viernes, 29 de abril de 2016

Desencajonada en Las Ventas



  Mañana, en la Plaza de Toros y gratis para todo el que se acerque, se desencajona la corrida que va a lidiarse en la festividad del 2deMayo, del Tajo y La Reina, propiedad del matador de toros José Miguel Arroyo, "Joselito". 

Espero que acuda el público y la plaza presente buen ambiente. Es una iniciativa que merece felicitación, impulsada por el Director Gerente del Centro de Asuntos Taurinos, Manuel Ángel Fernández. Los aficionados al toro, que no son pocos por estos lares, seguro que lo agradecen. 

La última referencia que encuentro en nuestra plaza es del 17 de septiembre de 1982. Joaquín Vidal dice que al terminar el festejo de la Feria de Otoño, que correspondía con una corrida de Cuadri, se va a desencajonar una de Victorino Martín. Pero el encierro de Cuadri resultó un auténtico petardo, se lastimaron varios toros en los corrales, sólo se lidiaron tres y salieron inválidos. El público de uñas toda la tarde. Ni Joaquín Vidal en El País, ni Vicente Zabala en ABC hacen mención a la desencajonada de Victorino prometida, así que no sé qué pasaría. 

Si alguien sabe de otras desencajonadas en Las Ventas que lo diga, por mi parte no he encontrado más. Al menos en fecha relativamente reciente. 

miércoles, 27 de abril de 2016

Gonzalo Santonja en la revista Taurodelta

Usted es profesor honorario en la Universidad de Iowa (USA). ¿Le han preguntado alguna vez en EEUU por los toros?
Sí. Viajo siempre con distintas publicaciones, entre ellas revistas taurinas, que normalmente llaman mucho la atención.

¿Qué suele contar?
Mi primer argumento siempre es el de la ecología, lo que el toro sostiene. Les cuento por ejemplo que sólo en Salamanca se conservan 8.000 encinas centenarias. Esto significa que la mayor extensión que hay en Europa de alcornoques, quejigos, melojos y encinas es la del campo charro. Y todo lo preserva el toro. O sea, que en las dehesas encontramos el mejor ejemplo de desarrollo sostenible, tan de moda en estos tiempos

¿Qué se agostaría en España si el toro desapareciera?
Bueno, eso lo dice Federico García Lorca: “Qué sería de España si cesasen los clarines de la corrida”. Él considera que una de las grandes aportaciones a la humanidad es el patrimonio taurino y que nuestra cultura sería otra sin ese componente. En Literatura, por ejemplo, tenemos dos grandes elegías que son verdaderos patrimonios de la humanidad: la de Jorge Manrique y la de García Lorca al diestro Sánchez Mejías.

Antes de terminar, ¿qué tiene que decir del lenguaje taurino?
Que está al orden del día. Fíjese, un día analicé uno de los discursos de Carod Rovira y encontré hasta ocho expresiones muy taurinas. Hay muchas palabras que en su día nacieron en los ruedos y que hoy se han generalizado. Un ejemplo es ganapanes, que se usaba para llamar, en el siglo XVI, a quienes sacaban arrastra los toros ya muertos. No había mulillas y lo hacían a cambio de un pan. Cuando entraron los tiros de mulillas desaparecieron, sin embargo la palabra sigue usándose.


 Doctor en Filología Hispánica, diplomado en Documentación por la Escuela Nacional de Documentalistas y "Honorary Fellow in Writing" por la Universidad de Iowa (USA), es catedrático en la Universidad Complutense de Madrid


sábado, 23 de abril de 2016

En el IV Centenario de la muerte de Cervantes. Don Quijote y los toros (y II)

CAPÍTULO LVIII (2ª parte)

Que trata de cómo menudearon sobre don Quijote aventuras tantas, que no se daban vagar unas a otras  



    Y con gran furia y muestras de enojo se levantó de la silla, dejando admirados a los circunstantes, haciéndoles dudar si le podían tener por loco o por cuerdo. Finalmente, habiéndole persuadido que no se pusiese en tal demanda, que ellos daban por bien conocida su agradecida voluntad y que no eran menester nuevas demostraciones para conocer su ánimo valeroso, pues bastaban las que en la historia de sus hechos se referían, con todo esto, salió don Quijote con su intención, y puesto sobre Rocinante, embrazando su escudo y tomando su lanza, se puso en la mitad de un real camino que no lejos del verde prado estaba. Siguióle Sancho sobre su rucio, con toda la gente del pastoral rebaño, deseosos de ver en qué paraba su arrogante y nunca visto ofrecimiento.

