martes, 17 de diciembre de 2013

Lo vivo y lo pintao

 

Por Andrés de Miguel

 
  Joselito y Belmonte siguen dando que hablar cien años después de sus alternativas o precisamente por ello. Además de su importancia en los cambios que darán origen a la organización moderna de las corridas de toros, en la segunda y tercera década del siglo XX, tienen también un halo heroico que permite fabular y soñar, tan importante en la afición a los toros como la asistencia a la plaza.

  Clarito, el gran cronista de la edad de oro del toreo junto con Gregorio Corrochano, define la principal razón de la importancia de la época con precisión, pues dice que en ese momento ocurrió “Lo que nunca se vio ni ha vuelto a verse, torear por el estilizado sistema moderno muchos toros del sistema antiguo”.
 
 
  La exposición montada por el Ayuntamiento de Sevilla, sobre ambos toreros y su significado, recoge con minuciosidad y precisión fotos, carteles, dibujos y pinturas, vestidos y avíos de torear, recuerdos personales varios y los ordena en un bello espacio en el antiguo Convento de Santa Clara vecino a la Alameda de Hércules, barrio taurino, donde tuvo su residencia la familia Gómez Ortega.
  Cuando visité la exposición, estaba en el patio de dicho convento Rafael de Paula, quien era seguido con expectación por un nutrido grupo de aficionados, al que rápidamente me adherí, que escuchábamos, con la prosa sincopada del torero, tan parecida a su toreo de altibajos, énfasis y belleza a ráfagas, como relataba un día que Juan Belmonte le echó unas vacas en su finca de Gómez Cardeña y como se reía cuando las vacas revolcaban tanto a Rafael como a otro torero principiante, un tal Antonio Giménez.
  Un poco de aire fresco en la solemne exposición, un trozo de vida entre los recuerdos, viene a afirmar que el toreo es un arte vivo, que los homenajes son imprescindibles para honrar la memoria de la profesión, que la historia debe servir para entender el pasado y no para justificar espuriamente una versión del presente y que no podemos sustituir lo vivo por lo pintao. 


 

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