Crónica para la web y el libro de crónicas de la asociación El Toro de Madrid.
Domingo, 25 de septiembre de 2022. Con un cuarto de entrada y tiempo
agradable y otoñal se ha celebrado una corrida concurso de ganaderías dentro de
la serie de festejos de cariz torista que vienen celebrándose los últimos años
en el mes de septiembre. Con toros, por este orden, de Juan Luis Fraile, Fermín
Bohórquez, Pallarés, José Escolar, La Palmosilla y Sobral.
Javier Castaño. Pinchazo saliéndose y estocada
delantera; SILENCIO. Estocada rinconera y unos diez golpes de descabello;
PITOS.
Rubén Pinar. Buena estocada ligeramente trasera,
SALUDOS. Estocada contraria; DIVISIÓN DE OPINIONES.
Gómez del Pilar. Estocada traserilla; SALUDOS. Pincha
saliéndose, estocada corta, pinchazo y estocada honda caída; SILENCIO.
Presidente: D. Ignacio Sanjuán
Rodríguez. Tuvo que cambiar el tercio de banderillas del primero de la tarde
con tres palos debido a la infinidad de pasadas en falso que llevaban los
banderilleros. Al primero de Juan Luis Fraile y tercero de Pallarés los cambió
con dos puyazos, uno por blando y el otro porque el picador Juan Manuel
Sangüesa lo inutilizó (esperamos que lo sancionara) cuando la premisa hoy era
de tres entradas al caballo.
Tercio de varas: Mal, muy mal. Solo
se salva la actuación de “Puchano” con el de la Palmosilla que casi puso más el
toro y el jaco de su parte que el propio picador. El resto han venido a machacar
a los toros sin valorar las condiciones, sin calcular que hay varias entradas y
posibilidades sobradas de ir ahormando al toro paulatinamente. Juan Manuel
Sangüesa, con el jugado en tercer lugar, arreó un leñazo al de Pallarés en el
brazuelo y lo dejó inútil para la lidia, sin ver que el toro se estaba templando
por momentos -embestía pastueño- y que no le sobraba alegría, quitándole todas
las posibilidades a su matador; esperamos que fuera sancionado por ello.
Cuadrillas: Marco Galán estuvo bien
con el capote todo el festejo, sin embargo los banderilleros Joao Ferrera y
Mariano Ruiz dieron un sainete y un ejemplo de incapacidad en la lidia de burel
que abría plaza. Por otra parte y a las órdenes de Gómez del Pilar, destacaron
Ángel Otero, con un primer par primoroso, y Pedro Cebadera, con el tercer toro
de la tarde siendo obligados a saludar.
Por orden de antigüedad de cada
hierro rompió plaza el toro de Juan Luis Fraile (Gañanito nº 84,
576 kg. 04/18; silencio y algún pito en el arrastre), de pelo negro y de
fachada más bien discreta, rehuyendo del capote de Javier Castaño y blandeando
en los primeros compases. Evidenciaba falta de fuerzas y, tanto fue así, que al
salir del segundo encuentro con el picador perdió las manos y el presidente,
meditándolo, se vio obligado a cambiar el tercio. Las opciones que pudiera
tener este Gañanito se fueron al traste conforme los banderilleros iban
pasando en falso, incapaces de dejar cuatro palos en lo alto, el astado
estiraba la gaita impidiendo que los rehileteros clavaran a la par que fue
desarrollando sentido y reponiendo las energías, de manera que cuando Castaño
cogió la muleta el de Juan Luis Fraile ya se sabía la tabla de multiplicar. Hay
que decir que la actuación del salmantino ha sido todo un desastre por falta de
pundonor y de capacidad, para replanteárselo. Recortó al toro en los lances de
inicio, le pajareó dos tandas por el derecho desde la lejanía, con muchas
precauciones y, sin enseñarlo al natural, se fue a por la espada para entrar a
matar a paso de banderillas, ¡menudo recital!
Continuamos con el ejemplar de Fermín
Bohórquez, elección que ningún aficionado se explicaba dado el pésimo
recuerdo que dejó en Madrid la última vez que lidió a pie, allá por el mes de
junio de 2018, dando una exhibición de invalidez y descaste. Embarcaron un toro
muy en el tipo murubeño, voluminoso, que atendía por Reducido (nº 47,
556 kg, 02/2018; tímidas palmas en el arrastre) y en los primeros compases dio
señales de su falta de fuerzas. En varas salió suelto en los dos primeros
puyazos, si bien en el tercer encuentro se queda y no se naja; en banderillas
se dedica a mugir y a abrir la boca observando parsimonioso como le ponen las
banderillas. Sin sorpresas, el toro se dedicó en la muleta a lo mismo que hizo
durante toda la lidia, es decir, a blandear. A esto hay que sumarle la buena
condición que tenía, así que Rubén Pinar estuvo ahí, machacón, dando muletazos y
más muletazos, una veces el toro perdía las manos, otras pegaba el derrote en
el trapo y, las menos, Pinar le pegaba algún muletazo de buen trazo. La
estocada, eso sí, fue superior y apreciada por los aficionados que le tocaron
las palmas por ello.
