sábado, 19 de octubre de 2013

Centenario del adiós de Bombita

Cartel de la despedida. Publicado en La razón incorpórea

 

Plaza de Toros de Madrid


Corrida extraordinaria a beneficio de la Asociación Benéfica de auxilios Mutuos de Toreros, celebrada ayer 19 de Octubre de 1913

 
  Despedida de Ricardo Torres (Bombita), que llevaba por compañeros en el último paseíllo de su vida torera a Gallo, a Regaterín (en sustitución de Belmonte, antes anunciado) y a Gallito el menor. La corrida se celebraba a beneficio del Montepío de la Asociación de Toreros, fundada por el diestro que se va, y que después de las horas consagradas a su organización, por puro compañerismo, le dedicó también sus últimos éxitos, sus gallardías postreras, el último centelleo de su cetro de gran lidiador y sus grandes amarguras también, que muchas y muy grandes debieron producirle el arrancar el último y diamantino broche de su brillante túnica de vencedor, para vestirse en definitiva los oscuros arreos del olvido y abdicar de su gloria taurina y entrar en el pardo burdel de los retirados y de los viejos prematuros.
  Bombita dijo en otra y ya lejana ocasión que se iría de los toros cuando estos le dejaran inútil o cuando se encontrara sin facultades. Hay que creerle. No las tendría muy seguras ya, y la lucha cansa, sobre todo a los fatigados, cuando ha de sostenerla con mozos que llegan de refresco y con bríos.
  Se va por no perecer con la lucha; se va... se fue; pero lo hizo con pundonor, mirando fríamente a la muerte para no tener la vergüenza de inclinar confuso la frente cuando se acuerde de este día.
  A partir de hoy, sus amigos irán desfilando, mermándose la masa de incondicionales, ya que el tiempo abre su brecha profundísima en todo, quedándole solamente el recuerdo de lo bien o mal que haya quedado en su función de despedida.
  Los toros eran ocho; cuatro de la vacada de Concha y Sierra y otros cuatro de la de Benjumea, una de cuyas reses dio a Ricardo su primera cornada, su bautismo de sangre; pero a última hora, estos fueron sustituidos por otros cuatro de García Lama.
  La plaza estaba engalanadísima con pañuelos de Manila en los palcos, y las colgaduras de rigor en las sobrepuertas y en el sitio de los timbaleros ostentábase un precioso tapiz de Goya, así como en el palco regio primorosamente adornado.
  La tarde era espléndida, llena de sol y más estival que de Otoño.
  Y la entrada colosal y demostrativa de lo mucho que Madrid quería al que se retiraba.
  En algunos palcos de la grandeza, veíanse también tapices.
  La plaza estaba como jamás se vio.
  La lidia debió llevarse por este orden: Bombita y Gallito para los toros primero; cuarto, quinto y último. Gallo y Regaterín para el segundo, tercero, sexto y séptimo.
  Esto no es excusa de hacer constar en la reseña, quienes eran los que figuraban en cada toro como jefes de ruedo.
  Bombita vestía azul celeste; Gallo, de negro; Regaterín, de salmón, y Gallito de grana, y todos, como es sabido, con guarniciones de oro.
  Momentos antes de empezar la corrida apareció la reina Victoria en el palco, siendo saludada entusiastamente por los aplausos de todos los espectadores. Acompañábala la infanta Isabel.
  A la salida de las cuadrillas, Bombita fue recibido con una gran ovación,  a la que correspondió Ricardo saliendo hasta los medios.

"Bojilla", el mozo de estoques de Bombita, haciendo a éste la trenza por última vez para ir a la Plaza el día en que se despidió del público de Madrid
 
  Primer toro, de Concha y Sierra. Calderero, núm. 70, cárdeno obscuro, girón, lucero, gordo y bien puesto.
  Salió haciendo ascos a los capotes y aunque Bombita le presentó el suyo, la res se fue describiendo círculos en su carrera como un milano atontado; su mansedumbre era manifiesta.
  Ricardo le capoteó muy bien dejándole en suerte, y después de otra huída ante un picador, el bicho tomó una vara de Cipriano Moreno y otra vara de Formalito, sin demostrar la menor bravura ni dejarlos caer.
  Moreno practicó otra sangría y terminó Formalito con un puyazo.
  Los matadores bien en los quites.
  Murieron dos caballos.
  Patatero puso un par de las de lujo, bueno, y Morenito, que salió con su jefe la primera vez en que éste vistio el traje de luces, y con él se retira, clavo otro par al cuarteo.
  Patatero dobló, después de una salida en falso, con un par caído y delantero, de las comunes, al relance de un capote.
  Bombita pronunció un largo brindis de despedida, y el público aplaudió. Brindo después a un amigo de la barrera del 9, y después frente al 7 empezó a pasar, llevándose el bicho hasta cerca de los medios, donde después de dos naturales, dos altos y uno cambiado, atizó un pinchazo en lo duro.
  Continuó toreando al manso, obligándole a fuerza de valentía y, perdiendo la muleta en el encuentro, largó frente al 10 una gran estocada que derribó al toro sin puntilla.
  Menos merecía el buey.
  Ovación y petición de oreja y ramos de flores, entre los que descolló un gran bouquet que le arrojaron desde el 7. Sobre un palco apareció un cartel que decía: "La Peña taurina de San Sebastián saluda a la afición madrileña y se despide del Bomba".

