tiempo, acabaría liquidando lo santacolomeño, adquiriendo ganado bodeguero de Zalduendo y otras líneas. Frecuenta Las Ventas y suele salir insulso y falto de personalidad, noblón, destacando algún animal entre tanta vulgaridad. Muy al estilo actual.

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