Puesto, pues, don Quijote en mitad del camino, como se ha dicho, hirió el aire con semejantes palabras:

—¡Oh vosotros, pasajeros y viandantes, caballeros, escuderos, gente de a pie y de a caballo que por este camino pasáis o habéis de pasar en estos dos días siguientes! Sabed que don Quijote de la Mancha, caballero andante, está aquí puesto para defender que a todas las hermosuras y cortesías del mundo exceden las que se encierran en las ninfas habitadoras destos prados y bosques, dejando a un lado a la señora de mi alma Dulcinea del Toboso. Por eso, el que fuere de parecer contrario acuda, que aquí le espero.

Dos veces repitió estas mismas razones y dos veces no fueron oídas de ningún aventurero; pero la suerte, que sus cosas iba encaminando de mejor en mejor, ordenó que de allí a poco se descubriese por el camino muchedumbre de hombres de a caballo, y muchos dellos con lanzas en las manos, caminando todos apiñados, de tropel y a gran priesa. No los hubieron bien visto los que con don Quijote estaban, cuando volviendo las espaldas se apartaron bien lejos del camino, porque conocieron que si esperaban les podía suceder algún peligro: sólo don Quijote, con intrépido corazón, se estuvo quedo, y Sancho Panza se escudó con las ancas de Rocinante.


Gustave Doré (1832 - 1883), ilustraciones para El Quijote


Llegó el tropel de los lanceros, y uno dellos que venía más delante a grandes voces comenzó a decir a don Quijote:
—¡Apártate, hombre del diablo, del camino, que te harán pedazos estos toros!

—¡Ea, canalla —respondió don Quijote—, para mí no hay toros que valgan, aunque sean de los más bravos que cría Jarama en sus riberas! Confesad, malandrines, así, a carga cerrada, que es verdad lo que yo aquí he publicado; si no, conmigo sois en batalla.

No tuvo lugar de responder el vaquero, ni don Quijote le tuvo de desviarse, aunque quisiera, y, así, el tropel de los toros bravos y el de los mansos cabestros, con la multitud de los vaqueros y otras gentes que a encerrar los llevaban a un lugar donde otro día habían de correrse, pasaron sobre don Quijote, y sobre Sancho, Rocinante y el rucio, dando con todos ellos en tierra, echándole a rodar por el suelo. Quedó molido Sancho, espantado don Quijote, aporreado el rucio y no muy católico Rocinante, pero en fin se levantaron todos, y don Quijote a gran priesa, tropezando aquí y cayendo allí, comenzó a correr tras la vacada, diciendo a voces:
—¡Deteneos y esperad, canalla malandrina, que un solo caballero os espera, el cual no tiene condición ni es de parecer de los que dicen que al enemigo que huye, hacerle la puente de plata!

Pero no por eso se detuvieron los apresurados corredores, ni hicieron más caso de sus amenazas que de las nubes de antaño. Detúvole el cansancio a don Quijote, y, más enojado que vengado, se sentó en el camino, esperando a que Sancho, Rocinante y el rucio llegasen. Llegaron, volvieron a subir amo y mozo, y sin volver a despedirse de la Arcadia fingida o contrahecha, y con más vergüenza que gusto, siguieron su camino. 


