Azulejo para la posteridad en la plaza de toros de Málaga. El Juli y Morante consiguen un hecho sin precedentes en la historia de la Tauromaquia: Un cartel de toros sin toros. Un hito solo al alcance de estas figuras incomparables. Y lo peor de todo es que aparecen por ahí los nombres de José y Juan; no se lo merecen.
XL. ¿Nunca se han negado a que sus toros estén en un determinado cartel?
Victorino Martín García. Hay un solo antecedente: en 2003, mi padre se negó a que una figura que quería torear sus toros en Madrid lo hiciera, y la figura no los mató. El empresario decía: «Esto no lo he visto en mi vida».
XL. ¿Se está refiriendo al Juli?
V.M.G. Sí, le hizo una pajarraca en Ávila y mi padre dijo: «Este ya no me mata una corrida más».
XL. ¿Qué es una pajarraca?
V.M.G. Actuó de una forma muy poco correcta en Ávila y mi padre se molestó y se plantó.
XL. ¿Y qué quiere decir con «poco correcta»?
V.M.G. No trató bien a los toros en el ruedo. Digamos que acabó con el toro antes de la cuenta y mi padre le puso cruz y raya.
Victorino, que para entrar en calor se ha acercado a la chimenea, escucha a su hijo hablar del Juli y se arranca:
Victorino Martín. Es que era...
V.M.G. ¡Cuidado que luego se publica todo! [le interrumpe el hijo a su padre]. Hay que ser diplomáticos...
V.M. Ni diplomáticos ni gaitas [insiste el ganadero]. A mí me van a hablar ahora de diplomacias a estas alturas. ¡Y que publique lo que quiera! Son unos golfos. A mi edad ya puedo decir lo que me dé la gana [enfadado], que tengo más premios que años.
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Un nuevo episodio del viejo conflicto Victorino Martín-Juli en la entrevista que los ganaderos han concedido para el Grupo Vocento. El mejor ganadero de la segunda mitad del siglo XX, con su brevísima intervención, hace gala de ello y de la rígida personalidad que siempre le ha caracterizado. Victorino Martín Andrés es un ganadero romántico y acreditado que cría sus bravos ejemplares con mucho esmero y, más de diez años después no da un paso atrás y no perdona que nadie, se llame como se llame, eche a perder sus toros de manera caprichosa, usando los peores trucos y artimañas que el arte de la lidia ofrece -tan viejos como la propia tauromaquia-. Julián López, como si de un torero decrépito se tratara, eligio un mal día y la divisa equivocada para tapar al toro. Otro obscuro capítulo en la carrera del torero de San Blas, al que veremos actuar en San Isidro en apenas un mes. No torea en Sevilla y, casualidades de la vida, esta temporada si ha habido entendimiento con la empresa de Madrid. Ojalá no tenga tan mala suerte como en Valencia y no le salga un toro bravo. Te esperamos Julián.