lunes, 27 de noviembre de 2017

El toro de Urbina que mandó al equino y al torero a la enfermería


     Ocurrió el 30 de agosto en la plaza de Toro, en la provincia de Zamora. Sobrero de Sánchez Urbina lidiado en sexto lugar, anunciando, según la tablilla, 580 kilos. De nombre Desencanto. Le hizo frente David de Miranda, que sufrió un terrible volteretón del que pudo salir muy mal parado. El toro me llama poderosamente la atención por la escena que propició en el tercio de varas.

Las imágenes hablan por sí solas. 












No quedó claro si el caballo murió o no. Las imágenes, como ven, son de otra época. En La opinión de Zamora, E. S. Domínguez firmaba la siguiente reseña:

Desencanto se llamaba, 580 kilos de toro, alto, imponente, negro zaino, mal encarado y el sobrero que no tenía que haber sido lidiado. Fue el último astado de la tarde, el séptimo, y se convirtió en el protagonista para mal de la corrida de toros de las fiestas de San Agustín. Una dura cogida sobre David de Miranda dejó al joven matador inconsciente sobre el suelo, haciendo temer lo peor a todos los allí presentes. Instantes antes de la fuerte cogida sobre el de Huelva, el animal había derrumbado al caballo en el tercio de varas, dejando atrapada la pierna del picador durante más de un agónico minuto en la que el astado no dejó de embestir sobre el equino, que tuvo que ser arrastrado por los toreros fuera de la plaza sangrando abundantemente y prácticamente sin moverse. El Cid, que logró salir por la puerta grande, quedó opacado por la desgracia que protagonizó la última faena de la tarde en la que también toreó Juan José Padilla.  

No tuvo suerte David de Miranda con las reses ayer, el sexto volvió a toriles tras el tercio de varas, su pata trasera derecha estaba dañada y el astado cojeaba ostensiblemente. Y el séptimo, de 580 kilos, era un mal bicho. Con 70 kilos menos que el segundo de "El Cid" aparentaba todavía un tamaño mayor. En el segundo pase que le dio el joven matador el astado entró con una fuerza desmesurada, a diferencia del resto de animales, nadie hubiera pitado un duro castigo por parte del picador. Puntazo que no pudo ser porque el sobrero derrumbó al subalterno de Miranda y creó la primera escena de pánico de la tarde.  

El animal tenía una arrancada terrorífica, cargó contra el caballo y lo derrumbó casi de inmediato. El toro no atendía a llamada alguna y se cebó con el equino. "Fortuna" que permitió, tras un agónico minuto, liberar la pierna atrapada del picador, que estuvo a merced del de Sánchez Urbina si este hubiera dejado de embestir un solo momento. El caballo, totalmente indefenso y desprovisto de las protecciones desgarradas por el toro comenzó a sangrar abundantemente. Tras finalmente conseguir llamar la atención del animal, mozos y toreros evacuaron al caballo arrastrándolo, tras cubrirlo con una lona. El animal fue inmediatamente operado por el veterinario. Solo una coz al viento cuando salía por el ruedo mostró que en el equino quedaba vida, inmóvil sobre el albero minutos después de la horrible cogida. Desencanto no perdió peligro ni frescura tras el tercio de banderillas, repleto de tensión y miedo en los tendidos. David de Miranda no se achantó y consiguió, ya con la muleta, pegarle un par de derechazos al animal. Las ganas de agradar del joven matador hizo que se acercara bastante y en un desplazamiento lateral el toro forzó un tropiezo del torero, que al intentar recuperar la verticalidad sufrió un tornillazo del toro que le cogió de lleno, alzándolo en volandas hasta caer de una altura considerable. No hubo pitonazo, pero Miranda cayó con el cuello y quedó inconsciente al instante. La plaza enmudeció, para después sobrecogerse por el estado del matador, que indicaba a primera vista lo peor. El toro, embravecido con el capote, no se cebó sobre el cuerpo inconsciente del torero, que fue trasladado rápidamente a la UVI Móvil y de ahí al complejo hospitalario de Zamora, con un esguince cervical y pendiente de una revisión más exhaustiva, tal y como confirmaron las autoridades allí presentes. La ambulancia salió de la plaza arropada por un estruendoso aplauso. Fue Padilla el encargado de acabar con el séptimo toro de la tarde, tras varios intentos con la espada.






Analizando los detalles que nos proporciona el periodista, sin más versiones a mano y con la ligereza que tienen este tipo de opiniones, diría que sucedió lo que tantas veces sucede hogaño, y más en este tipo de plazas. Salió un toro duro, de patas y de cabeza, que nadie supo o ver, o que si vieron temieron seguir picando por el qué dirán y la consiguiente bronca del público iletrado que no quiere ver tercio de varas. El cornúpeta llegó entero a la franela (se ve muy poca sangre en la cerviz) y se quitó de en medio al matador de un tantarantán que le pudo provocar una lesión gravísima. O quizá no, si alguien sabe más o hay otra versión que lo diga, si sabe qué pasó con el equino, también.

A día de hoy, David de Miranda todavía se está recuperando de las lesiones que le provocó el revolcón. Desde aquí le deseo lo mejor y una pronta y satisfactoria recuperación. 


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