martes, 29 de junio de 2021

Vuelta de los toros a Las Ventas




 
Sábado, 26 de junio de 2021. Toros de Victorino Martín para Manuel Escribano, Sergio Serrano y Jiménez Fortes.

          Primer festejo serio en Las Ventas desde que empezó la pandemia. Con una corrida de Victorino Martín, ya se sabe que Madrid es plaza torista, volvíamos a reencontrarnos con la plaza, desde aquella corrida de la Hispanidad de 2019, y lo hacíamos con un ambiente agradable, de aficionados a pesar de encontrarnos lindando julio, cuando solo vamos a la plaza una ínfima parte de los abonados, un buen puñado de aficionados irredentos y otro amplio número de guiris despistados. Muchas vidas perdidas en este interregno, tragedias familiares, laborales, presión psicológica, cambio de hábitos… algo ha cambiado en este tiempo. Como la sociedad y como siempre que ha habido grandes impactos en España, el público de toros probablemente también manifestará sus secuelas y puede que haya alguna alteración en el comportamiento, veremos. 

No fue una auténtica tarde de toros en Las Ventas, pero se le asemejó bastante. Todavía queda para ello. Lo mejor fue reencontrarse con los habituales, con muchos de los más fieles, cada uno con su forma de ver los toros pero todos con más nobleza y más fidelidad por este acontecimiento sin par que cualquiera de los toros que para sí demandan las figuras. El aficionado es el animal más noble de la tierra, como reza una de las máximas de este blog.  

Decíamos del público de toros y la sociedad de su tiempo, pues bien, los victorinos tampoco  se escapan de estos avatares. Ni siquiera los aficionados nos libramos de ello y también nos contaminamos. El sentimentalismo y lo superficial a ultranza por encima de la razón y lo auténtico, estos son los tiempos. No digamos la mentira y lo falsario elevado a categoría de digno y verdad incuestionable: lo posmoderno. La tauromaquia liga muy mal con ello, y todo lo que sea apartarla de las esencias, la estética del riesgo y la tradición da como resultado un espectáculo degradado. Victorino hijo debería plantearse dónde tiene ahora la ganadería. Tardes como la del homenaje en Vistalegre al fundador de la vacada, de la que los aficionados salieron como basiliscos; toros indultados, como aquel de Illescas, embistiendo como un borrego; hacer habitual presentar mal las corridas… Muy lejos queda aquel corridón de toros de San Isidro de 2003, uno de los más bravos de lo que va de siglo. Han buscado achicar el toro (la ganadera Pilar considera que para lidiar en Las Ventas tienen que sacar el toro de tipo. Véase La voz de la afición nº 54) y, por lo que se ve, atemperarlo. A esto le sumamos el excesivo número de vacas (lidian en todos los pueblos de España) y una tienta benévola y tenemos un buen número de ingredientes para hacer un cóctel llamado “descaste”, muy conocido en el mundo de los toros. La prueba está en que al entrar a la plaza media hora antes, las taquillas seguían abiertas y había disponibilidad de entradas, Victorino no mete ni 6000 personas en  Las Ventas después de año y medio sin toros.  

La corrida del sábado no estuvo mal presentada, vaya por delante. No tenían la impresionante lámina del Victorino de antaño pero los animales eran cinqueños y eso es un plus. No hace mucho, de las corridas de Victorino salíamos diciendo: “ha sido una corrida encastada”, ahora decimos: “bueno, ha habido un toro encastado”. En este caso fue el cuarto, Galapagueño. Otra cosa que han perdido los victorinos, tanto el bueno como el malo, es su característica forma de humillar, de ir con el hocico arando el platillo. La primera parte de la corrida del sábado, y ya vamos entrando en materia, fue un ejemplo palmario, aquello no había por dónde cogerlo. No humillaban ni para coger los capotes que perdían los peones, como pasó con el tercero. 

El primero y el segundo fueron fuertemente protestados en los primeros tercios, ambos muy blandos de patas y cojitrancos. Volver a la normalidad también era volver a las protestas. Aunque había cierta aceleración, que se apreciaba, por ejemplo, en las palmas de tango, incapaces de mantener el ritmo sin acelerarse. Luego, muchos fueron perdiendo fuelle y apenas protestaron al sexto, uno de los ejemplares más incapaces de la tarde. La cuestión es que se protestaron con fuerza tres toros, que no es para estar contento. Escribano tuvo un animal de dulce para banderillearlo bien, iba muy templado, pero es que ni por esas. Al cuarteo muy mal, lo mejor lo hizo con un quiebro al violín. De muleta no le eché cuentas, el toro no servía para nada. El segundo del festejo, Matraco, se creció en la muleta y se puso muy protestón y peligroso, puede que por la falta de fuerzas, proporcionando una faena emocionante, de la que Serrano salió perdedor en cada tanda. No era nada fácil, dudó mucho, incluso para cambiar el registro y ponerse a machetearlo, tenía que haberlo hecho antes.

Con la cara por las nubes durante los primeros tercios iba el tercero de la tarde, y en vez de castigarle el morrillo lo dejaron crudo. Fortes se quedó como un poste, mucho mérito, porque en esas circunstancias es cuando llega el toreo. Pero no fue en esta ocasión, aquello no tuvo lucided ninguna.

El toro cuarto antes citado, Galapagueño, se le vio desde salida que tenía otro comportamiento. Lo pusieron de largo para una segunda vara, a la que fue para salir de allí rápido en cuanto asomó un capote. Total, que no lo vimos empujar, ni crecerse, ni meter riñones, pero la gente quedó muy contenta por la cosa de la distancia y la carrera del toro hacia la jurisdicción del picador, que es lo que piden ahora. La superficialidad que hablábamos antes. En banderillas galopó y en la muleta había que dominarlo. Escribano se empeñó en torear en redondo desde el principio, sin aliviarlo, ni enseñarlo, ni dominarlo, así que los muletazos salían trompicados. Toda la faena, quitando las dos tandas finales, una de naturales y dos derechazos posteriores. Una estocada rinconera le dio una oreja que en otro tiempo, cuando Madrid tenía la medida que le daba la cátedra -ya perdida-, era de palmas como mucho. Porque el toro fue desperdiciado y, en conjunto, no estuvo por encima de él.


Galapagueño. Nº 23, 559 kg, 12/2015

El quinto fue un bombón dulce y pastueño bautizado como Venenoso. Tito Sandoval lo toreó en el tercio de varas, a partir de la segunda vara dando los pechos y citando de frente una y otra vez. Pero el personal no estaba contento y, sin dar un tiempo prudencial al toro, pretendían que se diera una vuelta por el seis, sin ningún sentido. Hay que decir que antes de tomar el segundo puyazo en el que cumplió, el toro se fue a las excusas de los capotes. Sergio Serrano estuvo despegado y citando para afuera con la izquierda y con la derecha mucho más fluido, aunque siendo el toro tan bueno se veía que aquello no tenía la dimensión que debería. No se puede pedir mucho más a un torero que apenas dispone de contratos. Se volcó en el morrillo del cárdeno y dejó una estocada contraria, así que después de la oreja de regalo de Escribano poco se podía decir de esta. 

El sexto capítulo, como apunté, fue la nada, el toro era un inválido (apenas protestado) que no tenía ni fuerzas para echar mano a Fortes cuando perdió la verticalidad en el inicio de faena. Después hemos sabido que tenía la rodilla hecha trizas, así que le deseamos lo mejor y que se recupere pronto.  


Un saludo a la afición.


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