Antaño, primera plaza del orbe por el trapío del toro que se lidiaba y, principalmente, por la calidad, exigencia, criterio y el número de aficionados que la frecuentaban. Hoy, convertida en un enorme botellódromo, de público esporádico, cambiante, festivo, superficial, marioneta del sistema y de los clichés que pregonan los taurinos y sus medios pesebreros. La primera semana de San Isidro está a punto de concluir... Madrid ha caído, hay que ir a la plaza con ello asumido, evitando desazones que no llevan a ningún lado.
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