miércoles, 31 de agosto de 2022

Adiós, Madrid

DE CÓMO EL CENTRO DE ASUNTOS TAURINOS Y EL PARTIDO POPULAR PERMITEN QUE LAS VENTAS PIERDA SU ESENCIA


El cartel

El atraco

 

 

      Eso fue lo que este maltrecho aficionado expresó cuando el pasado miércoles 25 de agosto descubrió la nueva política de precios que Plaza1 ha presentado para la próxima Feria de Otoño y añadidos: ¡adiós, Madrid! Como el Tato aquella tarde madrileña en plena revolución Gloriosa tras la cornada del toro de Vicente Martínez; ¡que me toquen el himno de Riego! −pensaba yo−, que es bien bonito y me sirve de réquiem, como sonó aquella tarde infausta. 

Lo siguiente fue lanzar una batería de denuestos e improperios contra tamaño ultraje, fruto de la indignación, que no trascribiré aquí por no caer de nuevo en un mal gusto que, además, no conduce a ninguna parte. Fue una reacción espontánea cuando acababa de ver que la localidad que ocupé durante diez de mis quince años como abonado, en la grada de sol del 5 primero y en la grada de sol del 7 después, prácticamente triplicaba su precio. 23 € los días de oropel, más 2.50 € de gastos de gestión en el caso de adquirirla vía internet, total 25.50 € para una tarde de figuras, cuando es una entrada que cuesta 9.80 € en taquilla según la web de Las Ventas (9.20 € según el Anexo I del pliego que ha entrado en vigor) y 8.80 € con el descuento de abonado. Una subida de nada menos que el 161 % para una grada de sol, 189 % si la compramos por la web. 

Ahora, con más calma, vamos a analizar la marrullera jugada perpetrada por la empresa Plaza1, Rafael Garrido y, suponemos, que Simón Casas en la sombra; con la anuencia y la brillantez que caracteriza al actual Centro de Asuntos Taurinos (CAT en adelante) que comanda Miguel Abellán, uno de los máximos responsables del golletazo y, finalmente, el Consejero de Presidencia, Justicia e Interior, el señor Enrique López, políticos estos últimos afectos al Partido Popular, ese partido político, al parecer, en pro de la tauromaquia. 

Todo esto se fragua porque la empresa, según dice, tiene pérdidas los días que anuncia a tres figuras en el cartel y con el dinero que deja la taquilla en Madrid no tienen suficiente para pagar los honorarios que dichas figuras exigen. Aquí es donde el árbol se empieza a tronchar y tocamos un problema estructural que la tauromaquia tiene, esto es, los toreros exigen un dinero que por sí solos no generan, no solo en Madrid sino en muchas otras plazas. Esto no es fútbol, aquí no hay un montón de patrocinadores dispuestos a invertir, una mercadotecnia ingente con tiendas de productos explotando la marca que hoy día supone un club de fútbol, y todo un mercado global dispuesto a invertir y a participar en ello; en los toros lo máximo que hay, por el momento, es una televisión privada que pone un buen puñado de pasta por televisar las grandes ferias. A este problema le sumamos la caída paulatina del abono de Madrid, desde la crisis del ladrillo de 2008 hasta hoy hemos pasado de 18 a una cifra estable que se mueve entre los 13 y los 15 mil abonados aproximadamente y, derivado de ello, la pérdida de personalidad que actualmente tiene Las Ventas, aunque este es un problema también estructural que afecta a la generalidad de las plazas y entronca la tauromaquia con la sociología. 

Aquí es donde las cabezas pensantes se ponen a maquinar y urden la idea, no sé si fue Abellán o la empresa quien lo propuso, el caso es que Abellán estaba encantado con el plan y presumía de ello en los corrillos allá por 2019, mucho antes de que saliera el pliego que lo ratificara. Primero dijeron que los abonados iban a ser compensados por su condición, que el resto de público iba a pagar más, generando con ello el incentivo de abonarse pretendían así levantar el abono de Madrid y, después, esto se ha reflejado en la liberalización de los precios de las entradas que ha contemplado el pliego, el discutido y litigado pliego actual que salió allá por el mes de febrero: El adjudicatario tendrá libertad absoluta sobre los precios para la venta de localidades al público en general para los festejos taurinos que se organicen a lo largo de la temporada (Título II, 1.5, apartado B; el subrayado es mío). 

