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lunes, 25 de septiembre de 2023

Presidente y torero se cargan la corrida concurso


Reseña para la web y libro de crónicas de la Asociación El Toro de Madrid.


 

Domingo, 24 de septiembre de 2023, se ha celebrado en Madrid una corrida de toros concurso de ganaderías con un clima perfecto para ello. Y hay que especificar lo de “corrida de toros” porque al margen de esta tenemos otros dos concursos más a lo largo de la temporada, que son “corridas de novillos”, por obra y gracia del sacrosanto pliego de Las Ventas, ese que unas veces es ley y otras papel mojado. Algo más de ocho mil personas en el coso, podemos decir que además de guiris y aficionados recalcitrantes para este festejo incluso había público en la plaza, hay indicios para pensar que la masiva manifestación que hubo por la mañana en contra de la sumisión del Gobierno con los nacionalistas tuvo gran culpa de ello. Las ganaderías que se corrieron fueron las de Partido de Resina, Samuel Flores, Victoriano del Río en sustitución de La Palmosilla, ganadora de la concurso de 2022, Peñajara, José Escolar y Pedraza de Yeltes. Los toreros anunciados:

Serafín Marín. Dos pinchazos, estocada trasera y caída; TIBIAS PALMAS. Estocada con telonazo que hace guardia; TIBIAS PALMAS.

Rubén Pinar. Estocada, un golpe de descabello; SILENCIO. Estocada corta y un golpe de descabello; SILENCIO.

Gómez del Pilar. Tres pinchazos, estocada desprendida; SALUDOS CON DIVISIÓN (dos avisos). Media estocada suelta y un golpe de descabello; SALUDOS CON DIVISIÓN (un aviso).

 

Presidente. Sr. José Luis González González. Solamente el desatino mayúsculo acontecido en la lidia del sexto toro, cambiando el tercio contra toda razón, tratándose para más inri de una corrida concurso, es motivo suficiente para que no volviera a presidir un festejo en Las Ventas.

Tercio de varas. Destacó y fue muy aplaudido Antonio Peralta por su quehacer picando al cuarto de la tarde, el de Peñajara.

Cuadrillas. Muy bien banderilleando y lidiando al de Peñajara, Marcos Prieto y Diego Valladar con los palos y Manuel Macias con el capote. Fueron obligados a saludar.


**

 

Antes de pasar a reseñar lo que pasó con cada toro hay que hacer un comentario contra la empresa, veedores y personas responsables de las ganaderías y trapío que hemos visto en esta corrida concurso. Una vez más la falta de originalidad a la hora de reseñar y la desidia que transmiten. En este tipo de festejos, que solo se demanda un ejemplar por hierro se podría abrir el abanico y traer cosas distintas o ganaderías que carecen de ocasión para venir con seis ejemplares, darle un toque extravagante que llame la atención de público y aficionados. Se podrían exhibir los toros en el Batán, que para eso está, para darle mayor resonancia. Pero nada. Luego está el toro que ha traído cada ganadero, solo podemos salvar aquí el ejemplar de Partido de Resina y el de Peñajara, lo demás, se ha visto claramente, eran las sobras de las sobras. Esto revela claramente la dejadez de la empresa a la hora de reseñar y poner en valor esta corrida. Creemos que Madrid merece una corrida concurso de categoría, un acontecimiento para el mundo del toro que fomente la competencia entre ganaderos, que recupere la esencia y el sentido que tuvieron este tipo de festejos. Y ahora pasemos a lo sucedido en el ruedo.

 

La tarde dio inicio con aplausos de salida para el toro de Partido de Resina que, ciertamente era guapo y se daba un aire al concepto de Pablo Romero que tenemos en la cabeza: bien puesto de pitones, hocico chato, lomo recto, grupa ancha y desarrollada… también esa forma tan cansina de desplazarse y ese movimiento aparatoso de las patas traseras. Tan cansino que el animal rozó la invalidez, por decirlo de alguna manera, y podría haber sido devuelto perfectamente. Nos referimos a Cabañito (nº 33, 510 kg, 04/19; arrastrado entre pitos), cuya salida dio buenas muestras de mansedumbre, visitando toriles y mirando a los espectadores de barrera. Ya en el primer puyazo el piquero tuvo que fingir el castigo, háganse a la idea de la escasez de fuerzas que mostraba, transcurriendo el tercio de caballos entre las protestas y las demandas de los tendidos porque Cabañito se fuera de vuelta a los corrales. No lo tuvo a bien el presidente y la lidia continuó con las pasadas en falso de los banderilleros y la atonía del morlaco. Cogió la muleta Serafín Marín, cuya aparición nos traía recuerdos de juventud, y le ligó una serie a media altura, templada, que era justo lo que pedía el animal. Estuvo inteligente con el toro y lo toreó bien en dos o tres tandas redondas y rematadas. Cabañito estaba entre alfileres como hemos dicho, Serafín no sudaba con él, así que se empachó de toro y se pasó de faena conforme a la costumbre y cánones actuales. Dos pinchazos y una estocada trasera y caída pusieron a los carniceros a trabajar y ya no los volvimos a ver en la bocana del dos. El presidente fue protestado por no devolver el toro.

 

En esta jornada de domingo había más probabilidades de ver a votantes socialistas manifestándose en contra del propio partido socialista que un toro de Samuel Flores saliera bravo. Y así fue, puede que haya que remontarse al socialismo de Guerra y González, a monterías borbónicas en El Palomar, para encontrar un ejemplar realmente bravo en esta ganadería. El samuelón de hoy venía con la cornamenta consuetudinaria, lo que no traía eran carnes que compensaran semejante aparataje. El hombre que montaba a caballo le recetó una lanzada en el costillar, cosa que vino a descomponer del todo la acometida de Triana, pues así se llamaba el toro (nº 55, 520 kg, 12/18; pitos de despedida). De los garapullos reaccionó dando cabezazos a diestro y siniestro y abriendo el hocico en gesto de cansancio, y en la muleta pasaba sin humillar y siguió en la misma tónica de soltar la cara. Rubén Pinar tardó algunos lances en cogerle el son para que no le topara las telas, cuando lo hizo se lo pasó demasiado lejos de la bragueta y los que tienen la perspectiva más cenital, en las gradas y andanadas, se lo echaron en cara. Estuvo hábil cruzando exageradamente la mano de la muleta y la de la espada, dejando una estocada a la primera y un golpe de descabello.