José Segrelles (1885 - 1969), ilustraciones para El Quijote

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   Es curioso cómo en tiempos ya históricos, el toro se crió asociado a las cuencas de los ríos principales y a algunos de sus afluentes, y también a ciertas serranías. Los límites de la crianza del toro han sido Duero y Ebro hacia el Norte, Tajo en el Centro y Guadiana y Guadalquivir en el Sur...
En los siglos en que el toreo caballeresco predominaba, solíase mencionar la procedencia del ganado bravo adscribiéndolo a un lugar geográfico, hidrográfico más bien, toda vez que a los nombres de ciertos ríos se asociaba la bravura y la acometividad de los ejemplares que en sus riberas se criaban.
Para la entrada en Madrid de la Reina Margarita, esposa de Felipe III, en el mes de octubre de 1599, mandó el concejo de la Villa se compraran cuarenta toros "procurando sean muy buenos, así de los que suelen traer otras veces de Zamora como los de la ribera del Jarama". 
Jarama tuvo, en efecto, gran predicamento entre los buenos aficionados. Y los caballeros alanceadores y rejoneadores los preferían. En Madrid, por su cercanía se lidiaban muchos jarameños. 
Nuestros literatos citan con frecuencia esos lugares geográficos e hidrográficos en sus escritos.
[Francisco López Izquierdo; Historia del toro de lidia (De la Prehistoria a nuestros días); edición Agualarga; página 91]

viernes, 22 de abril de 2016

En el IV Centenario de la muerte de Cervantes. Don Quijote y los toros (I)

Retrato apócrifo de Miguel de Cervantes
Eduardo Balaca y Orejas, hacia 1877
(Museo del Prado)


CAPÍTULO XVII (2ª parte)
De donde se declaró el último punto y estremo adonde llegó y pudo llegar el inaudito ánimo de don Quijote con la felicemente acabada aventura de los leones


   En todo este tiempo no había hablado palabra don Diego de Miranda, todo atento a mirar y a notar los hechos y palabras de don Quijote, pareciéndole que era un cuerdo loco y un loco que tiraba a cuerdo. No había aún llegado a su noticia la primera parte de su historia, que si la hubiera leído cesara la admiración en que lo ponían sus hechos y sus palabras, pues ya supiera el género de su locura; pero como no la sabía, ya le tenía por cuerdo y ya por loco, porque lo que hablaba era concertado, elegante y bien dicho, y lo que hacía, disparatado, temerario y tonto. Y decía entre sí: «¿Qué más locura puede ser que ponerse la celada llena de requesones y darse a entender que le ablandaban los cascos los encantadores? ¿Y qué mayor temeridad y disparate que querer pelear por fuerza con leones?».

Destas imaginaciones y deste soliloquio le sacó don Quijote, diciéndole:
—¿Quién duda, señor don Diego de Miranda, que vuestra merced no me tenga en su opinión por un hombre disparatado y loco? Y no sería mucho que así fuese, porque mis obras no pueden dar testimonio de otra cosa. Pues, con todo esto, quiero que vuestra merced advierta que no soy tan loco ni tan menguado como debo de haberle parecido. Bien parece un gallardo caballero a los ojos de su rey, en la mitad de una gran plaza, dar una lanzada con felice suceso a un bravo toro; bien parece un caballero armado de resplandecientes armas pasar la tela  en alegres justas delante de las damas, y bien parecen todos aquellos caballeros que en ejercicios militares o que lo parezcan entretienen y alegran y, si se puede decir, honran las cortes de sus príncipes; pero sobre todos estos parece mejor un caballero andante que por los desiertos, por las soledades, por las encrucijadas, por las selvas y por los montes anda buscando peligrosas aventuras, con intención de darles dichosa y bien afortunada cima, solo por alcanzar gloriosa fama y duradera. Mejor parece, digo, un caballero andante socorriendo a una viuda en algún despoblado que un cortesano caballero requebrando a una doncella en las ciudades. Todos los caballeros tienen sus particulares ejercicios: sirva a las damas el cortesano; autorice la corte de su rey con libreas; sustente los caballeros pobres con el espléndido plato de su mesa; concierte justas, mantenga torneos y muéstrese grande, liberal y magnífico, y buen cristiano sobre todo, y desta manera cumplirá con sus precisas obligaciones. Pero el andante caballero busque los rincones del mundo, éntrese en los más intricados laberintos, acometa a cada paso lo imposible, resista en los páramos despoblados los ardientes rayos del sol en la mitad del verano, y en el invierno la dura inclemencia de los vientos y de los yelos; no le asombren leones, ni le espanten vestiglos, ni atemoricen endriagos, que buscar estos, acometer aquellos y vencerlos a todos son sus principales y verdaderos ejercicios. Yo, pues, como me cupo en suerte ser uno del número de la andante caballería, no puedo dejar de acometer todo aquello que a mí me pareciere que cae debajo de la juridición de mis ejercicios; y, así, el acometer los leones que ahora acometí derechamente me tocaba, puesto que conocí ser temeridad esorbitante, porque bien sé lo que es valentía, que es una virtud que está puesta entre dos estremos viciosos, como son la cobardía y la temeridad: pero menos mal será que el que es valiente toque y suba al punto de temerario que no que baje y toque en el punto de cobarde, que así como es más fácil venir el pródigo a ser liberal que el avaro, así es más fácil dar el temerario en verdadero valiente que no el cobarde subir a la verdadera valentía; y en esto de acometer aventuras, créame vuesa merced, señor don Diego, que antes se ha de perder por carta de más que de menos, porque mejor suena en las orejas de los que lo oyen «el tal caballero es temerario y atrevido» que no «el tal caballero es tímido y cobarde»