Una liberalización de precios de la que va a gozar Plaza1 precedida de la exención de pagar el canon del año de la pandemia, 2020, una prórroga del contrato de explotación, y una compensación económica en 2021 de nada menos que 3.4 millones. Sumemos a esto que el último pliego ha rebajado el canon económico de 2.8 millones anuales a un máximo de 975 000 euros. Que Plaza1 iba a ganar el concurso de explotación de Las Ventas de este año era una cosa que todos dábamos por hecha, la sensación era que las cosas fluían en favor suya aunque los otros licitantes eran para tirarse a las vías del tren, directamente (Ramón Valencia junto con Matilla; y la FIT y los Chopera). Como ven, a la empresa se le rebaja el canon a menos de la mitad y las entradas sueltas suben más del doble, jugada maestra. Y todo esto, sin que los espectadores de toros hayan visto todavía como se aplica la rebaja del IVA de las entradas del 21 al 10 % que entró en vigor en 2018, otro tanto económico en favor de la empresa y a costa del bolsillo de los aficionados. 

Ustedes dirán: ¿cuál es el problema?, el que quiera ir un día o dos a los toros a ver a las figuras que lo pague; es la ley de la oferta y la demanda; que los que van un día a los toros financien el resto de la temporada a los aficionados, etcétera. No, no y no. Y vamos a explicarnos. 

Lo primero que hay que comentar es que el error de base aquí es esa libertad absoluta que proclama el pliego, esa brillante idea que ha tolerado el CAT y la Comunidad de Madrid. Lo advertimos cuando lo vimos, muchos dijimos que había que poner coto a ese incremento de precios en las entradas sueltas, no se puede dejar en manos de un empresario taurino los designios de Las Ventas, como si Madrid fuera una plaza más porque, sencillamente, no lo es. Un tope máximo de subida, lógico y razonable, sin que Las Ventas perdiera su razón ser, hubiera sido del 30 %, es decir, que una entrada que cuesta 10 pase a costar 13 € los días de postín, la que cuesta 20, 26 €, la que cuesta 40, 52 €, y la que cuesta 80, 104 €. Teniendo en cuenta que los abonados ya gozan de un 20 o un 10 % de descuento sobre los precios fijados, hubiera sido un incentivo razonable para cumplir con la idea que nos están vendiendo el CAT y Plaza1 al alimón. Estamos suponiendo que una entrada que vale 20, a un abonado le cuesta 18 € aplicando un 10 % de descuento como en la presente Feria de Otoño, y a un paisano que quiera ir solamente ese día le costaría 26, es decir de 18 a 26 €; una diferencia de precio sustancial sin llegar al atraco que han perpetrado, donde una entrada de 20.10 en las filas 7-10 de tendido de sol, cuesta ahora para el público general 40 €, o sea, el doble. 

Como digo y he ejemplificado, el 30 % sería el tope máximo de incremento que hubiera impuesto en el pliego, razonable para el bolsillo de los que quieren ir a los toros esporádicamente, coherente con una política de beneficio para los abonados y sustancioso para el empresario, pero yo no soy el legislador y el atropello ya se ha cometido. El resultado ahí lo tienen, el incremento no es un incentivo para que se abone más gente, esa cautivadora libertad absoluta es un asalto al bolsillo del aficionado (en este caso, parece ser, habría que llamarlo “público”), un abuso, claramente, y un atentado contra la esencia de la Plaza de Madrid, cuya titularidad es pública, es decir, es una plaza propiedad de todos los madrileños, no es una plaza de los abonados como los socios son a un club de futbol, en la que se debe de fomentar el acceso a los toros a un precio asequible en toda condición para todos, no solo en los carteles sin relumbrón fuera de feria. No puede haber una persona al lado de otra que, en algunos casos, haya pagado el triple por lo mismo, porque genera una situación de desigualdad notoria, por muy abonado que uno sea, para acceder a una plaza de toros, pública, en un espectáculo regulado por la Administraciones Públicas. 

