miércoles, 4 de mayo de 2016

¡Qué vuelva el Toro!

Por su interés, ahora que se avecina San Isidro y enlazamos con las ferias de verano de primer nivel torista, como Pamplona y Bilbao (a punto de irse al garete), copio la editorial del La Voz de la Afición de octubre de 2015, de la Asociación El Toro de Madrid, y suscribo todas y cada una de sus palabras. 

¡Qué vuelva el TORO!

    Los toreros referentes del escalafón llevan tiempo menospreciando todo aquello que se escape del guión previamente establecido, reduciendo el abanico ganadero a dos o tres hierros a lo largo de toda una temporada, cuyo planteamiento resulta una burda caricatura del poderío que alguno tiene adjudicado por su círculo de loas. El toreo de cucamonas. El poderío de sota, caballo y rey; siempre que sean del mismo palo. Las consecuencias a la vista están, los ganaderos de otros encastes se ven en una encrucijada y si resisten es gracias a un esfuerzo encomiable por amor a la ganadería y la demanda de un núcleo determinado de la afición.  

Se ha impuesto de facto un solo tipo de toro, seleccionado por los principales espadas a imagen y semejanza en haciendas donde el ganadero es un mero colaborador. Un productor de reses de lidia donde la balanza torero versus aficionado solo se inclina de un lado.

En el imaginario del aficionado, las plazas de Pamplona y Bilbao, administradas en gran medida por comisiones de aficionados y seguramente gracias a ello, siempre se han visto como fortalezas inexpugnables, estancas al abuso de los mandamases del mundo taurino. Símbolos por excelencia del toro-toro donde no cabían concesiones. Estas son nuestras ganaderías, estos son nuestros toros, si quieres bien y si no también. Sin embargo, este verano hemos contemplado asombrados como estas ferias han sido sitiadas por las figuras y sus adláteres, instalándose en ellas el medio-toro. Ni los más pesimistas lo hubieran imaginado, pero así ha sido, la mona también ha llegado a esas plazas baluartes del toro en su máxima expresión y todo se ha desmoronado. Pamplona y Bilbao han claudicado. Pensando en positivo diríamos que solo es posible mejorar, puesto que hemos alcanzado el cénit de la decadencia.
No solo han cedido a la monotonía ganadera mencionada al principio, sino que han admitido corridas de toros propias de cosos de segunda categoría, toritos de escaso respeto, y en alguna ocasión de más que dudosa integridad en las astas, como ocurrió la tarde de Garcigrande en Pamplona, con El Juli, cómo no, anunciado en el cartel. Algunos son como Atila y su caballo, por donde pasan deja de crecer la hierba, o el toro, como es el caso.

La Semana Grande de Bilbao ha sido más sangrante si cabe, día tras día y siempre con determinados toreros, el medio-toro. Y fruto de estas corriditas propias de plazas portátiles se ha erradicado el tercio de varas, escenificando diariamente un paripé con los caballos. No hay nada que ahormar en un animal limitado, justo, sin poder ni fiereza. Los mismos jacos de Bonijol que más allá de los Pirineos deleitan con todo tipo de cabriolas, en Bilbao hacen la suerte mortecinos.

Nuestra plaza hace tiempo que se entregó a la tiranía de algunos toreros y son constantes los escándalos cuando hacen acto de presencia. Idas y venidas de camiones transportando reses, reconocimientos mañaneros, desmanes de apoderados, etc., es habitual los contados días que actúan ciertos coletas, todo por imponerse y echar el torito en vez del TORO. La realidad es que, desgraciadamente, las figuras no tienen vergüenza torera por demostrar este supuesto estatus, ni amor propio por establecer una conexión con la afición como hicieron tantos toreros, llamados “de Madrid”, sino que rehúyen acartelarse y las apariciones se limitan a una o dos tardes al año escrupulosamente calculadas. Domingo de Ramos, Resurrección, Dos de Mayo, Virgen de la Paloma, Feria de Otoño, Virgen del Pilar; nada, únicamente San Isidro. ¿Dónde está el respeto y la pleitesía hacia la afición venteña? Para colmo, el resto del escalafón vislumbra un futuro oscuro: los méritos en Madrid apenas aquilatan, las grandes empresas taurinas que dominan el sector hacen y deshacen en virtud a intereses particulares, menospreciando triunfos importantes.

Ante este panorama, quitar al torilero el vestido de torero ha sido todo el desvelo del sector, cuando fue costumbre y tradición en esta plaza desde tiempo inmemorial. El hombre que abre la puerta de la gloria o el fracaso viste ahora un atuendo campero que nada tiene que ver con la historia taurina de Madrid. ¡Y con eso hemos resuelto los problemas de la fiesta!

¡Qué vuelva el TORO!

Toro de saca de Murteira Grave. De su página de Twitter

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