—Digo, señor don Quijote —respondió don Diego—, que todo lo que vuesa merced ha dicho y hecho va nivelado con el fiel de la misma razón, y que entiendo que si las ordenanzas y leyes de la caballería andante se perdiesen, se hallarían en el pecho de vuesa merced como en su mismo depósito y archivo. Y démonos priesa, que se hace tarde, y lleguemos a mi aldea y casa, donde descansará vuestra merced del pasado trabajo, que si no ha sido del cuerpo, ha sido del espíritu, que suele tal vez redundar en cansancio del cuerpo.

—Tengo el ofrecimiento a gran favor y merced, señor don Diego —respondió don Quijote.

Y picando más de lo que hasta entonces, serían como las dos de la tarde cuando llegaron a la aldea y a la casa de don Diego, a quien don Quijote llamaba «el Caballero del Verde Gabán».

Lanzada a pie. Antonio Carnicero, "Principales suertes de una corrida", 1790

Lanzada a pie. Tordesillas, Valladolid. Torneo del Toro de la Vega

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   Intérpretes esotéricos han querido sacar partido, ya en sentido alegórico, ya en alusiones claras a la fiesta. No merece la pena detenerse a reparar en tales juicios. El que formara el gran hidalgo de la fiesta taurina lo sabemos autorizadamente de sus propios labios. Dialogando con el discreto Caballero del Verde Gabán, lo dice. Y aunque esta concesión la hace para parangonar las fiestas cortesanas con los trabajos oscuros y heroicos de los caballeros andantes, el elogio, al menos en la parte de valor y gallardía de la fiesta, está patente. 
[José María de Cossío; Los Toros, literatura y periodismo; tomo VIII; edición Espasa Calpe, página 202 - 203].

miércoles, 20 de abril de 2016

Público de Madrid (III)

En la revista El Ruedo, años 70


Toruno, por Luis Juliá

El primero de la Plaza Vieja



  Entre las fantásticas pinturas de toros que hizo el destacado artista en esta materia, Luis Juliá y Carrere, damos con esta maravillosa obra y un vídeo sobre la depurada restauración de la misma, a cargo de Laura Jiménez. Se trata de Toruno, de Veragua, el toro que primeramente asomó por los toriles de la Plaza Vieja, el día 4 de septiembre de 1874, estoqueado por Manuel Fuentes Rodríguez "Bocanegra", del que hablamos en esta entrada

lunes, 18 de abril de 2016

Otros tiempos (IV)


Toros (caballos muertos) o "En verano, todo bicho vive". Hacia 1886
Ramón Casas y Carbó (Barcelona, 1866 - 1932)


  Con solo 20 años, y después de una estancia formativa en París, Casas realizó esta y otras pinturas taurinas, en las que se evidencia la elaboración personal de las novedades conocidas en aquella ciudad, especialmente Manet, así como la huella de Goya, cuya obra había visto en el Museo del Prado. Pintado con nitidez en primer término, el artista, mediante pinceladas superpuestas de tonalidades claras y oscuras, consigue una sensación de vibración en el segundo término de la composición, un recurso que utilizará a menudo en su producción posterior.

domingo, 17 de abril de 2016

Padilla y la culminación del mérito

Juan José Padilla (Santana de Yepes)

  No vi la corrida reciente de Fuente Ymbro en Sevilla pero es indiferente para el tema que quiero exponer. Dice la opinión general que la Puerta del Príncipe de Padilla es la culminación del mérito, el premio de la lucha de un hombre contra la adversidad y cómo sobreponerse a ella. Y solo quería decir, sin extenderme en demasía y sin desmerecer su logro, que la más auténtica culminación del mérito, hablando en términos taurinos tradicionales, hubiera sido anunciarse de nuevo con toros de Santa Coloma, a poder ser en la Plaza de Zaragoza y con el hierro de Ana Romero.