El espíritu de la Plaza de Madrid, vigente desde que el egregio Joselito El Gallo tuviera la idea de construir plazas monumentales que dieran cabida a mucha más gente y, con ello, pudieran ofrecer la posibilidad de acceso a personas de toda condición, viene siendo el mismo desde su puesta en marcha en los años 30. Las Ventas, plaza monumental, seguía cumpliendo esta norma y era uno de sus atributos más característicos. Cualquier persona, más allá de su estatus económico, podía permitirse ir a los toros frecuentemente y eso se reflejaba, en consecuencia, en lo castizo de sus reacciones y en su ambiente popular. Esto lo hemos comprobado todos empíricamente, los precios nunca han sido un obstáculo para ir a Las Ventas, donde se respira un ambiente único en el que personas de toda clase y condición social acuden a la plaza y se relacionan en torno a lo que sucede en su ruedo. Muchas personas se apasionaron por los toros gracias a esa facilidad para ir a Las Ventas, porque casi nadie se hace abonado directamente, antes hay que ir y sentir la vena de la afición. A partir de ahora, este espíritu de bonhomía se rompe, entramos en las procelosas aguas de libertad para el empresariado taurino, esa estirpe que prefiere ver una plaza medio vacía a 70 € la entrada que llena a 20 €, cuidado con esto. Porque no hay límite, insistimos, hay libertad absoluta, y el CAT, por mucho que quiera, no podrá oponerse a cualquier cuantía que a la empresa se le ocurra por disparatada que sea. El error de cálculo ha sido muy grave. 

Que lo ejecutado no cumple con la idea inicial, a priori loable, de incrementar el número de abonados, lo estamos viendo en los carteles que han presentado. Donde un festejo de temporada de especial relevancia pero fuera de abono como es el día de la Hispanidad, pasa a ser de relumbrón y a multiplicar los precios en las entradas sueltas. No solo eso, las novilladas, que se supone que son festejos para intentar sacar nuevos toreros y fomentar que todo el mundo pueda acceder a ellas debido al menor tirón que tienen, pasan a doblar los precios, en andanada de sol incluso los triplican. ¿Dónde está aquí ese argumento esgrimido de quien quiera ir a los toros a ver a las figuras que lo pague? No, aquí lo que hay es un empresario dispuesto a acabar con la esencia de Madrid y un CAT que lo permite, es el precio que hay que pagar por esa libertad absoluta que aludimos, para mayor paradoja dentro de un pliego de condiciones que regula las cosas más nimias que nos podamos imaginar, cualquier detalle trivial viene marcado disponiendo cómo ha de proceder la empresa, pero los precios, no. 

Creamos por un momento en las buenas intenciones que la empresa y el CAT se atribuyen con esta medida, si el abono creciera de tal manera que llegara al tope máximo y se abonaran 18 o 19 mil personas, ojalá, aunque dudo que eso vaya a suceder. ¿Qué precios pondrían al resto de asistentes teniendo en cuenta la poca disposición de entradas sueltas que quedarían?, ¿qué pasaría con las tarifas de los abonados si con un numero tan alto de ellos y con los precios tan económicos que pagan no se cubren los honorarios que demandan las figuras? 

