domingo, 6 de mayo de 2012

Martín Lorca


  Con muy poco público y media provincia de Salamanca en los tendidos se ha lidiado una corrida de toros del hierro de Martín Lorca, remendada en tercer lugar con un toro de Escribano Martín perteneciente a la misma casa ganadera; procedencia Domecq. Desigualmente presentados como corresponde a los guarismos que lucían en las paletillas, con los tres años posibles que pueden jugarse en la presente temporada. Quinto y sexto bastos y regordíos; tercero y el retaco que hizo cuarto mucho más finos que sus hermanos.
  De juego dispar que desglosamos a continuación, si bien la sensación al salir del festejo ha sido de falta de fuerzas rozando la invalidez, nobleza extrema, condición mansa y embestidas tremendamente pastueñas. Salvamos el interesante tercero, del hierro de Escribano Martín, encastado. Y quizás el cuarto, que hizo la pelea más interesante en varas -que no brava- aunque desarrolló a menos y fue remiso en la muleta, media casta.


En tercer lugar el remiendo del encierro, del otro hierro de la casa. Un buen toro.

  Salvador Vega recibió al primero con unas bonitas verónicas rodilla en tierra y pare usted de contar, lo cierto es que no ha tenido su tarde. Nunca se aclimató a las dulces y humilladas arremetidas del toro que abrió plaza, un animal que se cayó varias veces en los primeros tercios. Lo despachó de estocada caída al encuentro: toda una fortuna para Salvador que ya se encontraba por la plaza de Manuel Becerra y casualmente apareció por allí el toro para clavarle el sable.

   Se agredece enormemente que Salvador mostrara en el caballo al castaño que hizo cuarto, a petición de algunos aficionados tras una larga y corajuda pelea en el primer envite seguida de una espantada. Se arrancó alegre para un segundo puyazo y fue rápidamente quitado por los peones, saliendo nuevamente sueltecito. Embiste con codicia en la muleta, es muy tardo y necesita mucha provocación que nunca llegó por parte de Salvador, dando dos tandas aceptables por el lado derecho cuando al bicho le vino en gana. Obsequia al personal con una retahíla de pinchazos y bajonazos, todos ellos en los mismos terrenos y en la misma suerte, recibiendo un aviso del usía. Mal día para Salvador.


  El segundo es un toro cinqueño de traje negro, con rizos y amplitud de astas, apodado Jaranero para más señas. Gallo lo saluda con unas verónicas medianas. En el primer encuentro sale sin nada de celo y en el segundo se cae o lo tira el peón, quién sabe. Es lidiado eficazmente por la cuadrilla del torero charro, que en la segunda tanda de muletazos se quedó sin enemigo y tuvo que emplearse con mucha firmeza en el toreo de cercanías, aunque citando en muchas ocasiones desde los costados con un animal muy aplomado que permitía mayor sinceridad en algunos pasajes de la faena. Calienta al público con pases circulares, pincha y deja una estocada completa en el rincón.

  Festivo no hizo nada por su nombre, más bien fue Gallo quien puso toda su voluntad por dar fiesta a los asistentes. Dos puñales mirando al cielo y 547 kilos de mansedumbre para bregar con ellos, que por hechuras parecen muchos más. Recibe una caricia en chiqueros y otra en la puerta de la enfermería, derribando en una tercera a José Ney Zambrano, justo en el momento que levantó el palo. Festivo aprovecha la coyuntura y se encela con el caballo mientras varios monos intentan colearlo en vano hasta que el toro, por su propia gana, sale de najas. Una buena tanda de derechazos tirando del bicho, mandando, y varios naturales sueltos superiores fue todo lo que Gallo pudo sacar de un animal muy parado y descastado. Da un pase circular para regocijo de sus paisanos e intenta un segundo sin éxito. Acaba con el negrito de un pinchazo y una estocada ida. Vuelta al ruedo tras petición en sendos toros.


  El tercero salió del calabozo y se emplazó en los medios, levantado, aquí estoy yo! Humano de nombre, cuatreño, pelo negro salpicado, fino y bien colocado de armas. Buena lid en el primer puyazo y rajado en el segundo huye a terrenos del uno. Galopa en banderillas y crea muchos problemas a la infantería. Con buen propósito, Oliva Soto se dobla con el toro de inicio intentando mitigar el temperamento del bicho. Una vez en redondo no consiguió calentar los ánimos, despegado, eléctrico y muy a merced de las fuertes embestidas del encastado animal. Mal con la espada, tuvo que liquidar al toro con el descabello.

  Cierra el encierro un colorado que llaman Finlandés, de muchas arrobas y acapachado de cuerna. Sin recibir apenas castigo, perdiendo las manos varias veces, chochón y de embestida desigual que Oliva Soto nunca consiguió gobernar. Desconfiado con la espada es auxiliado por su cuadrilla que a base de capotazos echan el toro a tierra.


  Destacamos la buena tarde de Pedro José Cebadera, de la cuadrilla de Eduardo Gallo, solvente con los palos, atento y muy bien colocado toda la función. Incluso tuvo que bregar con un gallo que los entusiastas partidarios gallistas (qué bien suena) arrojaron al ruedo; el pájaro tuvo muchos pies y más casta que algunos de Martín Lorca.


La afición gallista

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