  Así lo hicieron numerosos toreros a lo largo de la historia: reencontrarse con la misma plaza, el mismo público, la misma ganadería, e incluso el mismo muletazo que lo apartó de los ruedos, espantando así todos los fantasmas en un alarde de valor verdaderamente heroico. Como tantos, un detalle que apenas se estila ahora. No es tiempo romanticismos. 

Manuel Mejías Rapela (La razón incorpórea)


 Ya ha llovido desde aquella fortísima e indeseable cornada, en 2011, y quizá ya es tarde. 


  Uno de los casos más sonados es el de Manuel Mejías Rapela, el "Papa Negro", que un año después de encerrarse con toros de Trespalacios, reapareció en el mismo lugar, Madrid, con la misma ganadería y una prótesis en la pierna izquierda. Hablamos de los años 1910 y 1911.


  En el blog La razón incorpórea, José Morente recordó lo sucedido extraordinariamente en dos artículos que podemos ver aquí y aquí.
  

viernes, 15 de abril de 2016

Indulto en Sevilla de Cobradiezmos, de Victorino Martín






 Ahora que han pasado los días y las emociones están de resaca, hagamos unas cuantas consideraciones en frío. Cobradiezmos, de Victorino Martín, al que han mandado de regreso al campo en esta Feria de Abril 2016 es el tercer indulto contemporáneo en la Plaza de Sevilla, en la década de los sesenta hubo un novillo de Albaserrada y hace pocos años fue un toro de Núñez del Cuvillo, Arrojado, que produce sonrojo solo de pensarlo. Mucho antes se le perdonó la vida a otros morlacos, en tiempo heroico de picadores de acero, hilo de oro y batacazos de muy señor mío. 

  Cobradiezmos, como los frailes de Andalucía que a base de tributos en forma de ganado vacuno profesionalizaron la cría del toro bravo y crearon algunas de las castas fundacionales, es un toro guapo, como no podía ser de otra forma y como prácticamente todos los toros que resultan máquinas de embestir, que al final solo vemos guapura. He de decir que aun viéndolo bajo el prisma de la pantalla, con la esterelización que produce, no puede uno evitar el embargo de la emoción que produce esta fiesta simpar. Cobradiezmos fue un señor toro que no dejó de embestir codicioso, planeando y surcando el albero con el hocico; desde el principio fija la atención del espectador merced a esa extraordinaria forma de acometer en la muleta de Manuel Escribano. A comienzos de faena lo hace incluso galopando, cosa rara en este encaste, como galopando acude a los dos puyazos que recibió. Bajo el peto hace una pelea discreta, empujando de lado, con el pitón izquierdo; en el segundo encuentro se apresuran y lo sacan rápido. Se dice que los puyazos traseros no favorecen a que los toros humillen, no fue el caso de Cobradiezmos, castigado trasero tuvo en la humillación una de sus cualidades más destacables. Para concretar diríamos que el toro, aunque tardeando, acude alegre y decidido al caballo, donde pelea sin grandes alardes, y sale del trance embistiendo a todo lo que se le ofrece, sin hacer el mínimo gesto de desprecio o de huida. Falta ese tercer y sacrosanto puyazo, definitorio y meridiano de bravura, aunque viendo que el animal no parecía muy sobrado de remos -hay varias perdidas de manos- ni atesora el poder y la fiereza que tanto miedo produce a los de abajo, parece lógico que no lo pusieran nuevamente en suerte. En banderillas acude presto y galopa, parece que siente los palos en el segundo par, pero es mínimo y, como los puyazos, también caen traseros.  