Se dió el caso insólito en la plaza de Madrid que, cuando Bombita muleteaba brillantemente a su último toro, sonase la música en su honor, caso que solamente se ha repetido cuando Antonio Bienvenida, en su triunfal despedida de Octubre de 1966, brindó un par de banderillas a la banda
 
  [...]
 
  Quinto. Cigarrón, núm. 37, de García Lama, negro, bragado y delantero de cuerna.
  Salió con muchos pies y Bombita se los paró con cinco verónicas, un farol, una navarra y un recorte.
  Aplausos.
  Arriero soportó un coscorrón y Bombita se llevó al toro, distinguiéndose también por su alegría y arte Gallito corriendo al animal.
  El propio Arriero picó cuatro veces más, y el presidente al final mandó tocar a banderillas que cogió Ricardo.
  Andando hasta la cara dejó un par algo desigual de las lujosas y otro lo mismo de las comunes, cerrando el tercio y colocando su último par con los terrenos cambiados.
  Muchas palmas.
  Cogió después los trastos por vez postrera en su vida de lidiador; brindó a la reina; hizo lo propio frente al 1, y luego, en el centro de la plaza, despertando honda emoción y dejando allí la montera, lanzó su último brindis, empezando la faena con un gran pase cambiado. Más cerca, más valiente que nunca, con un gran silencio en el público y sonando la música, dio Ricardo dos pases seguidos de rodillas, un molinete, uno de pecho, y junto a las tablas del 1 quiso entrar, desistiendo y sacando al toro con pases de tirón, para acabar frente al mismo tendido con una estocada entera bien puesta.
  De los tendido cayeron algunas palomas, cogiendo el matador cariñosamente una blanca, muy bonita.
  Luego descabelló al primer golpe.
  Un grupo compuesto de toreros, llevando en alto el cartel de la Asociación, se apoderaron de Bombita, paseándole en hombros alrededor de la plaza.
  La ovación fue ensordecedora.
  El presidente le concede la oreja, que arroja el diestro al tendido 5.
  Fue un momento verdaderamente emocionante.
  Entre los toreros se veían a Chano, Pacomio, Africano, Aguilita y Hablapoco.
  Toreros con trajes de luces, picadores a todo correr, cuantos compañeros había en la plaza, acudieron presurosos a despedir al diestro que, agitando conmovido el pañuelo, se despedía a su vez del público.
  La reina le arrojó un regalo.
 

Apreciación

 
  Ayer terminó su historia taurina una de las figuras más gallardas con que el toreo pudo contar, y la terminó como los hombres dignos y grandes, con decoro y con pundonor, sosteniendo hasta última hora su fama, y jugándose a cara o cruz la vida, con tal de que el renombre ganado a costa de esfuerzos y sangre, no se enturbiara con una mala faena al final. De Ricardo Torres Bombita, tan traído y llevado bien a pesar suyo, solo queda ya el recuerdo.
  La fiesta de ayer fue más bien que una despedida, un apoteosis. Hubieransele perdonado hasta lo malo, si hubiera sido malo lo que hizo, porque el público, el buen público, el ajeno a discordias y malas artes entre bastidores, quiso hacer ostensible al torero sevillano y valiente, al torero señorito, al lidiador aficionado al oficio que tan alto le puso, el aprecio sincerísimo que siempre le profesó el pueblo de Madrid, en cuya plaza vino al toreo y en cuyo redondel quiso dar la última estocada, despidiéndose en definitiva.
  No recordábamos cosa igual en espectáculos de esta índole; los tapices colgados de los palcos, daban idea de la majería grande de otras épocas, y los pañolones de Manila con los flecos de seda, tenues como cabellos, engañando al aire que los columpiaba y el brillante plantel de mujeres cubiertas con sus más vaporosos atavios y sus mantillas blancas y sus peinas de concha, y el espectáculo del palco real, con la bellísima soberana, en quien caen tan bien los trapos españoles, y la infanta, de neto españolismo, y el redondel tan lleno, tan vistoso, tan cosa nuestra, sin extranjeros a quien agradar, o rendir pleitesía de disculpas por miedo a su horror a la sangre, despertaban en nosotros recuerdos de tiempos mejores. 
  Los héroes de la tarde fueron Ricardo y Joselito, y los actores que no descompusieron el cuadro, Gallo y Regaterín.
  Bombita extremó la nota de su valentía y se hizo aplaudir por su arte, por su despedida y por su historia; Joselito, por su faena colosal en el último toro y por lo que dejó entrever para el porvenir.
  Vióse que se iba un coloso dejando a un heredero privilegiado.
  Alguien dijo que Joselito era un Bombita que mataba.
  Yo añado que Joselito es un Bombita sin cicatrices.
  Los dos el mismo amor al arte, la misma ardiente afición, la misma prodigalidad en recursos y en inspiraciones; no hay más que una diferencia: la que va de los dieciocho años a los treinta y cinco.
  [...]
  En resumen, fue una corrida buena, en que por rara coincidencia toreros y toros parecían empeñados en hacer que desapareciera el recuerdo del jueves [alternativa de Juan Belmonte].
  Pero lo esencial, como ya hemos dicho, lo que hubo de verdadero relieve, fue el momento emocionante de la despedida, cuando los toreros con traje de calle, con trajes de luces, se precipitaron a saludar a su compañero, y la faena magistral, enorme de Joselito, que ayer por vez primera en todo lo que lleva de matador de toros, logró convencernos de lo mucho que vale y puede.
  El brindis postrero de Bombita en el centro del redondel; los dos pares de banderillas de Bombita y Gallito; el magnífico primer pase de Joselito a su último toro frente al 1, con los pies clavados y el cuerpo más derecho que un huso.
  He aquí la síntesis.

