Al ser arrastrado este buen toro, el público apludió las hazañas de tan bravo animal que, reconocido después en el desolladero, resultó tener roto un pulmón, debido, sin duda, a los esfuerzos que hizo en su brillante pelea. Con gran voluntad, de condición noble y codicioso para los caballos, JAQUETÓN, llegose a estos nueve veces, derribó en todas y mató siete; al cambiarlo de terreno con el fin de refrescarlo, persigue a Ángel Pastor, quien tropieza y cae sobre uno de los caballos que yacía expirante en la arena. JAQUETÓN arremete con el jaco moribundo, le cocea este, y al poco, ya sea fatigado por la dura faena que sostuvo en la lidia o ya a consecuencia de las coces que recibiera, se le vio humillar, mover la cabeza, así como los remos delanteros, en continua convulsión, y vista su inutilidad para continuar la lidia, salieron los cabestros, pero no pudiendo JAQUETÓN andar ni seguirlos, el espada Currito le remató, descabellándole al tercer intento.
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Lo escribe Antonio Fernández de Heredia, Hache, en su Doctrinal Taurómaco. Aquí la entrada completa sobre este célebre toro.
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