viernes, 19 de agosto de 2022

Otro año en Cenicientos

 

       Otro año en Cenicientos, sí, y de nuevo otra ocasión en la que la feria de toros corucha nos deja un grato regusto. Esta ha sido la de la consolidación definitiva, diría yo, la confirmación de Cenicientos como una de las mejores ferias toristas, sino la mejor, de toda España. Lo apunté en el artículo del año pasado y creo que ya no queda lugar a dudas. Las bases y los cimientos para lograrlo estaban ahí, en las cualidades ínsitas de este pueblo cuando de toros se trata, había que pulir cuatro detalles, cosa que el consistorio actual se ha encargado de hacer logrando que los resultados salten a la vista. 

Cenicientos, como sucede en algunas plazas toristas francesas tan idolatradas y sin menoscabo de estas, es ahora uno de los enclaves de peregrinación más importantes de toda la temporada para esos locos que buscan la autenticidad y la emoción del toro-toro. En plena canícula de la meseta, en medio de las idas y venidas vacacionales, inclusive con el festejo de La Paloma en Las Ventas, una nueva catedral de Santiago se alza entre los escarpados cerros que rodean este municipio colindante con las dos Castillas. Aficionados que llegan desde todos los rincones de España, de Francia, así como otros puntos cardinales, todos ellos en busca de la revelación del toro bravo que, todo hay que decirlo, este año no se produjo, aunque sí hubo un atisbo con el tercio de varas que protagonizó el de Peñajara. 

Un serial que no para de crecer, este año con unas entradas que no recordaban ni los más viejos del lugar. La sombra completamente llena, no cabía nadie más los dos días de toros, y la jornada de la concurso de ganaderías incluso con los tendidos de sol muy concurridos. Una presidencia que busca el rigor y la seriedad; una lidia en la que el tercio de varas ha de ser protagonista o, al menos, que no sea escamoteado a los espectadores que acuden en busca de esto precisamente; y la materia prima: el toro, aunque con esto ya contaban antes de este nuevo renacer. El toro fuerte, el ofensivo, el que sobresale y destaca por su espectacularidad más allá de los conceptos canónicos de trapío, porque en Cenicientos siempre ha gustado el toro cornalón. 

El resultado es una feria mucho más sofisticada, más de aficionados, más civilizada si se quiere; atrás quedó aquel Cenicientos salvaje, rudo, espontáneo e intransigente que conocí cuando comencé a ir allí. La evolución ha sido palpable y notoria.   

He de decir que disfruté muchísimo la corrida de Cuadri, entre otros, por el acontecimiento de ver esas reses grandes y musculadas asomando por el toril del terciado ruedo corucho, y además por el aspecto que lucían sus astas, sin los típicos cambios de tonalidad de la encornadura producidos por esas inmorales fundas que están provocando una nueva oleada de manipulación en forma de sutil redondez, el afeitado posmoderno cabría decir. Los Cuadri, como decía, no eran cornalones, y más atendiendo a la generosidad de sus carnes, pero las astas eran duras, buidas, no se despitorraban a las primeras de cambio, y tuve la sensación de estar presenciando una corrida íntegra. Luego, en los corrillos, vino un aficionado a bajarme de la nube diciendo que el castaño que cerró el festejo estaba arreglado, puesto que en el enchiqueramiento matutino tenía astilladas las defensas de tanto derrotar en las puertas. Ya saben, en esto de los toros siempre buscamos los tres pies al gato. 

Por cierto, yo soy de los que salió contento con Cuadri y vi un atisbo de mejoría, salvando hasta tres toros del encierro. Tenía en perspectiva las últimas corridas de este queridísimo hierro que fueron realmente malas por falta de casta, una sequía que está durando mucho más de lo que nos gustaría. Hubo puntos positivos: las fuerzas no fallaron, en mayor o en menor medida, y a excepción del sexto que sí me pareció manso declarado, en general no se afligieron en el castigo de la puya, en banderillas desarrollaron mucho sentido como suele ser habitual y de salida algunos de ellos pudieron con los coletas. Podemos contar hasta tres toros que se menearon, bueno, dos, porque el otro nos lo tenemos que imaginar pues apuntaba excelentes maneras hasta que mandó a la estratosfera al bueno de Damián Castaño, torero en franca progresión con las corridas de verdad que ahora se ha de medir, renqueante, con una de Dolores en Bilbao. Los dineros son los dineros. Por otra parte, Alberto Lamelas sorteó un toro bonancible, suavón, y por allí anduvo, sin decir apenas nada. 

La concurso, como el año pasado, tuvo por ley tres entradas al jaco, así se les hace saber a las cuadrillas desde por la mañana. Pues ni por esas. Los picadores desangran a los toros y emplean todas sus artimañas en el primer envite, algo que, a todas luces, atenta contra la razón. ¿No será mejor ponderar las fuerzas del bicho y medir el puyazo en los primeros encuentros?, pues nada, los del castoreño son así de malos y así de tozudos.