 

Asomó por chiqueros el tercero, de Victoriano del Río, un toro mal hecho, feo, una mole de carne de pelo negro apodado Manisero (nº63, 580 kg, 09/18; aplausos en el arrastre). Un toro corretón que se pasó la lidia haciendo hilo, en el caballo se arrancó presto en el primer cite − puyazo en el costillar− y en el segundo acortaron distancias, haciendo una pelea más bien discreta. Su movilidad puso en aprietos a los banderilleros, si bien esta pujanza que ofreció el ejemplar de Guadalix fue bien aprovechada en los primeros compases de faena por parte de Gómez del Pilar, lo mejor el inicio genuflexo y algunos remates. Basó su actuación en la mano derecha y exprimió todo lo que pudo al Victoriano, que metía muy bien la cara no sin ciertas complicaciones. Al final de la faena una tanda por derechazos haciendo el tiovivo agarrándose al lomo del toro, muy jaleada, nos confirmó que, efectivamente, hoy había público en Las Ventas. Después del primer pinchazo entrando a matar el de Victoriano se fue acobardado buscando las tablas, detalle a tener en cuenta en una corrida de este signo. Sobre esta faena concluimos que Noé no estuvo por debajo del toro, tampoco brilló al nivel que Madrid demanda, su actuación fue agradable, correcta, y no pasó de ahí. Eso sí, emborronada por la espada.

 

El de Peñajara fue uno de esos toros que caldean el ambiente los días previos a su lidia, la espectacularidad de su trapío propició debates y pronósticos, multiplicados por el altavoz que otorgan las redes sociales. El suflé estaba en todo lo alto cuando el de Peñajara saltó a la arena venteña, la bellísima capa ensabanada botinera era coronada por dos pitones espeluznantes; su cuerpo, dada la simiente contreras, carecía de exageraciones. La ovación para recibirlo estaba servida. Atendía por Mexicano (nº 47, 518 kg, 11/18, algunos pitos de veredicto) y desde los primeros lances se apreció que tenía poco interés por acudir a los cites. Estuvo bien en la suerte de picar Antonio Peralta, Mexicano acudió en tres encuentros con el varilarguero, tardeando en demasía, escarbando y acortando las distancias, sin excesivo empuje en la pelea, no obstante ese galope codicioso una vez que se arrancaba entusiasma a cualquiera. Siguió parándose en banderillas y no fue por las mañas de la cuadrilla, pues estuvieron de lujo intentando alargar la embestida con la capa, y Marcos Prieto con los palitroques pareó con clasicismo a un toro que, como hemos reflejado, tenía una cabeza pavorosa. Llegó completamente parado a la muleta, poco o nada se podía hacer con tan escaso material. Serafín entró a matar con telonazo, la espada cayó atravesada y asomó la punta por el costillar de Mexicano, cuyo juego fue mucho más agitado los días previos que durante su lidia.

 

Pensábamos que el de Escolar era un candidato para poner las cosas en su sitio, pero al verlo asomar la gaita decayeron gran parte de las ilusiones. Otro toro feo, sin cara y sin aparentar, protestado de salida. Eso sí, humillando desde el inicio, la pelea en el caballo no dijo nada y tomó un segundo puyazo a menos. En banderillas cortaba el viaje y los banderilleros se dedicaron al arte del rejoneo a pie. El Escolar, de nombre Castellano (nº 58, 503 kg, 12/18; palmas de despedida), regaló varias embestidas al paso arando con el hocico por el lado izquierdo, la gente lo vio, pero Rubén Pinar no pudo exprimir ese pitón e insistió por el lado derecho. El de Valdetiétar se puso áspero rápidamente y Rubén Pinar lo pasaportó de una estocada corta y un golpe de descabello.

 

Para finalizar esta concurso otro toro recibido entre rumores de protesta, Sombrero (nº 25, 597 kg, 09/18, arrastrado en medio de una ovación), de Pedraza de Yeltes. Esqueleto grande y agalgado como corresponde, pero una carita y una expresión de niño chico que desmerecía el conjunto. Tocan para que salga el caballo y aquí vino todo el meollo de la corrida. El toro cogió una primera vara, por parte de Sangüesa, de una manera sublime, agrandándose, echándose sobre las patas traseras para dedicarse a meter riñones que aquello era una epifanía. Luego se fue disimuladamente a tablas buscando a los capoteros. Lo ponen para un segundo envite, se arranca al galope y se pone a meter riñones del mismo modo que había hecho anteriormente, definitivamente, algunos estábamos viendo a la Virgen de la Paloma. De repente, miramos al palco y asoma el pañuelo blanco, Noé había pedido el cambio y el presidente, el inefable presidente y sus magníficos asesores, lo habían concedido inmediatamente. ¡Qué era aquello, por qué! Nadie entendía nada, quedamos en estado de shock, por fin un toro que se crece de verdad en el castigo y, ahí estaban, poniéndole las banderillas. Se suponía que estábamos en una corrida concurso de ganaderías. No vimos el segundo tercio porque seguíamos en trance, las protestas arreciaban, Gómez del Pilar, el torero lidiador que acompaña al caballo metro y medio cuando sale al ruedo había pedido el cambio y, el presidente… ¡qué podemos decir del presidente! Siguió la bronca cuando el torero, después de todo aquello, brindó el toro al público. Sin más preámbulo, se puso de rodillas y ligó una tanda de derechazos en una cuarta de terreno y, los mismos que lo habíamos abroncado hacía unos instantes, batíamos palmas entusiasmados. Siguieron dos tandas emocionantes, en gran medida gracias a la arrancada poderosa del ejemplar de Pedraza de Yeltes, recordándonos a aquel tremendo Huracán lidiado el San Isidro del año pasado. Se vino muy a menos, puede que cerrarlo en tablas y acortar las distancias no le sentara bien. Para culminar Gómez del Pilar dejó media estocada soltándose rápido la espada, con el obstinado e indeseable acoso de los banderilleros tratando de derribarlo, el burel necesitó un golpe de descabello. Gómez del Pilar saludó entre palmas y pitos, y no era para menos. El mal sabor de boca que dejó esta lidia no se olvidará fácilmente.