  Para poder sacar conclusiones y mojarme sobre el indulto he contado la lidia de Cobradiezmos desde mi punto de vista. Y siendo consecuente con mi forma de ver esto, para aprobar el indulto, al toro le falta un punto más de fuerza, o poder como decían los antiguos, y una pelea en varas más brava, más demoledora. De este modo se hubiera puesto contrapunto a la nobleza que exhibió en la muleta que, para gusto de un servidor, tiene una cucharada de azúcar de más. Y no es desprecio a esa cualidad inefable que hace posible el toreo, hogaño tan estigmatizada, como es la nobleza. El toro se revuelve rápido, sobre los cuartos traseros, como es tradicional en este encaste, su condición de bravura noble le hace embestir hasta el fin del mundo. Lo que pasó en Sevilla no es otra cosa que el reflejo de una visión de tauromaquia que imponen, donde la faena de muleta es lo único que cuenta y el resto se ignora o, en el peor de los casos, se menosprecia.

  Cada aficionado tiene una opinión sobre el concepto de máxima bravura, y la mía es la de "hasta aquí hemos llegado". El toro bravo se entrega con franqueza cuando encuentra un torero con suficiente poder como para domeñarlo, pero también es fuerte, listo, fiero, y tiene que llegar un momento, con el paso de la faena, en el que se va enterando, se avisa, y vuelven las complicaciones. Ese "hasta aquí hemos llegado" que comento. La bravura infinita, de muletazos sin fin, no la concibo, porque el toro bravo es noble, pero no es tonto.

  Debería haber empezado diciendo que no soy partidario de ningún indulto, en otras ocasiones lo he comentado aquí. Uno de los momentos más emocionantes y solemnes de la lidia, génesis y razón de ser de la tauromaquia, es la estocada final y la muerte del toro bravo entre la admiración del público. El indulto nos priva de ello. Los toros han de morir en la plaza frente a un hombre que expone su integridad y su mayor valía, la vida, y solo haría la excepción con animales de sangres en peligro de desaparecer que no tienen dónde refrescar, como bien me hizo comprender David Delajota. En plazas de segunda y tercera que sigan con el indulto si quieren, tampoco vamos a privar al público de la fiesta pandereta en plazas de pandereta, donde el toro, la lidia, el tercio de varas y la más mínima rigurosidad brillan por su ausencia.




lunes, 11 de abril de 2016

Novillada de Pablo Mayoral, santacolomas de pitiminí

Crónica para la web de la Asociación El Toro de Madrid.



  Un cuarto de plaza en  Las Ventas en tarde fría y con aguacero en la segunda parte del festejo. Novillada de Pablo Mayoral, encaste Santa Coloma vía Felix Suarez, Tovar, Víctor Huertas. Alguna reminiscencia Veragua y Martínez. Desigualmente presentados, primero y tercero abecerrados. Devuelto el inválido cuarto por uno de Benjamín Gómez, también Santa Coloma, escurrido de hechuras.

  Floja novillada de Pablo Mayoral, tanto de poder como de casta. Tiempo ha de la última ocasión en la que lidiaban un encierro en Madrid y seguramente igual que yo, los aficionados iban con otras expectativas. Se vinieron abajo rápidamente y eso que se simuló la suerte en picas. Sólo el sexto aguantó con viveza. El quinto también duró, iba chochón y después de miles de muletazos que David de Miranda le pegó, el animal seguía sin enterarse de nada. Ha sido otro detalle que hemos observado: los animales han adolecido del comportamiento típico de la sangre santacolomeña, esto es la capacidad para penalizar los errores que se producen durante la lidia, para amoscarse cuando se faena a la contra, para colarse cuando ven las puertas abiertas. Como si fueran reses de una ganadería de esas que se tachan de borreguiles, los novillos aguantaban carros y carretas que no tenían una mala reacción ni desarrollaban ideas aviesas.

  De ahí se explica que los coletas aguantaran tanto tiempo en la cara y se hayan escuchado cinco toques de atención. “Gallo de Córdoba”, que abría cartel, de momento no está para estas lides. Carece del manejo más elemental de los trastos de torear y posee una técnica incipiente que no es de recibo en esta plaza. Se vio superado, y toreado, por sus oponentes, sobre todo por el sobrero de Benjamín Gómez, un novillo con pies que le hizo un faenón al toricantano. Daban ganas de pedir la oreja de “Gallo de Córdoba”.

