Corrida Extraordinaria de la Cultura, domingo, 4 de julio de 2021. Toros de Cortés y de Victoriano del Río, mano a mano, para Antonio Ferrera y Emilio de Justo.
La
corrida del pasado domingo 4 de julio que dieron en llamar “de la Cultura” y
que, como saben, consistió en un mano a mano entre Antonio Ferrera y Emilio de
Justo, fue una tarde repleta de contenido, una gran corrida de toros que
supuso, a su vez, la consolidación de este último, De Justo, como un grandísimo
torero que está viviendo una segunda juventud después de catorce años de andadura
como matador de toros. Los momentos de esplendor van y vienen, hay etapas de
sequía y etapas de abundancia, de inspiración y de negación, y Emilio de Justo,
a día de hoy, es todo clarividencia y valor. Con un estilo ortodoxo, además,
muy del gusto de la afición capitalina. Así lo demostró en Madrid en la corrida
que vamos a comentar.
Duende, nº 101, 551 kg, cinco años y diez meses. Vuelta al ruedo
Los
toros fueron de los dos hierros que posee el ganadero madrileño Victoriano del
Río, todos ellos a punto de cumplir los seis años. Se quitó una corrida que
estaba a punto de cumplir la edad en la que ya no pueden lidiarse, no puede
decirse por ello que fuera una limpieza de corrales. Ni mucho menos. Una
corrida ligera para la generosidad y el tamaño de los esqueletos que traían,
con miradas torvas, y que en conjunto, para mí, mereció la ovación y el saludo
del mayoral. Se pueden poner infinidad de objeciones, sí, pero es que
prácticamente todos los animales, de una forma o de otra, acabaron embistiendo.
Y digo embistiendo, no pasando por allí con actitud bobalicona, salvo el
burraco que hizo tercero.
Ferrera caminando hacia el tercer toro de la tarde para estoquearlo
Mi
crítica más importante hablando en términos generales está dirigida al
contenido de la bravura de estos animales y del encaste Domecq por extensión.
Esa bravura predominante en la que aparece el fondo mansitonto de la
sangre y, en algún momento de la lida, se manifiesta el tic de mansedumbre o de
afligirse: cuando se rajan en el caballo a pesar de crecerse después, cuando se
tropieza el espada y se quedan mirando al tendido, cuando se quieren ir sueltos
después de cada tanda o, directamente, cuando acaban huyendo de la muleta del torero, o
cuando se marchan afligidos a morir a tablas, etcétera, haciendo aflorar el
sentido de la selección que ha predominado en este encaste, esto es, el de
servir a los intereses del torero. No es la bravura altiva, seca y fiera que
consideramos pura en este blog, es la bravura de la servidumbre. Esto no quita
que muchos animales embistan con poderío y queriendo cogerla hasta el final,
como fue el caso de Duende, premiado con la vuelta al ruedo.
Puyazo en los medios al primero, Soleares
Primero
abordaré la actuación de Antonio Ferrera, que a mí en los primeros tercios me
encandila por mi querencia a los toreros movidos, que se adaptan a las
características de comportamiento de los cornúpetas, lidiadores y de tauromaquia
larga. Ferrera tiene todo esto y lo lleva demostrando tiempo, aunque el otro
día no se animó con las banderillas, donde tiene un gran dominio y consigue
pares de gran emoción, habiendo aminorado el embroque acrobático que tanto se
le echaba en cara desde el tendido hace años.
Con el
primer astado del domingo vivimos un episodio realmente inusual. El toro era de
los que salía escupido del caballo, si bien no era un mansazo exagerado de los
que huyen hasta de su sombra. Puede que la acción de Ferrera tuviera mucho que
ver con el guirigay que se montó antes de romper el paseíllo porque no estaban
pintadas las rayas del ruedo, según hemos sabido después, porque se borraron
cuando pasaron la manguera. Quizá fue un gesto de chulería por la exigencia de
los aficionados (con razón) para con las rayas, el caso es que después de dos
encuentros con el del castoreño de los que el morito salió suelto, Ferrera
cogió las riendas del picador Aitor Sánchez y se lo llevó prácticamente a los
medios, con el toro en las tablas del nueve lindando con el diez en lo que fue
toda una estampa decimonónica. El picador citó y el toro se arrancó al galope,
agarrando un buen puyazo en el que el toro se quedó ahí debajo antes de volver
a demostrar su mansedumbre. Es cierto que se podrían haber utilizado otros recursos
antes de ver al picador citando en los medios, como cambiar los terrenos del
equino o hacerle la carioca una vez que hay reunión; que el toro no era un Opaco,
para entendernos, pero oye, ese momento de ver al montado ejecutando la suerte
desde esos terrenos fue muy emocionante y contra todo proceder consuetudinario.
Puyazo en los medios. Foto: Ana Escribano
Fue un
recurso que resultó eficiente y, en gran medida, adecuado a las condiciones del
toro, esto es, ni más ni menos, la lidia. No olvidemos que esos terrenos son
los de mayor exposición e indefensión para el picador -también para los toreros-
y que, antiguamente, muchos picadores se negaban a salir a las afueras para
pisar los terrenos del toro y los públicos tenían buenas broncas con ellos,
llegando a lanzarles trozos de fruta o lo primero que tuvieran a mano. La
primera de las rayas se instituyó, entre otros, como salvaguarda de los
picadores.