 

El galardón para el toro más bravo de esta corrida concurso de ganaderías fue para Sombrero, ejemplar de Pedraza de Yeltes. Esperamos que regrese el próximo año y que nos dejen ver lo que los toros dan de sí en el tercio de varas.


El de Peñajara. Foto: Alejandro Lara




El ganador de la concurso, Sombrero, de Pedraza de Yeltes


Sombrero en varas. No tenía mal estilo


Gómez del Pilar con el de Pedraza, la serie de rodillas que puso paz después de la bronca durante la lidia


viernes, 9 de julio de 2021

Apuntes de una gran corrida de Victoriano del Río

Corrida Extraordinaria de la Cultura, domingo, 4 de julio de 2021. Toros de Cortés y de Victoriano del Río, mano a mano, para Antonio Ferrera y Emilio de Justo.


                 La corrida del pasado domingo 4 de julio que dieron en llamar “de la Cultura” y que, como saben, consistió en un mano a mano entre Antonio Ferrera y Emilio de Justo, fue una tarde repleta de contenido, una gran corrida de toros que supuso, a su vez, la consolidación de este último, De Justo, como un grandísimo torero que está viviendo una segunda juventud después de catorce años de andadura como matador de toros. Los momentos de esplendor van y vienen, hay etapas de sequía y etapas de abundancia, de inspiración y de negación, y Emilio de Justo, a día de hoy, es todo clarividencia y valor. Con un estilo ortodoxo, además, muy del gusto de la afición capitalina. Así lo demostró en Madrid en la corrida que vamos a comentar.


Duende,   nº 101,   551 kg,  cinco años y diez meses. Vuelta al ruedo
 

Los toros fueron de los dos hierros que posee el ganadero madrileño Victoriano del Río, todos ellos a punto de cumplir los seis años. Se quitó una corrida que estaba a punto de cumplir la edad en la que ya no pueden lidiarse, no puede decirse por ello que fuera una limpieza de corrales. Ni mucho menos. Una corrida ligera para la generosidad y el tamaño de los esqueletos que traían, con miradas torvas, y que en conjunto, para mí, mereció la ovación y el saludo del mayoral. Se pueden poner infinidad de objeciones, sí, pero es que prácticamente todos los animales, de una forma o de otra, acabaron embistiendo. Y digo embistiendo, no pasando por allí con actitud bobalicona, salvo el burraco que hizo tercero.


Ferrera caminando hacia el tercer toro de la tarde para estoquearlo
 

Mi crítica más importante hablando en términos generales está dirigida al contenido de la bravura de estos animales y del encaste Domecq por extensión. Esa bravura predominante en la que aparece el fondo mansitonto de la sangre y, en algún momento de la lida, se manifiesta el tic de mansedumbre o de afligirse: cuando se rajan en el caballo a pesar de crecerse después, cuando se tropieza el espada y se quedan mirando al tendido, cuando se quieren ir sueltos después de cada tanda o, directamente, cuando acaban huyendo de la muleta del torero, o cuando se marchan afligidos a morir a tablas, etcétera, haciendo aflorar el sentido de la selección que ha predominado en este encaste, esto es, el de servir a los intereses del torero. No es la bravura altiva, seca y fiera que consideramos pura en este blog, es la bravura de la servidumbre. Esto no quita que muchos animales embistan con poderío y queriendo cogerla hasta el final, como fue el caso de Duende, premiado con la vuelta al ruedo.


Puyazo en los medios al primero,  Soleares
 

Primero abordaré la actuación de Antonio Ferrera, que a mí en los primeros tercios me encandila por mi querencia a los toreros movidos, que se adaptan a las características de comportamiento de los cornúpetas, lidiadores y de tauromaquia larga. Ferrera tiene todo esto y lo lleva demostrando tiempo, aunque el otro día no se animó con las banderillas, donde tiene un gran dominio y consigue pares de gran emoción, habiendo aminorado el embroque acrobático que tanto se le echaba en cara desde el tendido hace años. 

Con el primer astado del domingo vivimos un episodio realmente inusual. El toro era de los que salía escupido del caballo, si bien no era un mansazo exagerado de los que huyen hasta de su sombra. Puede que la acción de Ferrera tuviera mucho que ver con el guirigay que se montó antes de romper el paseíllo porque no estaban pintadas las rayas del ruedo, según hemos sabido después, porque se borraron cuando pasaron la manguera. Quizá fue un gesto de chulería por la exigencia de los aficionados (con razón) para con las rayas, el caso es que después de dos encuentros con el del castoreño de los que el morito salió suelto, Ferrera cogió las riendas del picador Aitor Sánchez y se lo llevó prácticamente a los medios, con el toro en las tablas del nueve lindando con el diez en lo que fue toda  una estampa decimonónica. El picador citó y el toro se arrancó al galope, agarrando un buen puyazo en el que el toro se quedó ahí debajo antes de volver a demostrar su mansedumbre. Es cierto que se podrían haber utilizado otros recursos antes de ver al picador citando en los medios, como cambiar los terrenos del equino o hacerle la carioca una vez que hay reunión; que el toro no era un Opaco, para entendernos, pero oye, ese momento de ver al montado ejecutando la suerte desde esos terrenos fue muy emocionante y contra todo proceder consuetudinario. 


