lunes, 5 de noviembre de 2012

Toro



  Para un español la palabra "toro" no significa un concepto tan genérico como Bull para un inglés o Strer para un alemán. Me refiero a un español que lleve en las venas la tradición nacional. Los españoles de hoy, que en su mayoría, por causas muy curiosas mas no oportunas aquí, hace un cuarto de siglo perdieron la continuidad de la tradición, andan cerca del inglés o del alemán al usar la palabra "toro": la envaguecen y la dilatan.
  Mas para un español de cepa -repito- "toro" no significa cualquier macho bovino, sino precisa y exclusivamente el macho bovino que tiene cuatro o cinco años y del que se reclama que posea estas tres virtudes: casta, poder y pies. Si no tiene cuatro años no es toro, es novillo o becerro. Si no posee, en una u otra dosis y combinación, aquellas tres virtudes, podrá llamársele "toro", pero comprometiéndose a agregar "malo" -será un toro malo-, donde malo significa lo que, cuando había duros de plata, llevaba a decir: "¡Hombre, hoy me han dado un duro malo!", donde "malo" significaba que, por haches o por erres, no era un duro. Esto le pasa a un toro que no posea ni casta ni pies ni poder. Aparte los cuernos, ligero detalle que va ya anticipado y presumido en el vocablo "bovino", son estos los tres ingredientes sine quibus non de la estupenda realidad que los españoles castizos llaman "toro". Más aún, esos tres componentes constituyen, en sus varias dosis y modos, los términos que nos permiten precisar la ecuación que es cada toro.
 (Respecto a los años: cuando de ellos se habla se suele entender que se refiere uno al tamaño. ¡Esto es una tontería! Un toro que tuviese las tres virtudes, aun siendo diminuto, le sobraría tamaño para hacer las fechorías imaginables. Es más -vaya como paradoja frente a la preferencia actual por pequeños supuestos toros-, hubo un momento en que fue preciso eliminar de la fiesta a los toros navarros, precisamente porque eran pequeños.)
  Da un poco de vergüenza haber tenido que tomar la precaución de definir rigurosamente al toro cuando hablo no sólo ante españoles, sino ante aficionados a toros. Pero si sois sinceros reconoceréis que no sobra. Además me era imprescindible para esto que necesito decir a porta gaiola.
  El asunto de que voy a hablar no es el toreo en el sentido que casi todos los que están aquí dan a la palabra y en que se basan casi todas las discusiones actuales entre los aficionados. Si yo digo que los buenos y mejores aficionados de hace cincuenta años discutían muy poco sobre el toreo dirán ustedes que no lo entienden, y, sin embargo, es la pura verdad. Con la palabra "toreo" ha pasado lo contrario que con la palabra "toro". A ésta se le ha ensanchado el sentido, a aquella se le ha constreñido.
  José Ortega y Gasset; Sobre la caza, los toros y el toreo.

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