Ferrera metido en la lida
Ese
aparecer de súbito para hacer auténticos quites, sacando a los toros del caballo
con lances de capa; o tomar las riendas de la lidia en el tercio de
banderillas, como pasó en el tercer toro, llevándose a un animal que se estaba
poniendo muy complicado de banderillear al otro lado de la plaza, como mandan
los tratados, tratando de hacer que cambie el comportamiento y aminore esas
dificultades, y consiguiéndolo. A mí son cosas que me encantan y ojalá más toreros lidiadores
como Ferrera y no tanto encorsetamiento como vemos en otros coletas, o peor,
los que son incapaces de adaptar la lidia a las condiciones del animal y de
salir de las pautas establecidas, al cabo, perjudicándose a sí mismos.
Antonio Ferrera con el único toro suavón de la tarde
Luego
está el tema de la muleta, donde está claro que el otro día Ferrera naufragó y
no poco. Con el más noblón y manejable se pasó de faena jugando con las querencias
de los adentros y, sin embargo, con el que pienso que fue el toro más encastado
de la corrida, anduvo pajareando desde el principio, lo tapó y no lo quiso ver,
pasando este ejemplar desapercibido para una mayoría. Con eso quedaría dicho
todo. Cómo era ese quinto, Cantaor se llamaba, un derroche de
fiereza con el que Chacón se la jugó de verdad en banderillas. Para plantearle el
toreo poniéndose de verdad en los medios, y no mareando la perdiz en el tercio
como hizo, hubiera sido una batalla épica. De ese tipo de toros que solo ves si
el torero quiere jugársela, como vimos por ejemplo a Pastelero gracias a
Ureña, a Navarro con Robleño, o a Camarín con Alberto Aguilar. Ferrera
está inmerso en una diatriba interior entre el clasicismo y la sobriedad renacentista
y lo superfluo y enmarañado del rococó. Estuvo por debajo del bueno y
complicado primero y del quinto. Matando se pasó de excéntrico y quiso recibir
al primero desde diez o doce metros de distancia, y también al cuarto, pero
como este no se arrancaba tuvo que andar hacia el toro y al final matar al
encuentro, quedando ambas espadas con una colocación muy deficiente.
Chicuelina de Emilio de Justo
Llegamos
a Emilio de Justo. Lo que hizo el domingo ponía a un torero millonario y en
todas las ferias de España durante varias temporadas, amén de entrar en Madrid
y estar en boca de todos los aficionados y mentideros de la capital, cuando
Madrid era Madrid, así como reventar la plaza en el próximo cartel que
estuviera anunciado. Quedó por encima de todos sus toros y no de cualquier
manera, sino haciendo el toreo bueno que no cede terreno, sin descomponer la
figura y pasándoselos por la bragueta. Bien es verdad que la faena del segundo
de la tarde tuvo altibajos, el toro lo quería todo por abajo y lo mejor llegó al natural. Una faena para dar la vuelta a ruedo en otra época,
cuando había este tipo de premios, y que ahora es una oreja. No cedió ante el
torrente de embestidas del cuarto, Duende, lo cual tenía mucho mérito, cuando se
templó según avanzaba la obra, llegaron los mejores muletazos. A este toro le
faltó esa tercera vara clarificadora, hasta el momento cumplió bien, y no marcharse
a tablas a morir para que la vuelta al ruedo no tuviera mácula alguna. En
cuanto a la faena de De Justo, se fundamentó por el lado derecho y no hubo
rotundidad por el lado natural, lo cual no era ignorado por la plaza no
hace tanto tiempo. Como vengo comentando en el blog desde hace años, creo que
desde la crisis de abonados que acompañó a la crisis económica en torno a los
años 2009 y 2010, hizo decaer sobremanera el criterio del sabio y crítico
público venteño.
Toreando y dominando las embestidas del cuarto, Duende
Lo
mejor del torero cacereño aconteció con el sexto, un toro grandísimo, colorado
chorreado en verdugo. Un animal que al principio de la faena parecía imposible
por desaborido y por los gañafones que tiraba, difícil papeleta para ratificar
las dos orejas del toro anterior, comentábamos Antonio y yo. Pero llegó el
toreo y de qué manera. Una faena de las que gustan a los aficionados porque el
dominio y la imposición del torero sobre el animal fue total. Obligándolo a ir
por donde no quería, lo toreó extraordinariamente por ambos pitones y los muletazos
fueron jaleados con olés roncos que levantaron a los aficionados de sus localidades. Señoras y señores, el toreo. Lo mató bien para lo complicado que se lo
puso, echando la gaita arriba y tapándole la salida, pero dio creo que dos golpes de descabello antes de despenarlo, y esto, sumado a las prisas de la
gente por marcharse, hicieron que el bamboleo de pañuelos fuera mínimo. Para mí,
inexplicable. Era una oreja de ley, un orejón.
Imponiéndose al incierto y complicado que cerraba el festejo, con tres orejas ya en el esportón
Si no
me equivoco fueron tres toros y tres estocadas, tirándose bien al morrillo.
Además dejó un quite por chicuelinas que tuvo enjundia. Grandísima tarde de Emilio
de Justo que deja a los aficionados con muchas ganas de volver a verlo.
Puerta Grande
Como
han podido leer si es que han llegado hasta aquí, la tarde dio para mucho y fue
realmente memorable. No quiero entretener más. Parece ser que esta y la de Victorino
que vimos hace un par de semanas solo han sido un entremés de la empresa y la Comunidad
para aplacar el enfado de los aficionados ante el cierre de la plaza, ahora la
vuelven a cerrar durante todo el verano con la excusa de que la demanda para
estas corridas ha estado por debajo de lo esperado. Pero Madrid es plaza de
temporada y muchos aficionados nos veremos desamparados cuando lleguen los
fines de semana y veamos que nuestra querida plaza, a pesar de todo, tendrá el cierre echado.
Un
saludo a la afición.