martes, 9 de agosto de 2016

Parentis. Novillada de Los Maños y El Añadío

  La novillada de Los Maños salió descastada en líneas generales, con pocas ganas de embestir y de acudir a los envites de la caballería. Le faltó chispa. Un comportamiento de lo más normal, lo extraño y complicado es mantener la excelente regularidad de los últimos años. Profundizando habría que destacar un utrero de juego notable, Lorenzo nº30 (familia del infortunado que segó la vida de Víctor Barrio), que de salida ofreció un buen numero de embestidas y así se mantuvo en la franela, repitiendo por abajo por ambos pitones. Tomó tres varas pero la pelea fue discreta, le costó acudir y cabeceó en el peto. Apuntamos también un gran pitón izquierdo del sexto, Capitán nº 42.


  En las imágenes Corveto nº 54, probablemente el novillo de todo el fin de semana que más me cautivó por sus hechuras. El pelaje, la expresión, la cara bien puesta, redondo y rematado de pitón a rabo. Precioso. De toro hubiera sido un escándalo.



  Al caballo no se arrancó ni en la corta distancia; recibió dos varas. En la muleta se dejó por el izquierdo y por el derecho se revolvía con peligro. 


  
  Se devolvió el segundo de Los Maños por una cojera y en su lugar se jugó uno del Raso de Portillo (Velillo nº 2); descarado de cara, disimulando la escasez de su remate. Cogió tres puyazos de largo yendo a más, Guillermo Valencia pidió el cambio y, ante la emoción del tercio, el presidente se negó con la cabeza. El novillero insistió y el presidente hizo un gesto con los dedos pulgar e indice, "un poquito más". Sí señor, aquí hemos venido a ver toros lo primero. Tras dimes y diretes el novillero lo colocó de mala manera, metiéndolo prácticamente bajo el peto y se llevó un abucheo a la francesa. No se trataba de esconderlo sino de enseñarlo. Pese a ello, chapó por la presidencia.  

  Si se quedan con la curiosidad, en el tercio de muerte quedó totalmente rajado, mirando al tendido tras los muletazos y yéndose a morir a chiqueros. El presidente tenía razón, había que exprimirlo en el caballo.

El de Raso de Portillo. Foto Julien Capbern

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  La matinal de El Añadío, de cuatro reses más una regalada por la ganadera porque tenía los pitones excesivamente escobillados, salió mediana tirando a mala. Un primero claudicante, inválido, con buenas intenciones. El segundo, con la fuerza al límite, se movió mucho y soportó mil capotazos y mil banderazos del novel José Cabrera. Se llamaba Tenderillo nº 9. El tercero muy bien picado en tres varas que cogió sin alardes, fue voluntarioso y le permitió cortar una oreja a Manolo Venegas. Y el cuarto, el más rematado del conjunto, quedó inédito por la falta de capacidad del espada.
  Con escaso poder en varas, se dejaron hacer sin mostrar apenas temperamento.

Aliñado nº 13, el cuarto y más serio del conjunto

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