El Tulio de la papada (Joaquín Vidal)
Apareció pasito a paso, le decían dormido, pero en realidad era receloso; presentía lo que le iba a ocurrir en esa explanada de albero donde no había estado jamás. Era un Tulio hondo, de nombre Mandador. Tulio amazacotado, anchísimo de lomo y vueltas astas; la piel tirante por la presión de una musculatura que parecía iba a estallar. Pero lo que le caracterizaba era la papada; badantida papada, que le bamboleaba entre los brazuelos, casi le ocultaba la cara, y ésta emergía fosca, con una expresión demoniaca. El Tulio de la papada no quería embestir. Recelaba la fantasmagoría escarlata que se agitaba ante sus ojos aterrados. Gentes sin norte en la ciencia taurómaca lo protestaron con la audacia que la ignorancia conlleva, y arrojaban al ruedo botes y almohadillas. El presidente, que llaman señor González, acertó al desoir la algarada incivil y ordenó que salieran los picadores. Cuadrúpedos eran especie conocida del Tulio, y nada más ver al caballo se arrancó de largo, metió los riñones con tremenda codicia y lo estrelló contra las tablas.
Ni un duro daría yo por los huesos de ese caballo si no son para harina, después del salvaje empujón. El toro se ganó una ovación, el presidente otra, y la masa desnortada en ciencia taurámaca, la rechifla de la afición. Más puyazos tomó el Tulio de la papada, que además derribó e hirió; todas desde muy largo; en todas le desbarataron los lomos.
Las Tulio sufrieron el más desproporcionado, duro y rufianesco castigo que hayan recibido las corridas de la feria. Los destrozaron en varas. Deliberadamente apuntaban los picadores atrás y abajo, rasgando sus carnes de grosera forma y lacerando órganos vitales. Los picadores han convertido el hermosísimo primer tercio en una carnicería que avergüenza a cuantos la contemplan. Ellos son los verdugos de la fiesta y ellos tuvieron culpa de que los Tulio se quedaran sin embestida.
El mismo toro de la papada, que era noble, perdió recorrido y José Luis Palomar se vio obligado a exponerle mucho, pisar su terreno, darle distancia -cuando se la dio; no tanto como convenía-, para sacar muletazos en redondo, Los instrumentó con mucho mérito y las veces que adelantaba al hocico las bambas del engaño, mejoraba el pase. El espada soriano hacía gala de reciedumbre y cuando se volcó en el volapié y salió prendido por un mullo, ni siquiera se miró el desgarro de la taleguilla. En su otro toro, que acabó absolutamente aplomado y reservón, porfió inútilmente; total, para sacar dos o tres pases limpios y algún peligroso gañafón [...]
Es parte de la crónica que Joaquín Vidal escribió el 5 de junio de 1983, a propósito de la corrida celebrada el día anterior en la Feria de San Isidro, con toros de Isaías y Tulio Vázquez para los espadas Ruiz Miguel, Luis Francisco Esplá y José Luis Palomar.
El crítico, haciendo gala de su fantástico estilo, destaca sobremanera la bravura de Mandador en el caballo, uno de los ejemplares que más ha sobresalido en los últimos años en este tercio por su codicia y poderío; como nos recordó, a raíz de la lidia de Aviador de Cuadri, ese estupendo aficionado de Madrí, y abonado en los altos del siete, que es Andrés de Miguel.
Por esas desgracias intrínsecas a la devastadora evolución de la Fiesta para con el toro de lidia, las ganaderías de Isaías y Tulio Vázquez y María Luisa Domínguez Perez de Vargas que tan bien representaban la Casta Pedrajas, se encuentran hoy prácticamente desaparecidas. Es un hecho sin vuelta atrás, los tulios que sembraron el terror en Madrid y los marialuisadomínguez que tantas alegrías dieron los lunes de resaca sevillanos, nunca más volverán por sus fueros. Encontramos alguna excepción que lucha por la supervivencia de esta estirpe en la ganadería del Marqués de Albaserrada, a la que deseamos toda la suerte del mundo, y algún goterón aislado en otras familias ganaderas como los Guardiola.
Vaya desde aquí este pequeño homenaje en memoria de Mandador, y por ende del toro bravo, duro y encastado que es lo que gusta en este blog, a la par que hacemos un llamamiento a los aficionados que puedan aportar más referencias sobre la lidia de tan sobresaliente ejemplar, escritas o visuales.
Queremos contemplar cómo era la mirada de Mandador.
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Es parte de la crónica que Joaquín Vidal escribió el 5 de junio de 1983, a propósito de la corrida celebrada el día anterior en la Feria de San Isidro, con toros de Isaías y Tulio Vázquez para los espadas Ruiz Miguel, Luis Francisco Esplá y José Luis Palomar.
El crítico, haciendo gala de su fantástico estilo, destaca sobremanera la bravura de Mandador en el caballo, uno de los ejemplares que más ha sobresalido en los últimos años en este tercio por su codicia y poderío; como nos recordó, a raíz de la lidia de Aviador de Cuadri, ese estupendo aficionado de Madrí, y abonado en los altos del siete, que es Andrés de Miguel.
Por esas desgracias intrínsecas a la devastadora evolución de la Fiesta para con el toro de lidia, las ganaderías de Isaías y Tulio Vázquez y María Luisa Domínguez Perez de Vargas que tan bien representaban la Casta Pedrajas, se encuentran hoy prácticamente desaparecidas. Es un hecho sin vuelta atrás, los tulios que sembraron el terror en Madrid y los marialuisadomínguez que tantas alegrías dieron los lunes de resaca sevillanos, nunca más volverán por sus fueros. Encontramos alguna excepción que lucha por la supervivencia de esta estirpe en la ganadería del Marqués de Albaserrada, a la que deseamos toda la suerte del mundo, y algún goterón aislado en otras familias ganaderas como los Guardiola.
Vaya desde aquí este pequeño homenaje en memoria de Mandador, y por ende del toro bravo, duro y encastado que es lo que gusta en este blog, a la par que hacemos un llamamiento a los aficionados que puedan aportar más referencias sobre la lidia de tan sobresaliente ejemplar, escritas o visuales.
Queremos contemplar cómo era la mirada de Mandador.
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