Novillada insulsa de Conde de Mayalde para dar comienzo a un mes de mayo que viene intenso y bien cargado de días de toros. Animales que parecían que sí, manejables, dejándose hacer, pero en verdad totalmente vacíos de la auténtica casta exigible a reses de raza brava. El primero fue un auténtico regalo para el novillero, Miguel Ángel Silva. Seguro que ni en los días previos al festejo soñaba con un animal así, tan boyante, con tan francas intenciones, humillando y yendo largo en cada cite. Además duró. Silva se hartó de pegar muletazos que no dijeron apenas nada, se pasó de faena y se hizo un corte en la mano entrando a matar. No quiero pasar página sin decir que este primero, de nombre Escultor, en los primeros tercios hizo ademán de saltar al callejón y salió del caballo refugiándose en los tableros del nueve; para no dar lugar a interpretaciones erróneas.
Del resto podríamos destacar la seriedad y el cuajo de la segunda parte del festejo. Naturalmente, hubo diferencias en el juego que ofrecieron. No voy a entrar en ello, no merece la pena. En general siguieron un mismo patrón, el de salir huidos de la pelea con el jaco, la nobleza bobalicona y la falta de casta. De tan nobles resultan artificiales; ni rastro del nervio, la listeza y el poderío en las arrancadas que se presume en un toro bravo. Los novilleros, aun con las carencias y la bisoñez que exhibieron, no pasaron ningún apuro. Por algo sería.
Miguel Ángel Silva al natural con el que rompió plaza, Escultor |
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