Todo esto sucede dentro de una dinámica claramente decadente para las plazas de primera y segunda categoría, las cuales vienen mermando la afluencia de público paulatina e incesantemente, en gran medida por un auge de precios exacerbado en plazas monumentales u otras cuyo aforo permite un taquillaje para todos los bolsillos. Están echando a las clases más humildes de los toros y a esto sumémosle la inflación insoportable que nos está asolando. Málaga, reducida a la mínima expresión, solo ha llenado con Roca Rey (podría decirse que es el único torero de verdadero tirón actualmente, con permiso de José Tomás); Córdoba está hundida, como Bilbao y San Sebastián; Salamanca y Logroño moribundas; el abono de Sevilla está más mermado que nunca; la grandeza de Zaragoza pasó a mejor vida y es una plaza semiabandonada; Valencia, donde Rafael Garrido dispone −empresario de nuestra plaza−, ha aplicado esta temporada una subida de precios menor que la de Madrid logrando que el coso de la calle Játiva presentara un aspecto desolador. ¿De verdad era este el momento para disparar los precios de Las Ventas de manera discriminatoria? Creemos, sinceramente, que no. 

De acuerdo, Madrid es mucho Madrid. Claro que Las Ventas no va a caer de un día para otro, pero jamás hubiéramos pensado que en San Isidro fueran a ser comunes las medias entradas o los dos tercios de plaza y hace años que nos hemos acostumbrado a ello. Tampoco pensábamos que Madrid se fuera a contaminar de la oleada lenitiva que padecen todas las plazas otrora con un mínimo de rigor y, ahí está, ahora se entregan orejas donde antaño se daban abucheos. Incluso los presidentes, afectados por el mismo síndrome de flacidez, parece que han empezado a ver toros en Las Ventas antes de ayer. La tendencia y la dinámica es la que es, el público fiestero, el exceso de alcohol, los trofeos sin espíritu crítico, un sistema profundamente viciado, una prensa vendida… son asuntos que afectan a todas las plazas y que darían para otro prolijo artículo. Las medidas que han tomado son el último intento para seguir estirando el chicle y ordeñando la vaca isidreña, una feria de 30 tardes −29 el último San Isidro− que desde hace tiempo viene avisando que ya no soporta semejante magnitud, pero que sigue siendo muy lucrativa para el empresario. El que no se abonaba antes no lo hacía por una cuestión económica, o no hay aficionados dispuestos a ir tantos días seguidos o, simplemente, no disponen del tiempo suficiente. Sin perjuicio de que en esta Feria de Otoño suba el abono, como suele suceder en una feria de fin de semana con pocos festejos. 

Dicen que la diferenciación de precios ya se ha dado en el pasado, lo desconozco porque no he vivido esa etapa. Imagino que fue en la era Lozano (Toresma y Toresma 2, entre 1990 y 2004) porque con Chopera, según figura en el libro San Isidro 50 ferias 50 (Diego Lechuga, Madrid, Alianza Editorial, 1997, pág. 124): la primera medida que toma [Chopera] es igualar el precio de todas las corridas isidriles, precio que, por otra parte, era incluso inferior al registrado en años anteriores a su llegada. Cuesta lo mismo ver a tres segundones que a tres primeros espadas. Dejo para un estudio posterior cómo fue aquella discriminación de precios y si fue tan agresiva como la presente, o algún amable lector que nos comente. En cualquier caso, acciones iguales no tienen porqué provocar idénticos efectos, siendo que las circunstancias y los factores concurrentes son muy diferentes. 

Para ser totalmente francos no quiero finalizar esta pieza sin referir mi situación personal. Dejé de ser abonado la Feria de San Isidro de este año porque mi coyuntura no daba para ir a más de un 30 o 40 % de las tardes, me parecía absurdo renovar en esas condiciones. En general y, aunque me pese, he tenido que reducir notablemente el número de festejos a los que acudo. Fui quince años abonado −antes de ello aficionado de temporada−, para conseguirlo tuve que hacer varias noches pegado a la fachada neomudéjar, mi última localidad estaba en la fila 23 del tendido 7, junto con un grupito de aficionados que son de lo mejor que hay en la plaza: con unos criterios firmemente asentados, exigentes, equilibrados, duros con el rico, tolerantes con el pobre… la flor y nata del tendido 7. 