Puyazo en los medios. Foto: Ana Escribano
 

Fue un recurso que resultó eficiente y, en gran medida, adecuado a las condiciones del toro, esto es, ni más ni menos, la lidia. No olvidemos que esos terrenos son los de mayor exposición e indefensión para el picador -también para los toreros- y que, antiguamente, muchos picadores se negaban a salir a las afueras para pisar los terrenos del toro y los públicos tenían buenas broncas con ellos, llegando a lanzarles trozos de fruta o lo primero que tuvieran a mano. La primera de las rayas se instituyó, entre otros, como salvaguarda de los picadores.


Ferrera metido en la lida
 

Ese aparecer de súbito para hacer auténticos quites, sacando a los toros del caballo con lances de capa; o tomar las riendas de la lidia en el tercio de banderillas, como pasó en el tercer toro, llevándose a un animal que se estaba poniendo muy complicado de banderillear al otro lado de la plaza, como mandan los tratados, tratando de hacer que cambie el comportamiento y aminore esas dificultades, y consiguiéndolo. A mí son cosas que me encantan y ojalá más toreros lidiadores como Ferrera y no tanto encorsetamiento como vemos en otros coletas, o peor, los que son incapaces de adaptar la lidia a las condiciones del animal y de salir de las pautas establecidas, al cabo, perjudicándose a sí mismos.


Antonio Ferrera con el único toro suavón de la tarde
 

Luego está el tema de la muleta, donde está claro que el otro día Ferrera naufragó y no poco. Con el más noblón y manejable se pasó de faena jugando con las querencias de los adentros y, sin embargo, con el que pienso que fue el toro más encastado de la corrida, anduvo pajareando desde el principio, lo tapó y no lo quiso ver, pasando este ejemplar desapercibido para una mayoría. Con eso quedaría dicho todo. Cómo era ese quinto, Cantaor se llamaba, un derroche de fiereza con el que Chacón se la jugó de verdad en banderillas. Para plantearle el toreo poniéndose de verdad en los medios, y no mareando la perdiz en el tercio como hizo, hubiera sido una batalla épica. De ese tipo de toros que solo ves si el torero quiere jugársela, como vimos por ejemplo a Pastelero gracias a Ureña, a Navarro con Robleño, o a Camarín con Alberto Aguilar. Ferrera está inmerso en una diatriba interior entre el clasicismo y la sobriedad renacentista y lo superfluo y enmarañado del rococó. Estuvo por debajo del bueno y complicado primero y del quinto. Matando se pasó de excéntrico y quiso recibir al primero desde diez o doce metros de distancia, y también al cuarto, pero como este no se arrancaba tuvo que andar hacia el toro y al final matar al encuentro, quedando ambas espadas con una colocación muy deficiente.

 

Chicuelina de Emilio de Justo


Llegamos a Emilio de Justo. Lo que hizo el domingo ponía a un torero millonario y en todas las ferias de España durante varias temporadas, amén de entrar en Madrid y estar en boca de todos los aficionados y mentideros de la capital, cuando Madrid era Madrid, así como reventar la plaza en el próximo cartel que estuviera anunciado.  Quedó por encima de todos sus toros y no de cualquier manera, sino haciendo el toreo bueno que no cede terreno, sin descomponer la figura y pasándoselos por la bragueta. Bien es verdad que la faena del segundo de la tarde tuvo altibajos, el toro lo quería todo por abajo y lo mejor llegó al natural. Una faena para dar la vuelta a ruedo en otra época, cuando había este tipo de premios, y que ahora es una oreja. No cedió ante el torrente de embestidas del cuarto, Duende, lo cual tenía mucho mérito, cuando se templó según avanzaba la obra, llegaron los mejores muletazos. A este toro le faltó esa tercera vara clarificadora, hasta el momento cumplió bien, y no marcharse a tablas a morir para que la vuelta al ruedo no tuviera mácula alguna. En cuanto a la faena de De Justo, se fundamentó por el lado derecho y no hubo rotundidad por el lado natural, lo cual no era ignorado por la plaza no hace tanto tiempo. Como vengo comentando en el blog desde hace años, creo que desde la crisis de abonados que acompañó a la crisis económica en torno a los años 2009 y 2010, hizo decaer sobremanera el criterio del sabio y crítico público venteño.


Toreando y dominando las embestidas del cuarto, Duende
 

Lo mejor del torero cacereño aconteció con el sexto, un toro grandísimo, colorado chorreado en verdugo. Un animal que al principio de la faena parecía imposible por desaborido y por los gañafones que tiraba, difícil papeleta para ratificar las dos orejas del toro anterior, comentábamos Antonio y yo. Pero llegó el toreo y de qué manera. Una faena de las que gustan a los aficionados porque el dominio y la imposición del torero sobre el animal fue total. Obligándolo a ir por donde no quería, lo toreó extraordinariamente por ambos pitones y los muletazos fueron jaleados con olés roncos que levantaron a los aficionados de sus localidades. Señoras y señores, el toreo. Lo mató bien para lo complicado que se lo puso, echando la gaita arriba y tapándole la salida, pero dio creo que dos golpes de descabello antes de despenarlo, y esto, sumado a las prisas de la gente por marcharse, hicieron que el bamboleo de pañuelos fuera mínimo. Para mí, inexplicable. Era una oreja de ley, un orejón.


