Toros de Palha para Fernando Robleño, Arturo Macías y Alberto Aguilar.
Se acabó. La esperada corrida de Palha, que se hizo de rogar tras el aplazamiento, significó el fin de temporada. Ocho meses desde aquel primer festejo en el que Curro Díaz abrió la Puerta Grande, hemos visto pasar de todo, bueno, regular y malo.
Se acabó. La esperada corrida de Palha, que se hizo de rogar tras el aplazamiento, significó el fin de temporada. Ocho meses desde aquel primer festejo en el que Curro Díaz abrió la Puerta Grande, hemos visto pasar de todo, bueno, regular y malo.
Buena corrida de toros en conjunto, hubiera dejado una visión muy distinta de haberse lidiado los superiores primero y segundo en otro orden. Por conformación, el encierro ha tenido dos mitades bien marcadas, los tres primeros, negros zainos, finos de cabos, con esqueletos contenidos y caras muy serias, tanto de pitones como de miradas. Serios, muy serios. Y los restantes, altos de cruz, con carnes y bastotes.
Inaceptable la lidia con los dos toros que abrieron el festejo, recibiendo ambos sendos puyazos de muerte merced a la entrega y el empuje con el que respondían, cumpliendo con creces en la muleta a pesar de ello. De haber puesto voluntad la infantería, a buen seguro hubieramos visto unos tercios de varas espectaculares. Otra vez será...
Robleño se fue de inicio a portagayola, inconcebible con lo corraleados que estaban los toros, hubo voltereta y afortunadamente solo sufrió una herida de caracter leve. Saltillo II embistió cadencioso desde salida, empujó fijo en el caballo largo tiempo en ambos puyazos, sin huir, y en banderillas parecía afligido, protestando y sin celo por los banderilleros. Se vino arriba y tuvo un buen pitón derecho y un izquierdo por el que tiraba hachazos. Robleño estuvo voluntarioso pero con excesivas precauciones por el pitón bueno, quizá fue más meritorio cómo obligo al toro a pasar al natural a pesar de que se le tiraba al pecho. Metió la mano hábilmente, dejando una estocada caída y tuvo que saludar, digamos que por una labor aseada.
El burraco, segundo de su lote, fue un manso declarado y una borrica en la muleta. Nada que reseñar.
Esta no ha sido la mejor temporada de Robleño, sin duda, habrá resurgimiento.
Macías se las vio con uno de los toros de la temporada, Saltillo I. De primeras parece que no quiere pasar, al caballo acude como un misil y empuja en dos varas muy largas en las que el picador se ceba en demasía. Quitaron Macías y Aguilar por chicuelinas, lo cual tiene más mérito por parte del toro. En banderillas saca un berreo como de manso y poca codicia durante el tercio. Pegajoso por el derecho, Saltillo I era un dechado de casta, queriéndola coger por abajo. En la segunda tanda Macías se ve superado por el toro y cambia de mano, percatándose que iba más templado por la zocata, lado por el que continuó la faena, siempre perfilado, en la oreja, pésimamente colocado. Le dio una estocada en el sitio, menos mal, porque un toro tan encastado no merecía un sainete a espadas, y tuvo una muerte muy aplaudida, siendo arrastrado por las mulas en medio de una gran ovación.
El quinto fue un negro mulato que salía despedido de los caballos y tuvo una embestida corta, sosita, pero con posibilidades. No en manos de Macías, que no tuvo el día.
Alberto Aguilar ha echado una gran tarde, siempre con la cabeza muy despejada. Empezó la faena con el tercero al natural, cosa nada desdeñable en los tiempos que corren, prevenido por lo que había observado durante la lidia. Se trataba de un ejemplar recortado de lámina, hecho cuesta arriba, con una cabeza pavorosa, que no puso mucho empeño en los caballos. Aguilar estuvo jugando con el toro, cambiando de mano varias veces, intentando desengañar el sentido que desarrolló rápidamente. Era un buen pájaro. Lo vi muy de verdad aunque en conjunto no consiguió imponerse sobre Yegüero. Metió la mano y dejó una estocada honda rinconera. Echó a los peones, despejando la zona, permitiendo que Yegüero tuviera una muerte preciosa, a los pies del matador.
Quita-sustos para cerrar la temporada, un toro grandullón que salió sueltecito del segundo envite en varas e Iván García lo sujetó con un capotazo que puso en guardia a la afición. Se encargó de la brega y seguramente tenga mucha responsabilidad de cómo quedó el toro para la muleta. Cómo sería aquello que se vio obligado a desmonterarse correspondiendo la ovación, él no quería. Ya en el tercio de muerte, Aguilar enganchó al publico en dos tandas iniciales muy reunidas y ligadas. Se puso con la mano izquierda y todavía lo hizo mejor, bordándolo al natural, siempre muy embraguetado. Una faena compacta y medida, con fundamento. Si hay que poner un pero es que muchos muletazos no consiguió rematarlos por abajo. No tuvo muerte la estocada ida que dejó y perdió una oreja por el descabello, no obstante, hemos visto el Alberto Aguilar de las grandes tardes.
Como has visto, la corrida ha tenido dos grandes toros, primero y segundo, mejor éste último; dos toros buenos, quinto y sexto, también, mejor éste último; un toro de sentido y un manso descastado, el cuarto.
Al señor Folque sólo le falta rematar los toros por la cola, salen con un borlón reducido que resta mucha seriedad al conjunto.
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