Por Andrés de Miguel
La faena de crepuscular belleza de El Cid a Berbenero, ha oscurecido toda la feria de otoño en la que también han pasado cosas interesantes para el futuro de la fiesta de los toros.
A modo de resumen comento algunas en tres apartados:
Público
El fin del abono que colmataba la plaza ha supuesto que la media de edad de los espectadores baje. Por fin los tendidos se rejuvenecen, quizá no en exceso, pero al menos permite que nueva gente se aproxime a las corridas de toros. Supongo que la bajada del abono será una mala noticia para la empresa, pero creo que es una buena noticia para la fiesta de los toros. Puede entrar nueva gente en los tendidos de los que algunos o muchos serán aficionados, la plaza no estará siempre llena o al menos vendida, por lo que los carteles tendrán que mejorar si quieren completar el aforo y los discursos siempre repetidos y anquilosados de los mismos darán paso a nuevas opiniones y nuevas miradas sobre la fiesta. Bueno o malo, el cambio siempre es interesante en una situación tan sombría como la que recorren las corridas de toros.
Toros
El batacazo de Adolfo Martín que tiene una ganadería demasiado corta y desigual para sostenerse toda la temporada y la pesadez del trote de los atanasios de El Puerto de San Lorenzo y familia, tantas veces repetidos en Madrid y con éxitos tan escasos, ha dejado a la ganadería de Victoriano del Río el interés de la feria con tres toros (1º, 3º y 4º), nobles y no tontos en la muleta, aunque escasos de bravura. Más allá de la defensa de los encastes singulares, como apropiadamente los denomina Rafael Cabrera, si queremos defender la bravura deberemos pedir otra organización de la suerte de varas, que luzca a los toros en el caballo y convierta este tercio en una parte más vistosa de las corridas de toros. El peso del espectáculo lo lleva la actuación con la muleta, y la reivindicación de la lidia como espectáculo integral que ha llevado a cabo Javier Castaño con su cuadrilla, genera rechazos, para mi incomprensibles, entre gran parte del público y de los aficionados.
Toreros
La naturalidad y torería de El Cid que creo que ya no tiene nada que ganar ni perder en la fiesta, salvo reivindicarse sentimentalmente tras varios años de declive, ha marcado esta feria, en la que se ha visto que el valor de los toreros no basta para generar espectáculo y cuando el valor raya en la temeridad puede provocar un efecto de rechazo, si el torero queda a merced del toro como Joselito Adame. La decisión de Fandiño le ha permitido convertirse en un torero de relumbrón, es el favorito de muchos aficionados, pero hay muchos que esperamos que todavía pueda dar un salto de calidad con un mayor entendimiento de los toros y planteando unas faenas más basadas en la pureza que en la decisión. Fandiño es la gran esperanza al tiempo que siembra dudas de que consiga dar ese salto.
Todas estas breves ideas y más que están en la cabeza de todos, nos darán abundante munición para las charlas y comentarios de este invierno.
Foto Juan Pelegrín
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