  David de Miranda también firmó un lamentable trasteo al segundo del festejo, ahogándolo desde el principio, repleto de desarmes y de muletazos que eran latigazos. El utrero parado y muy bajo de casta. Con el quinto se hinchó a pegar pases, este manso que reculó en varas y quedó crudo requería un gran sentido del temple y mucho arte, cualidades que David de Miranda aún debe desarrollar.

  Juan Carlos Carballo ha sido el más puesto de la terna con diferencia y a esto le sumamos la disposición y la garra que ha demostrado. A su primer oponente le recetó dos tandas de naturales a media altura, toreadas y con solera. Se echó la muleta a la mano derecha y la faena quedó en nada puesto que el novillo echó el freno, pero ahí quedó eso, los mejores lances del festejo, con lo complicado que resulta calar en el ánimo del público con el toreo a media altura.
  Con el sexto confirmó lo que habíamos atisbado durante el festejo: la soltura manejando el percal. Lances de recibo de buen son a un novillo serio de fachada aunque recibió un meneo dando una larga cambiada de rodillas. Iniciando el tercio de muerte dio distancias, igual que hizo con el anterior, la idea era buena pero no consiguió dominar en ningún momento. El astado tuvo cierta aspereza que nunca fue atemperada ni canalizada por la muleta del torero oriundo de Extremadura.

  Vino con un buen número de paisanos que jalearon todo lo que hizo y de ahí las peticiones de trofeo, pero bien es verdad que dejó grata impresión y que merece más oportunidades.


Juan Carlos Carballo de capote

martes, 5 de abril de 2016

Araceli Guillaume en la revista Taurodelta

Como estudiosa de la Fiesta, ¿hasta dónde llega el alcance cultural de los toros?
Personalmente, asistir a una corrida de toros es, en sí, una actividad tan cultural como ir al teatro o la ópera. Los toros son una escuela de tolerancia, de respeto, pero también de exigencia. Suscitan inquietud, entusiasmo, emoción. Enseñan a aceptar la desilusión, a contemplar el fracaso y el triunfo como dos caras de la vida misma.


¿Qué riqueza resaltaría de la Fiesta? 
Su variedad: no se puede esperar lo mismo de una corrida en Sanlúcar que en Bilbao. En Bilbao se exige más, aunque en Sanlúcar parte del público pueda saber más de toros que en Bilbao, pero va con otro ánimo y tiene otra personalidad. Está además la cuestión de la ruralidad, del contacto con el campo, del entorno taurino natural de las tierras gaditanas. Y esos son matices que enseñamos a los niños de mi familia, también a observar al público y sus reacciones: nadie engaña a un andaluz y a otros hombres de regiones ganaderas sobre las cualidades y los defectos de un toro o de una faena. Puede ser amable, aplaudir y hasta pedir muchas orejas, pero él sabe perfectamente qué ha pasado en el ruedo. Por eso entiendo que hay que ver campo, es imprescindible para preservar la Fiesta, su sentido profundo. La relación campo-ciudad es un elemento clave de la propia existencia histórica de las corridas de toros.


Para Francis Wolff, la ética de la corrida se sustenta en el concepto de bravura. ¿Comparte esa idea?
Sí, la corrida se sustenta en el concepto de bravura, necesario, indispensable, pero no lo es todo, también está el hombre. El primer requisito ético consiste en exigir del toro lo que por su naturaleza seleccionada puede ofrecer: integridad dentro de su morfología propia y bravura. Estas condiciones irán sazonadas, según la estirpe y el individuo, con cualidades y defectos que pondrán a prueba al torero, cuyo valor es el corolario natural de la bravura del toro. Tan necesarios son lo uno como lo otro y la corrida se sustenta en ambos. Un torero no podría torear a un ciervo y un bravísimo toro sin torero delante no serviría ni para una feria de ganado; con el trapío le bastaba para la exhibición. El hecho de que un hombre exponga su integridad frente a un toro es la mejor justificación ética de la Fiesta. Por muy voluntaria que sea la entrega de un torero y por asumido que esté el riesgo que conlleva, sigue siendo tremendo asistir a un espectáculo así y ahí reside toda su grandeza ética: en el doble sacrificio. El del toro porque el toreo es la finalidad de su existencia misma y en el del torero porque, con su libre albedrío, acepta la eventualidad de lo inaceptable para cualquier humano: su propia muerte.


Doctora en Filología Hispánica y profesora titular de la Sorbona en París