De súbito, el PP de Castilla y León ha impulsado una ley que prohíbe la muerte en público de las reses en festejos populares, ayer la aprobaron en Las Cortes autonómicas. Esto significa dejar a Tordesillas en desamparo, sin que teóricamente puedan celebrar su fiesta como acostumbran desde hace 500 años, salvo prohibición franquista y alguna otra del mismo corte autoritario. El pueblo, principal afectado, no ha tenido la oportunidad de pronunciarse, ni siquiera en una de esas "consultas populares" que están tan en boga. El PP no lo llevaba en su programa, por lo tanto sus electores desconocían que esta medida pudiera llevarse a cabo. Ha sido un acto espontáneo y vil contra la libertad del pueblo, contra el festejo popular y, por extensión, contra la tauromaquia. Un ordeno y mando despótico, sin tomar en consideración la parte afectada, sin que tuvieran oportunidad de argumentar y defenderse, del que no se atisban los mecanismos mínimos como para poder llamarlo democrático.
Ya me dirán qué sentido tiene un festejo que consiste en correr un toro desde el centro del pueblo hasta un pinar a las afueras, para enfrentarse a él y combatirlo a muerte con lanza, si prohíben la muerte del toro. De las cornadas mortales que pueda dar a las personas parece que los políticos no han regulado nada, esto preocupa menos. Lo que era un rito en el que el hombre se enfrentaba al tótem ibérico por excelencia, en mitad del campo, ahora no sabemos muy bien lo que será. Imaginamos que embarcarán al toro en un camión, lo llevarán a un matadero y lo finiquitarán como una vulgar res de carne, en el anonimato, sin oportunidad de acometer y demostrar su braveza. Sin que nadie lo vea, que es el fondo de la cuestión de todo esto.
Cualquiera que ame la fiesta del toro, cualquiera que sepa cómo se sienten las fiestas y las tradiciones en los pueblos, cualquiera que haya estado en un festejo popular y haya pisado en la misma calle donde había un toro. Cualquiera que ame la libertad debería estar con el pueblo de Tordesillas y su Torneo del Toro de la Vega.
Esto no acaba aquí. La lucha continúa.
Aquí van algunos artículos que se han publicado sobre el tema.
Es largo, hay que leerlo con atención, pero es extraordinario. El mal es aquello que no puede prohibirse, del filósofo Jean Palette-Cazajus.
Si los ritos táuricos cruentos resultan hoy tan escandalosos es porque son la única manifestación publica de la muerte -¡hablo, claro, de nuestras sociedades!-, donde se exhibe sin tapujos, con su implacable evidencia yerta, bajo una luz cenital. En los ritos táuricos el acto de la muerte aparece desnudo, crudo, transparente a sí mismo y a la sociedad, sin antecedentes ni consecuencias, totalmente carente de odio, ni de ponzoñas sociales. Por su carácter público y ejemplar, por sus espacios privativos (la Plaza de Toros, la Vega de Tordesillas...), por su periodicidad (anual, en el caso que nos ocupa), la muerte del toro amansa el crimen intrahumano y lo arrastra fuera de la Polis.
Es esta exterioridad social de la violencia sobre el toro la que nos permitirá mostrar que la postura animalista es una impostura moral. Los hombres que matan toros no lo hacen con nocturnidad y alevosía sádica, la simple idea resulta grotesca. La muerte del toro es siempre un elemento necesario, pero jamás suficiente. Lo importante es cumplir con el ritual público normativo al final del cual se puede conseguir un prestigio social particularmente gratificante, siempre y cuando se respeten las ya citadas reglas y quien mate al toro lo haga con peligro de su propia vida.
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Hugues publicó una entrada en su blog de ABC, como acostumbra dispara directo y certero. Se titula Un acto de barbarie.
Así que se acaba con una tradición por decreto. Esto es un acto de brutalidad cultural que hiere también la sensibilidad, otra sensibilidad. No se acaba por el paso del tiempo, por la sustitución de una tradición por otras (los festivales, lamerle a tu gato con una espátula protésica que salía ayer en prensa, o las romerías futbolísticas…), sino mediante la prohibición. Jesulín protestó una vez con una profundidad de siglos, jesulinesca y honda: “Me opongo a a prohibición porque yo defiendo las tradiciones”. Lo dijo un hombre que tenía a Currupipi. La política se rinde así a un estado opinativo compasivo, gatófilo, pseudoanimalista.
En FestejosPopulares.net encontramos este artículo, escrito por Víctor Manuel Giménez Remón, con amplitud de miras hace una reflexión sobre la polémica y porqué debemos defender esta modalidad todos los aficionados. Tordesillas.
¿Qué es el Toro de la Vega? Una tradición ancestral que se celebra todos los años en Tordesillas el segundo o tercer Martes de Septiembre, dentro de sus fiestas patronales. Proviene del medievo cuando el hombre y la bestia medían sus fuerzas. El toro, como animal de culto y mito ibérico y el humano con su inteligencia. Se suelta en el pueblo el toro, recorre un par de calles y baja por el puente sobre el Duero. Al llegar a la vega, puede alancearse por los torneantes. Que son quienes previamente se han inscrito en el Torneo del Toro de la Vega y no superan la cincuentena. Si el toro traspasa el límite de la vega, se le deja vivo. Cosa que apenas ha sucedido, la verdad. Y es que, igual que sabe muy malo cuando se manipula contra lo taurino, no se debe tampoco engañar desde dentro. El toro va a morir con casi total seguridad todos los años. Es un rito duro, cierto, pero no es como se pinta, tiene muchos matices.
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