Cuando el picador barrena y mete el palo, aparta la vista del picador y mira al matador, que tiene un capote de brega y un turno para entrar al quite (entrar, ir a sacar al toro, ir a quitar al toro del picador, no esperar a que salga el toro cuando pueda del enredo del peto sin salida). No le pidas al picador que saque el palo. El picador, ni puede, ni debe sacar el palo. Es su defensa y la del caballo. Si saca el palo en el centro de la suerte, le estrella el toro. Aunque esté picando muy mal no puede sacar el palo. Es como si a un torero, porque está toreando mal, se le obligara a tirar el capote. Las suertes del toreo son buenas o malas, pero no admiten enmienda hasta que terminan. Lo que tiene que hacer el matador es precipitar el quite. Si quieres bien al toro, no te conformes con verle en dos puyazos de muerte, sino en varios puyazos de castigo.
Gregorio Corrochano. Los mandamientos de las corridas de toros; Madrid, 16 de junio de 1955 [Las taurinas de ABC, páginas 139-140].
Baldomero y Aguayo |
Comentario: Vaya por delante que en los toros, por lo general, no creo en dogmas irrefutables. En este caso estoy muy de acuerdo con Corrochano, es la teoría que todo aficionado debería aprender y así se aplica, por ejemplo, en la plaza de Ceret, donde a cualquier aficionado nuevo en esa plaza le sorprenderá la protesta de los habituales cuando el picador corrige un puyazo en mal sitio. Se puede corregir si el toro lo permite y cesa el empuje, aunque ya debería estar ahí el matador para quitarlo. Nunca debemos pedir al picador que levante el palo puesto que es su defensa y se producen tristes escenas en las que el toro morrea el peto mientras el varilarguero sujeta la vara sin picar, un simulacro que carece de sentido y perjudica a la fiesta. Cuando el toro se encela, el picador debe aguantar el palo sin barrenar o recargar. Se quita al toro y se vuelve a poner en suerte cuantas veces sea necesario hasta ahormar su poder y parar sus pies de forma que sea propicia la faena de muleta.
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