lunes, 22 de octubre de 2012

El temple según Belmonte


  ¿Qué piensa sobre el temple Juan Belmonte?

  Pues pienso lo mismo que usted. Los dos -cada uno desde nuestro sitio- vemos el temple de idéntica manera; de la única que, a mi juicio, puede concebirse: como concordancia de movimientos, si; pero con ejecución lenta y soberanía sobre el toro. No admito que pueda hacerse nada meritorio con una muleta o con un capote en las manos, sino a base de que el torero sea siempre el supremo dictador. Torear es llevar la contraria al toro, obligarle... a lo que él no quiere: si es huido, a que doble; si es tardo, a que embista; si se resiste a pasar, a que pase; si se cuela, a que acometa derecho; si derrota alto, a que humille; si se revuelve pronto, a que vaya lejos; si acomete recto hacia el torero porque éste se cruzó con él, a que quiebre la derechura del viaje; y si embiste fuerte y rápido, a que pase suave y lento. Sí, sí; no lo dude: templar es una manifestación -la más relevante- de ese llevar la contraria al toro en que el toreo consiste, porque es ejecutar con lentitud, aunque sea rápida la embestida.

  Resulta muy difícil hablar de toreo -siguió diciendo Juan- sin entremezclar lo que de ninguna manera está separado: la técnica y la inspiración, la ciencia y el arte. El temple, en efecto, parece que ha de ser catalogado entre lo eminentemente técnico y científico del toreo; y es que la gran ciencia de la tauromaquia tiene su base en el parar, templar y mandar. Sin embargo, puedo asegurarle que mi temple/lentitud arranca de un sentimiento íntimo de pura sustancia artística. Yo concebí el toreo como la antítesis de la lucha, de la brusquedad, de la violencia, de la rapidez. Yo -ese yo artístico que llevamos dentro y que en unos se exterioriza y en otros queda sin editar- sentí el toreo como cadencia, ritmo, suavidad, lentitud... Y así lo hice... siempre que los toros me dejaron. Puedo decir, sin jactancia, que muchas, muchísimas veces, cité, más que con el capote o la muleta, con la llama viva de mi concepción del arte; y que, citando así, toreé despacio y limpio a toros fuertes y rápidos. Cuando el acierto y la inspiración fueron mis acompañantes, el lento andar del engaño que mis manos movían regulaba la velocidad del toro. Era, pues, éste el que se ponía a mi son, y no yo al suyo.

Luis Bollaín recoge estas palabras de Belmonte en el libro titulado El Toreo

Foto La razón incorpórea

¿Utopía o realidad?
Tratándose de un genio, cuesta desacreditar sus palabras...

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