Para Gómez del Pilar aguardaba un
cárdeno de Pallarés de nombre Pantera (nº 92, 490 kg, 12/17;
despedido con aplausos), recibido con algunos reproches porque no aparentaba
gran cosa y, más todavía, después de que el ojo se acostumbrara al aparataje
del toro de Bohórquez. Esto se olvidó pronto porque Gómez del Pilar lo esperó
decidido en el tercio y le ligó un ramillete de verónicas de buen trazo, tres
medias y una larga llevándoselo a los medios que puso a la gente en pie. El
toro tenía una embestida muy templadita y humillada, asaltillada que dicen
algunos, lo vio toda la plaza menos Sangüesa que, sin venir a cuento, le arreó
un segundo puyazo en el brazuelo con dolo y premeditación que dejó al animal
medio cojo y manando sangre el resto de la lidia como un guarro en la matanza. Gómez
de Pilar quería lucirse con esa embestida dulzona, estaba a gusto, claro, y el
toro muerto en vida. Así que se pasó de faena y el toro terminó por echarse
merced a la escabechina de Sangüesa, quitándoselo de encima con una estocada
pasada y saliendo a saludar por el conjunto de su labor: capote, lidia en varas
y estocada.
José Escolar escogió un señor toro para esta
concurso, Minerito (nº 10, 587 kg, 10/17, división en el arrastre), de
apabullante trapío, terrorífica testa y mirada penetrante, recibido con gozo y
con aplausos por los aficionados como no podía ser de otra forma. No sabemos si
lo avieso de su condición era una cualidad que traía del campo o una creación
de Javier Castaño y su cuadrilla durante la lidia. Y es que ya desde salida
empezó dudándole mucho, incapaz de hacer que pasara en el capote y de enseñarlo
a embestir. Antes de que saliera la caballería Minerito ya había dejado
varios capotes para ponerlos en venta en el segunda mano. Era un pavo de
Escolar así que lo de las varas lo estábamos barruntando: le pegaron tres
buenos lanzazos, dos en el mismo agujero, sin que Minerito desarrollara
trazas de bravo, y todavía lo quiso llevar Castaño para que le arrearan un
cuarto puyazo que finalmente no se produjo. A duras penas consiguieron dejar
cuatro palos los peones y Castaño, que no lo veía por ningún lado, lo probó un
par de veces por el derecho −era un prenda por el izquierdo− y cogió la calle de en medio yéndose
a por la espada de verdad, sin someterlo ni machetearlo. Duro de patas, el
poderío de tamaño toro salió a relucir a la hora de morir, negándose a doblar
con una estocada en lo alto Castaño necesito una decena de descabellos para
acabar con la historia de este Minerito que, si bien no fue bravo, hace
justicia a la leyenda de ese ganadero sin par que es José Escolar.
Se cumplió el aforismo de no hay
quinto malo con el ejemplar de La Palmosila. El ganadero embarcó dos
toros y aquellos que se decidieron por este Brasero (nº 38, 560 kg,
11/06, ovación de despedida) acertaron de pleno. Era cinqueño, negro, bajo y
generoso de carnes, no impresionaba en demasía quizá por la comparativa
reciente que teníamos con el de Escolar. Salió de la jaula muy vivo e incierto
enganchando el capote de Rubén Pinar y en varas dio un juego interesante,
romaneando en las tres reuniones que tuvo con “Puchano”, propiciando un tumbo
en la primera de ellas. Recibió un castigo medido, no salió suelto, pero hay
que tener en cuenta que antes de acudir a esa tercera vara buscó excusas y se
fue a capotes, lo que no me terminó de convencer acerca de la bravura innata
del astado. Se descompone al ser banderilleado, muestra la lengua y no llega
nunca a tablas, lo que no fue óbice para que el de La Palmosilla diera un
recital en la muleta, acometiendo incesante por ambos pitones sin echar una
mala mirada. Embestía como un tejón y Rubén Pinar no consiguió templarlo en las
primeras series, toreó mecánico y tirando líneas, despegado, lo que provocó el
enojo de muchos. Gracias que lo mató bien, el toro lo merecía, aunque los
peones lo atosigaron y estropearon lo que hubiera sido una muerte digna de tan
notable ejemplar.
Con expectación venía el ejemplar de Sobral,
cuyo historial como sobrero de Pamplona era conocido por muchos, un toro grande
de espectacular pelaje ensabanado, botinero, capirote, que atendía por Cebadito
(nº 55, 520 kg, 02/17, despedido con silencio). Se dejó torear con la capa
antes de que hiciera aparición a horcajadas Aguado, dando un ejemplo más, el
enésimo de la tarde, de cómo picar un toro sin atender a sus condiciones. Salió
de najas Cebadito al sentir el hierro y cuando regresó Aguado se cebó de
manera desproporcionada con el animal. Lo pusieron de nuevo, le arrea otro
puyazo y Cebadito sale perdiendo las manos vaticinando lo que iba a
pasar a continuación. El animal se fue desfondando progresivamente, acusando el
castigo sobremanera, de modo que se aplomó en la franela de Gómez del Pilar,
que no tuvo otra que abreviar y terminar con la historia de este espectacular
toro de Sobral, cuyo desenlace ha resultado decepcionante para todos.
Antes de finalizar no quiero concluir
sin señalar el recital que dieron Gómez del Pilar y Rubén Pinar con el capote
poniendo los toros en suerte, especialmente este último. Manejaron los vuelos
de manera primorosa, variada, ciertamente bella y efectiva, propiciando lidias
alegres, vistosas y colocando los toros para que los picadores mostraran una
vez más su incompetencia a la hora de administrar el castigo.
El premio al toro más bravo se lo
llevó el ejemplar de La Palmosilla, su picador el del mejor tercio de varas y
el de la lidia quedó desierto.