Vivimos un momento en el que se ha dejado de valorar la estocada, gracias, principalmente, a un público permisivo que ignora y prefiere una muerte rápida, de cualquier manera, a una suerte bien ejecutada. Se desprecia la suerte más grandiosa y arriesgada para el torero. Y es que, como dijo Hemingway: Un torero no será mejor que su público por mucho tiempo. Si éste prefiere los artificios a la sinceridad, en poco tiempo solo utilizará artificios. Ahí está, acaba de terminar Fallas, el 99% de los toros han muerto de un bajonazo y nadie ha dicho ni mú, no ha restado un ápice a la hora de obtener premios. Bajonazos que dicen mucho de cómo se ejecuta la suerte, es decir, saliéndose. Y los espadas tan contentos, percatándose que el alivio en una plaza de primera categoría, como si fuera un pueblo cualquiera, no resta.
Por ello, navegando por la web de David Cordero, tuve la suerte de toparme con esta fotografía suya. Es El Fundi en la feria de Pentecostés de Vic-Vezensac, en 2003. Uno de los mejores estoqueadores de la historia. Fíjense, el cuerpo del torero aún no ha rebasado la cabeza del toro de Cuadri y la espada ya está calada hasta la empuñadura, los pies en la arena, de puntillas, como hacía Gallito o Antonio Ordóñez en la ejecución de algunas suertes, y la muleta en el hocico, nada de tapar la cara del bicho alevosamente para darse ventaja como hacen ahora. No pude resistir la tentación de compartirla con los seguidores de este blog, que a buen seguro sabrán valorar como merece, no como hace el público de Valencia y la gran mayoría de los habitantes de nuestras plazas de toros.
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