Sea o no abonado, eso es circunstancial, pensaría lo mismo, por encima de todo está la defensa de los que pasan por taquilla así como la Plaza de Madrid, la mejor, la que amamos y respetamos a partes iguales por su idiosincrasia única. El incremento de precios me parece tan abusivo y espurio que voy a mantener la intención previa de no abonarme a la Feria de Otoño (pensaba ir a todos los festejos que pudiera) y, menos aún, comprar entradas sueltas multiplicando el precio que paga un abonado. Veremos lo que sucede el año que viene, de momento no concibo esa forma de ir a Las Ventas, lo primero por el bolsillo, claro está, y después porque me considero aficionado de temporada y, para mí, vale lo mismo un festejo en abril, en agosto o en septiembre que en San Isidro o en Otoño, la disposición con la que voy a la plaza es la misma, calibrar la bravura de los toros y desentrañar cómo están los espadas con ellos. 

Será un antes y un después. A partir de ahora habrá una estadística que no vamos a ver reflejada en ningún sitio, la de las personas que van a dejar de ir a Las Ventas debido a las tarifas desmedidas que han puesto, el nicho de futuros aficionados que ahí había, o las que van a tener que reducir exponencialmente el número de comparecencias. Y un aficionado, sea abonado o no, con quien ha de solidarizarse es con aquel que pasa por taquilla −no obstante y como se suele decir somos profesionales de la taquilla− nunca con el empresario taurino.

¡Fuera los mercaderes del templo!

 

 

Un saludo a la afición.

 

martes, 30 de agosto de 2022

Mandador, de Isaías y Tulio Vázquez (3ª parte)

 

Mandador, de Isaías y Tulio Vázquez. Lidiado en Madrid el 4 de junio de 1983

Foto subida a Twitter por @danitoro7492

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El presidente, que llaman señor González, acertó al desoir la algarada incivil y ordenó que salieran los picadores. Cuadrúpedos eran especie conocida del Tulio, y nada más ver al caballo se arrancó de largo, metió los riñones con tremenda codicia y lo estrelló contra las tablas. 

  Ni un duro daría yo por los huesos de ese caballo si no son para harina, después del salvaje empujón. El toro se ganó una ovación, el presidente otra, y la masa desnortada en ciencia taurámaca, la rechifla de la afición. Más puyazos tomó el Tulio de la papada, que además derribó e hirió; todas desde muy largo; en todas le desbarataron los lomos.

Joaquín Vidal

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Pueden leer algunas cosas sobre este célebre ejemplar aquí (1ª parte) y aquí (2ª parte)

viernes, 19 de agosto de 2022

Otro año en Cenicientos

 

       Otro año en Cenicientos, sí, y de nuevo otra ocasión en la que la feria de toros corucha nos deja un grato regusto. Esta ha sido la de la consolidación definitiva, diría yo, la confirmación de Cenicientos como una de las mejores ferias toristas, sino la mejor, de toda España. Lo apunté en el artículo del año pasado y creo que ya no queda lugar a dudas. Las bases y los cimientos para lograrlo estaban ahí, en las cualidades ínsitas de este pueblo cuando de toros se trata, había que pulir cuatro detalles, cosa que el consistorio actual se ha encargado de hacer logrando que los resultados salten a la vista. 

Cenicientos, como sucede en algunas plazas toristas francesas tan idolatradas y sin menoscabo de estas, es ahora uno de los enclaves de peregrinación más importantes de toda la temporada para esos locos que buscan la autenticidad y la emoción del toro-toro. En plena canícula de la meseta, en medio de las idas y venidas vacacionales, inclusive con el festejo de La Paloma en Las Ventas, una nueva catedral de Santiago se alza entre los escarpados cerros que rodean este municipio colindante con las dos Castillas. Aficionados que llegan desde todos los rincones de España, de Francia, así como otros puntos cardinales, todos ellos en busca de la revelación del toro bravo que, todo hay que decirlo, este año no se produjo, aunque sí hubo un atisbo con el tercio de varas que protagonizó el de Peñajara. 