Imponiéndose al incierto y complicado que cerraba el festejo, con tres orejas ya en el esportón
 

Si no me equivoco fueron tres toros y tres estocadas, tirándose bien al morrillo. Además dejó un quite por chicuelinas que tuvo enjundia. Grandísima tarde de Emilio de Justo que deja a los aficionados con muchas ganas de volver a verlo.


Puerta Grande
 

Como han podido leer si es que han llegado hasta aquí, la tarde dio para mucho y fue realmente memorable. No quiero entretener más. Parece ser que esta y la de Victorino que vimos hace un par de semanas solo han sido un entremés de la empresa y la Comunidad para aplacar el enfado de los aficionados ante el cierre de la plaza, ahora la vuelven a cerrar durante todo el verano con la excusa de que la demanda para estas corridas ha estado por debajo de lo esperado. Pero Madrid es plaza de temporada y muchos aficionados nos veremos desamparados cuando lleguen los fines de semana y veamos que nuestra querida plaza, a pesar de todo, tendrá el cierre echado.

 

Un saludo a la afición. 

jueves, 17 de octubre de 2019

Toro de Victoriano del Río




Toro de Victoriano del Río que acabó este mismo año en las calles de Fontanar (Guadalajara)

Magnífica fotografía de Juan Pablo Cardona

sábado, 24 de mayo de 2014

Isidrada

  Segunda tarde consecutiva de figuras, y segundo lleno de reventón en los tendidos. "No hay billetes para hoy", qué bonita frase taurina, pero qué incómoda coyuntura en la Plaza de Madrid. En 3 años se han perdido 5000 abonados, así que 5000 "públicos" de aluvión hemos ganado en carteles de figuras como el de hoy, la mayoría con un nivel etílico vergonzante. El aficionado cabal, el crítico y escrutador aficionado de Las Ventas queda reducido a la nada. Algún valiente todavía se atreve a alzar la voz, pidiendo más compromiso, demandando, comunicándose con el torero, pero rápidamente es recriminado con insultos por voces de beodos enfurecidos, seguido por el aplauso y la risotada del resto. Para un día que vienen a los toros, nada ni nadie va impedir el triunfo, menos aún el atrevido aficionado que acude religiosamente a cada festejo, el que exige; porque algo bueno hay que contar a los amigotes y no se han emperifollado como pavos reales para salir de vacío del coso, sin las pelúas, de ninguna manera. El isidro siempre ha sido así, con la diferencia que ahora soportamos 5000 efectivos más. Casi nada. El aficionado se ha ido o sencillamente no lo hay, es un bien escaso y maltratado. Y esto, al sistema, parece ser que le agrada.

  Esta mañana, en el patio del desolladero, presencié con estupor cómo se descubría el azulejo "a la corrida más completa en presentación y bravura" del 2013, Victoriano del Río era el premiado. Una corrida en la que varios toros salieron pegando coces del caballo y uno de ellos mereció claramente una buena dosis de churrasco, o de las banderillas que lo sustituyen, por aquello de mantener calmados a los que se creen las películas de Walt Disney. Por la tarde observaba las reacciones del público, algunas ovaciones en el arrastre, y me preguntaba si esta corrida, que incluso se ha dejado pegar en el caballo, no sería merecedora de una estatua conmemorativa en la explanada de la plaza o algo por el estilo. Una cerámica va a ser poca cosa según está el nivel. Pero la realidad es que ha salido una corrida heterogénea de hechuras, edad y báscula; bien presentada en general, salvo un toro: el terciado que hacía segundo. Blandos, mansos, pastueños, dulces como el merengue y descastados.
  Primero devuelto por uno de Zalduendo, tremendamente manso y descastado, asustándose de su propia sombra; segundo blando, chochón y boyante; tercero blando, menos chochón, boyante y rajado; cuarto de arreones, brincos y cabezazos; quinto salió con brío, desangrado en varas y quedado en la muleta; y sexto manso, aplomado y bobalicón. Un corridón de toros, como se pueden imaginar.

En quinto lugar Jerezano, bella estampa


  Perera ha salido triunfador, los isidros necesitaban una víctima. La misma tauromaquia que siempre se ha rechazado en Las Ventas, exactamente la misma que se ha censurado severamente a Juli (de hecho yo dudada si era uno u otro el que estaba viendo triunfar), esa que deja la pierna atrás desde el primer cite, que retuerce el cuerpo antinaturalmente y lleva a los toros tirando líneas, es la que ha practicado Perera con el primero de su lote, un ejemplar almibarado y jabonoso. Muletazos largos, el toro cosido a la muleta, sí, pero, en qué lugar queda la ética y la estética, no hablemos ya de la naturalidad. La estocada, entrando con verdad, cayó muy pasada, y don Justó, el usía de turno, soltó con malas pulgas el pañuelo que concedía la segunda oreja, a todas luces indignado con los isidros
  Con el que cerró plaza, Perera, tras el clásico comienzo en los medios encadenando todo tipo de muletazos sin mover los pies -recuerdo un bonito cambio de mano seguido de uno de pecho- se ha pegado un arrimón, colocado entre los pitones, sintiendo los bufidos del animal y dando algunos muletazos mandones. No niego el mérito, tampoco la disposición, pero aquello, bajo los efluvios del humo del Cohiba a los isidros les pareció la séptima maravilla. Que vengan más días, se van a hartar de arrimones. Hay que decir que Perera lo remató de una fenomenal estocada.
  Tanto que ha despreciado a la afición de Madrid, o a cierto sector de la afición con declaraciones malsonantes, no creo que tenga queja el señor Perera, hoy lo han respetado como si fuera el mismísimo Marcial Lalanda.

