domingo, 22 de septiembre de 2013

Riaza, pueblo taurino


 

Por Andrés de Miguel


  En el pie de monte segoviano de la sierra de Ayllón, Riaza celebra sus fiestas teniendo al toro como eje de las mismas. Encierros mañana y tarde con corredores de postín, recortes y capeas de los vecinos en la plaza portátil fabricada a medida para encajar en la bella plaza del Ayuntamiento, una activa peña taurina y un gran respeto al toro que es la manera de respetar al público y a los vecinos que participan en sus fiestas.
  La corrida de toros de Alberto Mateos era el plato fuerte de las fiestas. Plato que a punto estuvo de hacerse añicos debido a la inexperta e ineficaz actuación del alcalde, incapaz de dar salida a una situación que a las 3 de la tarde había desembocado en la retirada de los toreros y cuadrillas por impago de las deudas contraídas el año anterior por un empresario que huyó con la caja en plenas fiestas.
  Los pagos se hicieron, el acuerdo se logró y la corrida se dio con cuatro cinqueños y dos toros cuatreños, estos más flojos, de encaste contreras mayoritario en la ganadería. Gordos, lustrosos, de irreprochable trapío e impresionante y astifina encornadura. Parece que hay que salir de Madrid para ver corridas bien presentadas y encastadas.
  Alberto Aguilar les dio fiesta a los dos suyos a base de exposición, temple y ritmo. Desarrolla las faenas de muleta con un ritmo que engancha al espectador y al aficionado, reduce los tiempos muertos en la faena sin caer en el barullo de las faenas de Ay y Uy, y si domina al toro aumenta su exposición,  provocando así la sensación, real, de ir de menos a más que tan grato resulta. Mató en las dos ocasiones arriba a la segunda después de sendos pinchazos y dejó la sensación en los aficionados de, con faenas distintas acopladas a las condiciones de los toros. Más interesante la del cuarto toro, cinqueño más bravo, que la del primero, un cuatreño manso y más flojo. Sin ser faenas redondas, pues los toros no lo eran, estuvo muy por encima de los que eran más oponentes taúricos, que colaboradores bóvidos.
  Víctor Barrio, arropado por sus convecinos, no parece encontrar el sitio que alguna vez tuvo de novillero y aunque mantiene su empaque, necesita algo más para intentar empresas mayores y Juan Manuel Jiménez, quien se ofreció a torear los seis toros de la corrida si persistían los problemas, demostró que habría sido una pena que lo hubiera tenido que hacer, pues los contreras de Mateos, muy encastados todos, bravos los cuatro cinqueños, aunque con las fuerzas demasiado justas para entregarse con alegría, se hicieron merecedores de las faenas variadas e interesantes de los tres toreros y cerraron con fuerza una fiestas de un bello pueblo que se enorgullece y disfruta de su tradición taurina.

Alberto Aguilar frente a un albertomateos (fotos Javier Salamanca)

No hay comentarios:

Publicar un comentario