Un serial que no para de crecer, este año con unas entradas que no recordaban ni los más viejos del lugar. La sombra completamente llena, no cabía nadie más los dos días de toros, y la jornada de la concurso de ganaderías incluso con los tendidos de sol muy concurridos. Una presidencia que busca el rigor y la seriedad; una lidia en la que el tercio de varas ha de ser protagonista o, al menos, que no sea escamoteado a los espectadores que acuden en busca de esto precisamente; y la materia prima: el toro, aunque con esto ya contaban antes de este nuevo renacer. El toro fuerte, el ofensivo, el que sobresale y destaca por su espectacularidad más allá de los conceptos canónicos de trapío, porque en Cenicientos siempre ha gustado el toro cornalón. 

El resultado es una feria mucho más sofisticada, más de aficionados, más civilizada si se quiere; atrás quedó aquel Cenicientos salvaje, rudo, espontáneo e intransigente que conocí cuando comencé a ir allí. La evolución ha sido palpable y notoria.   

He de decir que disfruté muchísimo la corrida de Cuadri, entre otros, por el acontecimiento de ver esas reses grandes y musculadas asomando por el toril del terciado ruedo corucho, y además por el aspecto que lucían sus astas, sin los típicos cambios de tonalidad de la encornadura producidos por esas inmorales fundas que están provocando una nueva oleada de manipulación en forma de sutil redondez, el afeitado posmoderno cabría decir. Los Cuadri, como decía, no eran cornalones, y más atendiendo a la generosidad de sus carnes, pero las astas eran duras, buidas, no se despitorraban a las primeras de cambio, y tuve la sensación de estar presenciando una corrida íntegra. Luego, en los corrillos, vino un aficionado a bajarme de la nube diciendo que el castaño que cerró el festejo estaba arreglado, puesto que en el enchiqueramiento matutino tenía astilladas las defensas de tanto derrotar en las puertas. Ya saben, en esto de los toros siempre buscamos los tres pies al gato. 

Por cierto, yo soy de los que salió contento con Cuadri y vi un atisbo de mejoría, salvando hasta tres toros del encierro. Tenía en perspectiva las últimas corridas de este queridísimo hierro que fueron realmente malas por falta de casta, una sequía que está durando mucho más de lo que nos gustaría. Hubo puntos positivos: las fuerzas no fallaron, en mayor o en menor medida, y a excepción del sexto que sí me pareció manso declarado, en general no se afligieron en el castigo de la puya, en banderillas desarrollaron mucho sentido como suele ser habitual y de salida algunos de ellos pudieron con los coletas. Podemos contar hasta tres toros que se menearon, bueno, dos, porque el otro nos lo tenemos que imaginar pues apuntaba excelentes maneras hasta que mandó a la estratosfera al bueno de Damián Castaño, torero en franca progresión con las corridas de verdad que ahora se ha de medir, renqueante, con una de Dolores en Bilbao. Los dineros son los dineros. Por otra parte, Alberto Lamelas sorteó un toro bonancible, suavón, y por allí anduvo, sin decir apenas nada. 

La concurso, como el año pasado, tuvo por ley tres entradas al jaco, así se les hace saber a las cuadrillas desde por la mañana. Pues ni por esas. Los picadores desangran a los toros y emplean todas sus artimañas en el primer envite, algo que, a todas luces, atenta contra la razón. ¿No será mejor ponderar las fuerzas del bicho y medir el puyazo en los primeros encuentros?, pues nada, los del castoreño son así de malos y así de tozudos.

