18 de septiembre de 2022. Desafío ganadero entre José Escolar y Hoyo de la Gitana para Fernando Robleño, Miguel Tendero y la confirmación de Luis Gerpe
Los
aficionados lo estaban esperando y tomaron buena nota después de lo que pasó en el segundo de la
tarde, una faena de arrestos, de querer, con un toro descastado y renuente de
Hoyo de la Gitana que pasaba midiendo. Todo lo que allí sucedió fue gracias a las
mañas de Robleño, que tuvo que tragar tela y se impuso en todo momento. Un
pinchazo arriba y una estocada rinconera dieron lugar al flameo de pañuelos,
siendo el premio final una vuelta al ruedo soberana tributando toda la plaza un
reconocimiento sincero. Cómo hacerle faena a un Graciliano con guasa,
podría haber sido el título de la lección impartida.
Saltó
el cuarto del festejo, un cárdeno que clareaba de José Escolar y, digámoslo de
paso, el único de la tarde de este hierro con la seriedad irreprochable que
gusta en Las Ventas, un señor toro. Desde que vio la luz en los pagos abulenses
de Valdetiétar atendía al nombre de Camionero, bajo, aleonado, bien
colocado de defensas, la única tacha para estamparlo en un cuadro es que el
borlón de la cola escaseaba. La lidia fue toda a pedir de boca, se dejo capear
de salida, el del castoreño lo cogió delanterito en los dos envites, sin
cebarse, pues Camionero no andaba sobrado de poder. Luego los de los
palitroques montaron un lío como no podía ser de otro modo tratándose de Iván
García y Fernando Sánchez que, esta vez sí, cito de frente y arrancó el cuarteo
desde la rectitud, a diferencia del par que puso al toro anterior. Sonaron los
clarines para el tercio de muerte y qué podemos decir, aquello fue como entrar en
otra dimensión, en un sueño de los que no se olvidan. Robleño compuso una faena
con argumento, el de la pureza, escrupulosamente medida en su metraje,
manteniendo la intensidad del toreo y la emoción de los que tuvieron la
suerte de vivirlo a flor de piel, de principio a fin. Un trasteo fugaz y al
alza constante, desde los muletazos genuflexos para someter al toro e
iniciar la obra, pasando por los redondos con la mano diestra que prologaron la
especialidad de la tauromaquia del torero madrileño, el pase natural. Los
aficionados enloquecieron ante la cadencia y la verdad de aquellos naturales de
pata palante y mano baja. Los adornos y los trincherazos dieron paso a
la suerte suprema, dos pinchazos en la cruz y una estocada tumbaron a Camionero
y poco a poco volvimos del arrobamiento. Todavía estamos recuperándonos, la
huella que dejó aquella efímera faena a buen seguro que será imperecedera en la
memoria de los aficionados.
Fueron
dos vueltas al ruedo, las dos orejas que debería haber cortado, y toda una lección de tauromaquia con el toro bueno y con el toro malo. Un antes y un
después, probablemente el aldabonazo definitivo del torero de San Fernando de
Henares en Las Ventas, el que le otorga galones ante la afición de Madrid.
Porque el que lo hace, lo hace, y van unas cuantas.
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