miércoles, 28 de enero de 2015

Los valores de la Fiesta

El toreo es la fiesta que más enardece a las muchedumbres, porque es una fiesta de pasión. Y la pasión es una de las virtudes creadores de la raza española. Pasión no quita conocimiento. Tampoco sensibilidad. El toreo es una fiesta de sensibilidad y de entendimiento; de pasión y de concepto. Fiesta de ver, de sentir y de entender. De este entendimiento pende y depende el arte. Y, sobre todo, es fiesta de valor, de ese valor que triunfa de la vida con la muerte y crea el tipo clásico del héroe. También es un juego, un juego inteligente, valeroso y diestro; pero un juego trágico y mortal, porque en él se arriesga la vida y se arriesga de verdad. Por el amor y por la gloria, el hombre juega con la muerte; y juega bellamente, graciosamente, porque le importa más la gloria que la vida. Solo un pueblo tan fecundo y pródigo en heroísmos como el español podía crear el tipo perfecto del héroe y, con el héroe, un arte de tan recia, opulenta y viril hermosura como el del toreo. Un arte puro, despojado de todo artificio, dotado de las más hondas calidades dramáticas que han conocido los hombres. Espectáculo de fascinadora y fascinante belleza, cuyo atributo más señalado es vivir de la muerte; pero de una muerte bella y heroica -heroísmo de belleza y belleza de heroísmo-, cual corresponde a un artista tan singular, tan genuinamente español como el torero

Federico M. Alcázar


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