  A Juli, tanto tiempo sin querer venir por aquí, lo he visto desorientado. No supo ni colocar los toros en suerte, puede ser la falta de costumbre, no es Julián un torero de Ceret precisamente. Ni tuvo lote para mostrar las maneras que Perera le ha plagiado, aunque al torero de San Blas sí se las hubieran censurado. Tampoco vimos ese poderío muletero con el que nos machacan sus panegíricos insistentemente, yo pensaba que iba a corregir el cabeceo del arisco cuarto, pero no. A este bicho lo mató de dos horrorosos julipies, uno detrás de otro, a los isidros les gustó aquello, batieron palmas con alegría.

  A media altura hubo de torear Manzanares al renqueante tercero. Yo le vi despegado y con ese peculiar estilo que no sabe uno dónde empieza el muletazo y dónde acaba. Los isidros estaban encantados. Imposible sacar nada del bonito y bien rematado castaño, por mucho brío que tuviera pocos animales aguantan la lanzada que le arreó "Chocolate" en el espinazo cuando el toro se le vino al galope desde el parquímetro situado en la división de los tendidos 6 y 7.

  Dos días de isidros y no se imaginan cómo echo de menos una tarde con los habituales, o una de esas con los "demagogos" toristas que acuden desde todos los puntos de España y del mundo entero.

  Epílogo: No hay más que ver las condiciones en las que los isidros han sacado a Perera por la Puerta Grande de Madrid para entender todo lo que les he contado; parecía el Cristo de la Buena Muerte.

martes, 8 de octubre de 2013

Cambios otoñales

Por Andrés de Miguel

  La faena de crepuscular belleza de El Cid a Berbenero, ha oscurecido toda la feria de otoño en la que también han pasado cosas interesantes para el futuro de la fiesta de los toros.
  A modo de resumen comento algunas en tres apartados:

Público  

  El fin del abono que colmataba la plaza ha supuesto que la media de edad de los espectadores baje. Por fin los tendidos se rejuvenecen, quizá no en exceso, pero al menos permite que nueva gente se aproxime a las corridas de toros. Supongo que la bajada del abono será una mala noticia para la empresa, pero creo que es una buena noticia para la fiesta de los toros. Puede entrar nueva gente en los tendidos de los que algunos o muchos serán aficionados, la plaza no estará siempre llena o al menos vendida, por lo que los carteles tendrán que mejorar si quieren completar el aforo y los discursos siempre repetidos y anquilosados de los mismos darán paso a nuevas opiniones y nuevas miradas sobre la fiesta. Bueno o malo, el cambio siempre es interesante en una situación tan sombría como la que recorren las corridas de toros.

Toros 

  El batacazo de Adolfo Martín que tiene una ganadería demasiado corta y desigual para sostenerse toda la temporada y la pesadez del trote de los atanasios de El Puerto de San Lorenzo y familia, tantas veces repetidos en Madrid y con éxitos tan escasos, ha dejado a la ganadería de Victoriano del Río el interés de la feria con tres toros (1º, 3º y 4º), nobles y no tontos en la muleta, aunque escasos de bravura. Más allá de la defensa de los encastes singulares, como apropiadamente los denomina Rafael Cabrera, si queremos defender la bravura deberemos pedir otra organización de la suerte de varas, que luzca a los toros en el caballo y convierta este tercio en una parte más vistosa de las corridas de toros. El peso del espectáculo lo lleva la actuación con la muleta, y la reivindicación de la lidia como espectáculo integral que ha llevado a cabo Javier Castaño con su cuadrilla, genera rechazos, para mi incomprensibles, entre gran parte del público y de los aficionados.

Toreros 

  La naturalidad y torería de El Cid que creo que ya no tiene nada que ganar ni perder en la fiesta, salvo reivindicarse sentimentalmente tras varios años de declive, ha marcado esta feria, en la que se ha visto que el valor de los toreros no basta para generar espectáculo y cuando el valor raya en la temeridad puede provocar un efecto de rechazo, si el torero queda a merced del toro como Joselito Adame. La decisión de Fandiño le ha permitido convertirse en un torero de relumbrón, es el favorito de muchos aficionados, pero hay muchos que esperamos que todavía pueda dar un salto de calidad con un mayor entendimiento de los toros y planteando unas faenas más basadas en la pureza que en la decisión. Fandiño es la gran esperanza al tiempo que siembra dudas de que consiga dar ese salto.
  Todas estas breves ideas y más que están en la cabeza de todos, nos darán abundante munición para las charlas y comentarios de este invierno.

sábado, 5 de octubre de 2013

Belleza crepuscular


Foto Tierras Taurinas

 

Por Andrés de Miguel


Cuan bello es el toreo puro, ejecutado con convencimiento y con relajación, seguido con asombro en los tendidos, jaleado por aficionados y público. Quizá sorprendente para muchos como yo, que no creíamos capaz a El Cid de remontar su toreo de dudas e inquietudes, y deslumbrante para otros que quizá no alcanzaron a ver su época esplendida hasta 2007.
Un resplandor de belleza de una completa faena de muleta montada con la izquierda, sin pruebas, que empieza citando con distancia, recogiendo al toro con riesgo y rematándolo para no tener que rectificar ni perder pasos. Naturales largos, ligados y no hilvanados, esplendidos de factura y colocación. Para mi percepción, el último de la segunda serie un auténtico monumento. Con la única concesión de una tanda, quizá la cuarta, de prueba con la derecha, que no era ni el pitón bueno del toro, ni la mano buena del torero.

Una faena ejecutada para él, quien ya no tiene que reivindicarse ante nadie, que no va a modificar su carrera, su imagen, ni su cotización, que sólo vale, sólo ¡que barbaridad!, para ser paladeada por los aficionados que siempre hemos esperado a El Cid con el agradecimiento debido al torero que ha ejecutado el toreo más puro en la plaza de Madrid en todo el siglo XXI, aun con la desesperanza de que lo volviera a repetir.