El de La Quinta parecía seleccionado para una de esas tardes en las que se anuncia El Juli con ellos, era más bueno que el pan, Sergio Serrano le dio muchos muletazos sin pena ni gloria, sería que era el primero y la gente estaba fría... El ejemplar de Pablo Romero a mí me pareció guapísimo, en el tipo de la casa que solemos decir, se desfondó en el caballo y fue una estatua en la muleta, descastado en extremo. Con fama y conocido por todos venía el de Juan Luis Fraile, Jaquetón (precioso nombre), gracias a las redes sociales, tuvo tendencia a visitar la puerta del toril, acaso por sus viajes y sus alojamientos previos en los chiqueros de otras plazas, no se lució en varas y en el trapo quedó áspero, con arrancadas puntuales y frenándose. Adrián de Torres se quedó quieto viendo como pasaba aquella apabullante osamenta, ni toreó ni lo sometió, pero a la gente le llegó mucho y cortó una oreja, lo siento pero no fue mi caso. En cuarto lugar salió el de Samuel a darnos la enésima lección de mansedumbre y descaste mientras divagábamos sobre lo que debió ser antaño la ganadería de Gamero Cívico. Peñajara viene al alza según estamos comprobando últimamente, atrás queda aquella corrida inolvidable en la que le devolvieron todos -o casi todos- los toros en Las Ventas (estaban enfermos, sic ganadero). El ramalazo Baltasar Ibán, la ganadería más brava y constante del campo bravo, se nota, vaya que si se nota, es espectacular verlos galopar al caballo, se arrancan como felinos. Trajeron un ensabanado salpicado en negro y otros muchos accidentes más en el pelaje, Bienpeinado, que miraba a los tendidos entre puyazo y puyazo, escarbaba un tanto y se arrancaba. Lo desangraron en las primeras entradas, en la cuarta y última vimos que aminoró mucho la pujanza y apenas metió riñones, cuando llegó a la muleta de David Galván duró una serie, aunque a este torero no le vimos con mucha conciencia de lo que hacía. Si han llegado hasta aquí, les diré que cerró el festejo un toro bajito y veleto de Adolfo Martín, hierro conocido por todos y en horas bajas dada la sosería, y la tontería, que impera últimamente. Empujó medio de lado en el jaco y mirando por el rabillo del ojo, esperando la primera escusa para marcharse, o sea, una pelea mediana tirando a suspenso. El cárdeno se dejaba, metía la cara e iba largo sin exceso de nervio ni de pujanza, Adrián de Torres lo toreó técnicamente bien, he de decir que me sorprendió ya que pensaba que este Resabiado le iba a sacar las costuras. Faenó en línea al principio sin obligarlo mucho, esperándolo, sin toques bruscos, tal y como demandan las reses de Albaserrada, y pegó algunos muletazos sueltos de mérito por la derecha, sin redondear ninguna tanda y abusando del toreo perfilero en vez de dar el medio pecho. En cualquier caso fue el espada que este año descolló del resto y espero que goce de oportunidades. 

El premio de la concurso se lo han dado al de Adolfo que, como queda dicho, la pelea que hizo en el caballo fue insuficiente. Lo suyo, dado el torismo declarado de la feria, era dárselo al de Peñajara o bien dejarlo desierto porque al final han premiado al más muletero como si de cualquier feria al uso se tratara. 

Son cosas que hay que pulir porque llegados a este nivel tan alto las objeciones que se pueden poner son pocas y de segundo orden, lo más importante lo están cubriendo sobradamente. Ciertamente, la tarea más complicada a partir de ahora será mantener este nivel de feria, seguir en el lugar que muchos le hemos dado, porque una vez acostumbrados a esto las demandas van a ser exigentes y los aficionados van a mirar con lupa todos los detalles y, por supuesto, que los carteles de toros y toreros estén a la altura de las expectativas. El problema se plantea con las próximas elecciones municipales, en mayo de 2023, porque si todos estos logros que venimos comentando se deben a la gestión directa de la feria por parte del Ayuntamiento de Cenicientos y a los buenos aficionados que hay detrás, ¿qué sucederá si gobierna otro partido los próximos años?, ¿volverá la fiesta salvaje, desorganizada, con toreros de escasísimo recorrido dando el sainete y empresarios de oscuro proceder? No me gustaría nada volver por aquellos derroteros, en cualquier caso, si se mantiene como siempre el toro de primerísima con toda la barba de las ganaderías que crían principalmente para satisfacción de los aficionados, muchos sentiremos la llamada de la fe y seguiremos peregrinando a Cenicientos.


Saludos a la afición. 


Los cuadri, qué bueno volver a veros

Damián Castaño antes de la voltereta


Jaquetón, el de Juan Luis Fraile, simplemente espectacular

Adrián de Torres aguantando las arrancadas del Juan Luis Fraile


El de Peñajara

Suerte de varas, cuarto puyazo de Bienpeinado, de Peñajara (esta foto es mía)

De Torres con el Adolfo

Resabiado, de Adolfo Martín, acudiendo al jaco

15 de agosto de 2022, corrida concurso de ganaderías, la mejor entrada en muchos años. Que siga...


2 comentarios:

  1. Hola Pedro, me gustaría transmitirse dos cositas.
    El que lea esta crónica y no acuda el próximo año a Cenicientos, pone en duda su afición. Y otra, el periodista que no se vea reflejado en esta crónica, que cambie de oficio.

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  2. Muy buenas. Los aficionados yo creo que la inmensa mayoría querría acudir. Lo de los periodistas… tengo mis dudas, hay mucha falta de afición en ese gremio.

    Un saludo, gracias por pasar por el blog.

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