Por Andrés de Miguel
En el pie de monte segoviano de
la sierra de Ayllón, Riaza celebra sus fiestas teniendo al toro como eje de las
mismas. Encierros mañana y tarde con corredores de postín, recortes y capeas de
los vecinos en la plaza portátil fabricada a medida para encajar en la bella
plaza del Ayuntamiento, una activa peña taurina y un gran respeto al toro que
es la manera de respetar al público y a los vecinos que participan en sus
fiestas.
La corrida de toros de Alberto
Mateos era el plato fuerte de las fiestas. Plato que a punto estuvo de hacerse
añicos debido a la inexperta e ineficaz actuación del alcalde, incapaz de dar
salida a una situación que a las 3 de la tarde había desembocado en la retirada
de los toreros y cuadrillas por impago de las deudas contraídas el año anterior
por un empresario que huyó con la caja en plenas fiestas.
Los pagos se hicieron, el acuerdo
se logró y la corrida se dio con cuatro cinqueños y dos toros cuatreños, estos
más flojos, de encaste contreras mayoritario en la ganadería. Gordos,
lustrosos, de irreprochable trapío e impresionante y astifina encornadura.
Parece que hay que salir de Madrid para ver corridas bien presentadas y
encastadas.
Alberto Aguilar les dio fiesta a
los dos suyos a base de exposición, temple y ritmo. Desarrolla las faenas de
muleta con un ritmo que engancha al espectador y al aficionado, reduce los
tiempos muertos en la faena sin caer en el barullo de las faenas de Ay y Uy, y
si domina al toro aumenta su exposición,
provocando así la sensación, real, de ir de menos a más que tan grato
resulta. Mató en las dos ocasiones arriba a la segunda después de sendos
pinchazos y dejó la sensación en los aficionados de, con faenas distintas
acopladas a las condiciones de los toros. Más interesante la del cuarto toro,
cinqueño más bravo, que la del primero, un cuatreño manso y más flojo. Sin ser
faenas redondas, pues los toros no lo eran, estuvo muy por encima de los que
eran más oponentes taúricos, que colaboradores bóvidos.
Víctor Barrio, arropado por sus
convecinos, no parece encontrar el sitio que alguna vez tuvo de novillero y
aunque mantiene su empaque, necesita algo más para intentar empresas mayores y
Juan Manuel Jiménez, quien se ofreció a torear los seis toros de la corrida si
persistían los problemas, demostró que habría sido una pena que lo hubiera
tenido que hacer, pues los contreras de Mateos, muy encastados todos, bravos
los cuatro cinqueños, aunque con las fuerzas demasiado justas para entregarse
con alegría, se hicieron merecedores de las faenas variadas e interesantes de
los tres toreros y cerraron con fuerza una fiestas de un bello pueblo que se
enorgullece y disfruta de su tradición taurina.
Alberto Aguilar frente a un albertomateos (fotos Javier Salamanca) |
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