Lo hizo, vaya si lo hizo, con un colorado victorianodelrío, Berbenero de mote según el programa, de noble naturaleza y codiciosa embestida, con dos impresionantes pitones. Con la belleza añadida de ver torear a un toro bien armado, impresionante de arboladura, con dos ganchos colocados en el testuz y  que resultan caber en la muleta movida con temple y mando, con ligereza de látigo y precisión de orfebre, con convencimiento de artista y relajación de héroe.

Claro que hubo más en esta corrida, en la que El Cid se acartelaba como convidado de piedra, entre el héroe del momento Ivan Fandiño y la alternativa de Ritter que sólo tiene justificación en el negocio y no en el oficio. Hubo un tercio de quites de más movimiento que belleza, afortunadamente rematado por una media de El Cid. Hubo una faena movida y vulgarota de Fandiño. Hubo una corrida de mejor presentación que casta, fuerzas justas, general nobleza y escasa emoción.
El Cid que por reeditar todos sus demonios acabó matando a la tercera de un providencial sartenazo, que nos libró de seguir conteniendo la respiración cuando entrara con la espada, sólo ha tenido que pelear con su propio recuerdo, con la falta de novedad que supone haberle visto ya y que provoca inevitables comparaciones, con la muleta que  ha sido capaz de rematar más abajo, con la muñeca que ha tenido más recorrido en el remate y por tanto en el dominio del toro. Esa falta de novedad convierte esta faena, sea canto del cisne o inicio de una espléndida madurez, en una imagen crepuscular de reencuentro con una afición que es capaz de vibrar con el toreo puro, ejecutado con verdad, sin gesticulación, con capacidad y entrega, donde la belleza surge inevitablemente en el bello dominio del torero sobre la embestida del toro. La esencia de la fiesta de los toros.

sábado, 25 de mayo de 2013

Victoriano del Río, figuras y Puerta Grande

  Las Ventas, toros de Victoriano del Río para Sebastian Castella, José María Manzanares y Alejandro Talavante. Sol y lleno de no hay billetes, los tendidos a rebosar, público de figuras. Se presentó un nutrido número de seguidores y partidarios deseosos de ver triunfar a sus toreros; la ponderación, la justicia, la equidad, son palabras desconocidas para toda esta turba de ultras enardecidos, mucho más peligrosos que cualquier aficionado de esos que llaman torista.

  Los toros de Victoriano, aunque de lámina desigual, estuvieron bien presentados, serios, con trapío, lo cual ya es mucho decir en un cartel de este tipo. Mansa de caballos y nobles toreables para la muleta en distintos grados.
 
  Abrió plaza un animal lesionado de una mano que Castella, con buen criterio, estoqueó con celeridad. En cuarto lugar deleitó a la masa con su archiconocida faena tantas veces vista, que todos los aficionados recitan de pe a pa; en esta ocasión más pueblerina que otras veces, enredándose con unos tremebundos circulares a un animal que admitía toreo fundamental, y del bueno. Por un momento pareció que nos iba obsequiar con el desplante del teléfono que algunos sólo hemos visto en foto, pero no, prefirió besar su mano y tocar la testuz del toro. Cortó una oreja.

  José María Manzanares sorteó un animalito más dulce que el merengue, de embestida pajuna y trote derrengado con el que pudo lucir su toreo de estilismo  en plenitud, ese que Ortega y Gasset decía que ocultaba el verdadero arte [el arte taurino está en agonía porque desde hace un cuarto de siglo entró en la zona etérea, remilgada y aniquiladora del estilismo]. Mató de una estocada recibiendo aprovechando inteligentemente las querencias del manso, de sobresaliente ejecución, llevando al toro toreado en el último lance de la lidia. Fue otorgada una oreja pedida mayoritariamente. Luego, parece ser que Manzanares se enfrentó a una fiera resucitada del averno taurino, pues no había manera que el hombre se impusiera al toro y de allí no salía nada en claro.
 
  Talavante abrió la Puerta Grande de Madrid cortando las dos orejas del tercero, bien es verdad que había petición sobrada y méritos suficientes para cortar la primera, pero la segunda, potestad del presidente, nunca debió concederse. Atendiendo al Reglamento Taurino, si la autoridad debe valorar lo sucedido en todos los tercios de la lidia, Talavante dio un recital de incapacidad y falta de recursos para lidiar un manso espantado en los caballos. Montó un buen guirigay moviendo los pencos desordenadamente. Era muy manso, pero no lo suficiente como para encerrarlo en tablas y dejarlo a merced del picador para arrearle un buen puyazo, esta vez sí, tapándole la salida. Así que el toro quedó crudito y a muchos hasta nos pareció de banderillas negras (qepd). En la muleta vino lo bueno y Talavante pegó tres o cuatro naturales soberbios, uno por aquí, otro por allí. El toro se lo echó a los lomos después del mejor natural que se ha dado en lo que va de temporada, cuando el Extremeño perdía la cara al toro y salía borracho de triunfo hacia las tablas, terreno que tanto gustaba al manso; otro detalle más de carencia lidiadora. A continuación vino el toreo por los adentros aprovechando los terrenos del toro, las bernardinas, y la estocada hasta la bola en la cruz. El toro tuvo su punto de nervio y de casta que calaba en los tendidos. Y al final, quedó la sensación que el bicho merecía una faena más rotunda, con más argumentos que los lances a favor de querencia y cuatro muletazos puntuales.
  Cerró la corrida un animal del demonio que, por lo que hizo Talavante con él, no tenía ningunas posibilidades, pero algunos tenemos nuestras dudas.

