sábado, 26 de mayo de 2018

Sobre algunos escritores de toros contemporáneos


    También hay que tener en cuenta otra cosa. Cuando un hombre escribe con claridad, cualquiera puede apreciar si se trata de un farsante. Si mistifica para evitar una afirmación explícita —lo que es muy diferente de transgredir las reglas de la sintaxis o de la gramática para crear un efecto que no puede lograrse de otro modo—, se tardara mucho más en reconocer al escritor farsante, y los demás escritores, afligidos por la misma carencia, lo elogiarán en defensa propia. El misticismo verdadero no debe confundirse con la escritura torpe, que sólo pretende desconcertar cuando no hay misterio, que nace de la necesidad imperiosa de encubrir la falta de conocimiento o de la incapacidad de expresarse con claridad. El misticismo supone misterio —y hay muchos misterios—, pero la incompetencia no es uno de ellos; tampoco lo es el periodismo farragoso convertido en literatura por la inyección de una falsa cualidad épica. Además, recuerde esto: los malos escritores están enamorados de la épica.

Ernest Hemingway. Muerte en la tarde.




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