El de La Quinta parecía seleccionado para una de esas tardes en las que se anuncia El Juli con ellos, era más bueno que el pan, Sergio Serrano le dio muchos muletazos sin pena ni gloria, sería que era el primero y la gente estaba fría... El ejemplar de Pablo Romero a mí me pareció guapísimo, en el tipo de la casa que solemos decir, se desfondó en el caballo y fue una estatua en la muleta, descastado en extremo. Con fama y conocido por todos venía el de Juan Luis Fraile, Jaquetón (precioso nombre), gracias a las redes sociales, tuvo tendencia a visitar la puerta del toril, acaso por sus viajes y sus alojamientos previos en los chiqueros de otras plazas, no se lució en varas y en el trapo quedó áspero, con arrancadas puntuales y frenándose. Adrián de Torres se quedó quieto viendo como pasaba aquella apabullante osamenta, ni toreó ni lo sometió, pero a la gente le llegó mucho y cortó una oreja, lo siento pero no fue mi caso. En cuarto lugar salió el de Samuel a darnos la enésima lección de mansedumbre y descaste mientras divagábamos sobre lo que debió ser antaño la ganadería de Gamero Cívico. Peñajara viene al alza según estamos comprobando últimamente, atrás queda aquella corrida inolvidable en la que le devolvieron todos -o casi todos- los toros en Las Ventas (estaban enfermos, sic ganadero). El ramalazo Baltasar Ibán, la ganadería más brava y constante del campo bravo, se nota, vaya que si se nota, es espectacular verlos galopar al caballo, se arrancan como felinos. Trajeron un ensabanado salpicado en negro y otros muchos accidentes más en el pelaje, Bienpeinado, que miraba a los tendidos entre puyazo y puyazo, escarbaba un tanto y se arrancaba. Lo desangraron en las primeras entradas, en la cuarta y última vimos que aminoró mucho la pujanza y apenas metió riñones, cuando llegó a la muleta de David Galván duró una serie, aunque a este torero no le vimos con mucha conciencia de lo que hacía. Si han llegado hasta aquí, les diré que cerró el festejo un toro bajito y veleto de Adolfo Martín, hierro conocido por todos y en horas bajas dada la sosería, y la tontería, que impera últimamente. Empujó medio de lado en el jaco y mirando por el rabillo del ojo, esperando la primera escusa para marcharse, o sea, una pelea mediana tirando a suspenso. El cárdeno se dejaba, metía la cara e iba largo sin exceso de nervio ni de pujanza, Adrián de Torres lo toreó técnicamente bien, he de decir que me sorprendió ya que pensaba que este Resabiado le iba a sacar las costuras. Faenó en línea al principio sin obligarlo mucho, esperándolo, sin toques bruscos, tal y como demandan las reses de Albaserrada, y pegó algunos muletazos sueltos de mérito por la derecha, sin redondear ninguna tanda y abusando del toreo perfilero en vez de dar el medio pecho. En cualquier caso fue el espada que este año descolló del resto y espero que goce de oportunidades. 

El premio de la concurso se lo han dado al de Adolfo que, como queda dicho, la pelea que hizo en el caballo fue insuficiente. Lo suyo, dado el torismo declarado de la feria, era dárselo al de Peñajara o bien dejarlo desierto porque al final han premiado al más muletero como si de cualquier feria al uso se tratara. 

Son cosas que hay que pulir porque llegados a este nivel tan alto las objeciones que se pueden poner son pocas y de segundo orden, lo más importante lo están cubriendo sobradamente. Ciertamente, la tarea más complicada a partir de ahora será mantener este nivel de feria, seguir en el lugar que muchos le hemos dado, porque una vez acostumbrados a esto las demandas van a ser exigentes y los aficionados van a mirar con lupa todos los detalles y, por supuesto, que los carteles de toros y toreros estén a la altura de las expectativas. El problema se plantea con las próximas elecciones municipales, en mayo de 2023, porque si todos estos logros que venimos comentando se deben a la gestión directa de la feria por parte del Ayuntamiento de Cenicientos y a los buenos aficionados que hay detrás, ¿qué sucederá si gobierna otro partido los próximos años?, ¿volverá la fiesta salvaje, desorganizada, con toreros de escasísimo recorrido dando el sainete y empresarios de oscuro proceder? No me gustaría nada volver por aquellos derroteros, en cualquier caso, si se mantiene como siempre el toro de primerísima con toda la barba de las ganaderías que crían principalmente para satisfacción de los aficionados, muchos sentiremos la llamada de la fe y seguiremos peregrinando a Cenicientos.


Saludos a la afición. 