Así sale un torero ante sus partidarios en el siglo XXI
 
Pd. Queridos aficionados a toros, durante la lidia, olvídense de calibrar el pitón óptimo del toro, sea de la forma que sea, el 99% de los toreros comienza la faena por el derecho dejando bien claro "la verdad" con la que vienen a esta plaza.

viernes, 18 de mayo de 2012

Hola figuras, adiós figuras

Alejandro Talavante, hasta el 6 de junio, si te he visto no me acuerdo



 Seguimos de toros por Madrid, el desproporcionado maratón taurino de San Isidro no ha llegado aún ni a la mitad del ciclo. Ayer la plaza estaba a reventar, hicieron acto de presencia las que dicen máximas figuras del toreo, y digo "dicen" porque a mi entender no pueden ser calificados como figuras unos toreros que comparecen solamente un día en todo el ciclo isidril, serán grandes toreros pero una figura del toreo debe demostrarlo en Madrid por encima de todas las plazas, tendrá que soportar la presión del público que, como siempre ha sucedido, los recibirá con la máxima imposición, habrá de convencerlos con su buen hacer y finalmente deleitarlos con su arte y su sabiduría.  

  Lejos de aquellos tiempos en los que las figuras soportaban el peso de la que era la mejor feria del mundo, ahora, como digo, comparecen a una sola tarde,  y claro, esta situación se convierte en un arma de doble filo y pasan cosas que no son normales en esta plaza. Todo el público taurino de España quiere estar en día tan señalado, es la única oportunidad para ver a los artistas, partidarios de todas las provincias llegan a Las Ventas deseosos de animar a su torero. Incluso el público madrileño, cansado de la mediocridad que soporta día tras día quiere ver algo bonito a toda costa, es la única oportunidad. Todo ello torna en una actitud contagiosa en favor de los toreros, de júbilo, y hace que la plaza de Madrid pierda el acertado criterio que mantiene otras tardes de San Isidro valorando a los toreros que no son figuras.

  Pero no todo son alabanzas, acertadamente la exigencia está por encima del resto de toreros y, como secularmente ha sucedido en esta plaza, hay un sector iconoclasta que reniega de los máximos espadas, achacándoles muchos de los males que se sufren en la Fiesta, alguno degenera de tal forma que renegará pase lo que pase, los cabales opinan diligentemente con su compañero o los vecinos de todos los días, y los sabios callan.

  Entre estas dos corrientes que he descrito, en los últimos años, se viene produciendo un ambiente de tensión en los tendidos muy desagradable que tendría solución si, por ejemplo, Manzanares y Talavante comparecieran en San Isidro cuatro o cinco tardes y el público de Madrid se habituara con ellos, haciendo el esfuerzo con alguna ganadería en buen momento del gusto de la afición, léase Celestino Cuadri, Dolores Aguirre o Albaserrada, y además se dejaran de producir los bailes de corrales de los últimos años que son muy indecentes. Los toreros también se quitarían el peso de tener que jugárselo todo a una carta y demostrar su saber en una sola comparecencia.

  Y ya entrando en materia hay que decir que ayer se lidió un encierro de Victoriano del Río, ganadería que se encuentra en mal momento como ayer se vio, remendado con un toro del hierro de Cortés que nunca debió saltar al ruedo pues tenía facha de novillo. No ha habido la mansedumbre de todas las tardes anteriores, los animales, en general, han empujado mucho y bien en la primera vara y se les ha perdonado la segunda.

  Se ha bregado magnífico, las cuadrillas han estado perfectamente colocadas en el ruedo y las lidias han sido rápidas y muy limpias. Gracias a ello se ha evitado alguna desgracia. La cuadrilla de Manzanares trae justa ventaja por la labor de otras tardes, estuvo fenomenal con el quinto toro de la tarde pero fue mal aplaudida en el segundo por unos pares que Curro Javier afrontó excesivamente sesgado. Por contra, la excelente cuadrilla de Castella ha pasado desapercibida y estuvo superior en los dos toros; Javier Ambel echó una gran tarde.

  Hoy, por falta de tiempo, voy a ser injusto ya que no voy a detallar en demasía lo que se hizo bien y mal a tenor del comportamiento de cada toro. Castella tuvo el pundonor y la casta torera de estoquear a sus dos ejemplares con una cornada de diez centímetros en el muslo, dejando a un lado esta proeza sobrehumana hay que decir que ha estado igual que siempre, el que lo haya visto todos estos años no necesita más explicación.

  Manzanares no tuvo su tarde, peleó con sus toros muy al abrigo de las tablas quizá por desconfianza. Lo más jaelado fue una tanda de derechazos ligada al relance en la que echó por tierra las máximas aquellas de parar, templar y mandar. Se mantuvo muy firme pero también a merced de su segundo oponente, un toro violento que tiraba el hachazo. Esto es un alarde de valor que se debe valorar como tal ya que puede costar una cornada, pero no es torear.

  Talavante tuvo un lote regulero, el primero fue muy blando y no servía para el toreo tan obligado que el extremeño pide a sus toros. El animal que cerró la corrida acortaba el viaje y tampoco le permitió deleitar al público con su exquisito toreo de muleta. Dejó bonitos lances de capa.

  Pienso que estos toreros están demasiado acostumbrados a toros que dejan estar en la cara con mucha tranquilidad, animales que permiten cualquier alarde, lo cual explica que permanezcan continuamente abstraídos en la estética y que en ningún momento se preocupen por enseñar a los animales a embestir y menos aún por dominarlos y someterlos convenientemente. Como ejemplo sirvan esos lances de recibo en los que sueltan el capote y dejan pasar el toro a su aire o los recortes que tanto perjudican; con la muleta, se inician muchas faenas con un batiburrillo de invertidos por la espalda, estatuarios por alto mezclados con remates por bajo ignorando la condición del toro, quebrantando en exceso el arrojo del animal. En resumen, están tan acostumbrados a toros tremendamente nobles y boyantes que se quiere hacer siempre la misma faena y eso no sirve, para eso están los carretones, unas veces, como ocurrió ayer, habrá que someter para después torear, y otras, si el toro lo permite, destacará el estilismo.