Con más de media hora de retraso asomaron los espadas por la puerta de cuadrillas para hacer el paseíllo debido a las maniobras de acondicionamiento que necesitó el ruedo tras el aguacero. La gente ha perdido demasiadas energías protestando lo inevitable, ya dijo Pérez de Ayala parangonando el carácter español con el público de toros que es propio de nuestra naturaleza soliviantarnos con lo banal y tragar con lo que de verdad merece repulsa. El caso es que ni media plaza para ver la corrida de hoy, la tarde desapacible, mas el señor Eolo estuvo de tregua todo el festejo.
La corrida de Montealto mantuvo interés y si el orden de lidia hubiera sido otro la sensación al salir del coso hubiera sido completamente diferente, no es lo mismo lidiar un gran toro en primer lugar, como sucedió aquí, que hacerlo en quinto. Las hechuras de los animales no permitieron otra forma de enlotar, hemos visto tres toros muy bajos de inicio, primero y tercero acochinados, con unas anchuras de lomos exageradas. Y otros tres muy grandes, altos, apretados de los cuartos traseros y largos como una mañana sin desayunar. Duros de patas, solo adoleció de fuerzas el tercero porque el puyazo cayó en mal sitio y no paró de manar sangre, y aún así quedó por encima de José Manuel Mas. En varas, en general, tuvieron la peculiaridad de coger un primer puyazo poderoso, largo y encelado; pero muy a menos en el segundo encuentro, protestando, o saliendo rebotados y sueltecitos. Puede que administrando el castigo como es debido, en vez de cebarse y tapar la salida en el primer encuentro hubiéramos visto otra cosa. En la muleta hubo de todo: desde el codicioso y encastado primero, pasando por el incierto y duro segundo, aplomado el tercero, exigente el cuarto, descastado el quinto y el noble aunque poco voluntarioso sexto.
Juan Bautista ha sorteado un lote para ponerse en figura del toreo. El primero de ellos de nombre Venturoso II, de salida evidenció lo claro y largo que embestía, el asunto era llegar en tan buenas condiciones a la muleta y milagrosamente así fue. Aunque perdió fuelle en el segundo puyazo no hizo nada de manso. Era una gozada verlo embestir. Bautista dio dos muletazos y medio con un toro de Puerta Grande, al natural deslavazado y con la mano derecha acompañando el viaje, haciendo el tiovivo. En los adornos muy pinturero, eso sí. Lo mató de una estocada recibiendo en buen sitio, perdiendo la muleta. A base de tirones y mucho porfiar, Rafael González y compañía se lo llevaron a morir a tablas, cayó, y el público pidió la oreja, pero la ovación más fuerte se la llevó Venturoso II. Estuvo muy por debajo del toro, también del cuarto, Caracol, que de babosa no tenía nada, este pedía el carné de torero, había que llevarlo muy toreado, mandar y tirar de él para no quedar en evidencia, que fue lo que sucedió con el torero francés. Acabó matando con trampas, haciendo la pantalla con la muleta.
Morenito ha podido dejar algunos retazos de su toreo de capa pero en conjunto no deja buen sabor. Su primer ejemplar fue un manso de arreones, incierto, de los que se lo guardan todo dentro. Le pegó un revolcón cuando iba a echarle la izquierda, el toro se lo quería comer y hubo unos segundos complicados hasta que Jarocho le quitó al bicho de encima a cuerpo limpio. Con la taleguilla hecha jirones y casi con las vergüenzas al aire tuvo mérito Morenito poniéndose delante de nuevo, sacando algunos muletazos. Después de una estocada rinconera y algo atravesada, el toro se vino arriba y se puso a dar carreras por el ruedo más fresco que una rosa. Fue necesario otra estocada desprendida para despenarlo y lo arrastraron entre división de opiniones; Morenito saludó desde el tercio. El quinto fue un toro mediano y deslucido, acortó muy pronto las distancias y el trasteo careció de brillo. Antes, en el segundo envite con el penco, el burel dio un buen trompazo entrando en corto que mandó a Héctor Piña a verificar el estado del piso.
Muy desdibujado José Manuel Mas toda la tarde, se le ha notado la falta de actividad en demasía. Estuvo por debajo de su primero, un toro blando, y sin decir nada con el noble que cerró plaza. Se pasó de faena y sonaron los tres avisos. El tercero de su cuadrilla, José Ángel del Saz, ha provocado rechifla por su baja estatura pero ha dado una lección magistral poniendo banderillas de sobaquillo, no es el modo más artístico pero a él le ha servido para salir airoso y ganarse las palmas del público. Para eso están los recursos.
Juan Bautista con Venturoso II, un gran toro
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