Los cuadri, qué bueno volver a veros

Damián Castaño antes de la voltereta


Jaquetón, el de Juan Luis Fraile, simplemente espectacular

Adrián de Torres aguantando las arrancadas del Juan Luis Fraile


El de Peñajara

Suerte de varas, cuarto puyazo de Bienpeinado, de Peñajara (esta foto es mía)

De Torres con el Adolfo

Resabiado, de Adolfo Martín, acudiendo al jaco

15 de agosto de 2022, corrida concurso de ganaderías, la mejor entrada en muchos años. Que siga...


lunes, 1 de agosto de 2022

Decálogo del torismo (corregido y aumentado)


A raíz del éxito que tuvo aquella serie de mandamientos para el aficionado torista, o el que quiera aproximarse a esta forma de entender la Fiesta, hemos tenido a bien corregir y aumentar estas tablas de la Ley con algunos aspectos que habían sido omitidos. 


Veiga Teixeira


--Decálogo:

1.  Cuando veas un cartel de toros te fijarás, en primer lugar, en las ganaderías que se anuncian. En segundo lugar, volverás a mirar las ganaderías para seleccionar las tardes que son inexcusables.

2. Desconfía de todo aquel que viva del mundillo porque sus opiniones serán parciales, con sesgo e intencionadas.

3.  No censurarás que el caballo rebase las rayas porque sabes que los terrenos que más miedo le dan a los picadores son los de afuera, y que muchas veces hay que pisarle los terrenos a los toros para que se arranquen. Si tus vecinos de tendido lo hacen no está de más dirigirles, socarronamente, un “no tienes ni puta idea”. Esto incita la gresca y la discordia y ayuda a sobrellevar el tedio de muchas corridas de toros.

4.  Tu única motivación para coger la moto, el coche,  el autobús, el tren, el avión o el barco para viajar a otras ciudades, será, única y exclusivamente, la ganadería que se anuncie en el cartel.

5.  Desconfía de los ganaderos y las historias de reatas y sementales que te cuenten porque de los mejunjes que hacen en casa cuentan la mitad, y la otra mitad es mentira.

6.   Los cacharros, pelotazos o combinados son para después de la corrida, para animar las tertulias y llevarle la contraria a los habituales. El toro es el eje del festejo, donde está el toro está la corrida, y más vale ver dos cuernos que cuatro.

7.   Honrarás a los toreros que matan las ganaderías duras por encima de todas las cosas, por muy pegapases que sean.

8.   Desconfía de la matrícula del toro, es decir, del hierro, y libera los prejuicios. En cualquier momento y en cualquier ganadería puede saltar el bravo.

9. Te reirás del que te diga que en Madrid, Pamplona o Bilbao no embisten los toros porque son muy grandes y pesan muchos kilos. Estas teorías fantasmagóricas solo provienen de los que pretenden achicar al toro y buscan la fiesta   light.

10.   Las corridas de toros no se miden por las orejas cortadas sino que siguen el esquema x/y/z, esto es, número de puyazos, número de tumbos y número de caballos muertos.


--Disposiciónes adicionales:

11.  Abominarás y rechazarás el indulto en todo lugar y condición,  salvo que de la indulgencia con el toro dependa la salvación de un encaste o una ganadería. Los  indultos los ha de hacer el ganadero en el campo, el toro va a morir a la plaza y el torero a estoquearlo. 

12.  Apreciarás la muerte del toro encastado como  uno de los momentos más bellos y grandiosos de la corrida de toros, exigiendo al matador  que lo mate por derecho y por arriba y a los subalternos que no  hagan trapacerías ni rueda de peones  o cualquier tipo de acción que  lleve a confusión o que mancille la muerte gallarda de un toro encastado. 

13.  En la suerte de varas ponderarás, por encima de la distancia y la lejanía en la arrancada, lo que haga el toro cuando está siendo castigado en el peto, es decir, que se crezca a la adversidad  con ansia y con poderío, atendiendo también, ojo avizor, a cómo sale de la suerte, mejor fresco como una lechuga y buscando pelea que pegando coces o huyendo a un lugar tranquilo del ruedo. 


María do Carmo Palha, Ceret 1998, foto: Michel Volle