Paco Media Luna, en la publicación El Toreo
 
"La Asociación de Toreros, agradecita a su presidente Bombita". Él creó la Asociación de Auxilios Mutuos de Toreros, conocida por el Montepío de Toreros, de vital importancia en aquel tiempo, esta Asociación se ocupaba de las necesidades de los toreros que caían heridos o quedaban inútiles para su profesion, ya fueran médicas o económicas
 
*** 
 
  En el periódico El Liberal, Don Modesto, ferviente partidario del Papa Blanco, como él bautizó a Bombita, escribe un apasionado artículo de la tarde postrer, y deja constancia de algunos detalles curiosos que transcribo a continuación.
 

Los brindis de Bombita

 
  A título de curiosidad, publicamos los brindis de Bombita en la corrida de ayer:
 
  A la reina. "Señora: Ya que vuestra majestad se ha dignado honrar con su presencia la corrida de mi despedida, sería yo muy descortés si no tuviera el alto honor de brindaros mi último toro. Brindo, pues, a la preciosa salud de vuestra majestad, a la de vuestro augusto esposo y a la del príncipe y los infantes".
  A D. Manuel Eulate. "Eres mi amigo desde que empecé a torear y conmigo has ido a infinidad de corridas. Sin embargo, nunca te he brindado un toro. Lo hago con éste, que es el penúltimo que torearé en mi vida. Un poco manso es..., pero procuraremos por todos los medios quedar lo mejor que se pueda".
  A D. José Becerra. "Querido Pepe: Tú eres el mejor aficionado de mis amigos y, a pesar de que me has visto torear desde que comencé mi vida taurina, jamás te había brindado un toro. Fue porque te reservaba este, el último. Te lo brindo con muchísimo gusto, deseándote mucha salud".

Bombita se enfrentó al toro más grande y serio de la historia. A pesar de haber sido un muletero experto, lo fue sólo a costa de feroces cornadas. Junto con Carnicerito de México y Luis Freg, ha sido el torero más constantemente castigado por los toros. De novillero los años 1897 y 1898 sufre cuarenta y cinco cogidas, resultando herido dieciocho veces. La estadística de sus cogidas durante el tiempo en que fue novillero es tan grande que sus amigos es fama que en vez de desearle "buena suerte" le decían "que no sea mucho"
 

 Regalos a Bombita

 
  La reina Victoria Eugenia, que por su hermosura fue aclamada ayer en la Plaza de Toros, regaló a Bombita, que la brindó el último toro, un precioso alfiler de corbata con enlace de A. V., con la cifra XIII en rubíes y brillantes y la corona real.
  D. José Becerra regaló a Bombita un alfiler de esmeraldas y brillantes y 500 pesetas para el Montepío de Toreros.
  Igual cantidad y con el mismo fin don Manuel Eulate.
  D. Juan Corrales, una moneda austriaca de cien coronas, rodeada de brillantes, con la fecha y la dedicatoria en esmalte.
  Los Sres. Sánchez Hermanos, de Albacete, una puntilla de plata repujada, en artístico estuche.
  José Cordero (El Gordo), conserje de la Asociación de Toreros, y Paca Muñoz, un estuche de aseo de plata repujada.
  Y el Sr. Lezcano, veinticinco pesetas para el Montepío.
  Bombita recibió anoche multitud de telegramas felicitándole por su triunfo. Entre ellos uno muy sentido de varios toreros, saludando (textual) a su padre, protector y rey del toreo.
  Recibió tres cablegramas de Buenos Aires, dos de Méjico, uno de la Habana y varios telegramas de Londres, París, Burdeos, Touluse, Bayona, Dax, Lisboa y Oporto.
 
Cuadro estadístico de la tarde. Se vieron 33 entradas a los caballos, 4 caídas y 5 quedaron para el arrastre. Teniendo en cuenta que se jugaron 8 toros, la corrida no tuvo mucho poder en la caballería 

 

Adiós

 
  ¡Bombita se fue!
  Aquel gran lidiador, que ocupó a la retirada de Guerrita, el solio pontificio del toreo, se ha despojado voluntariamente de sus augustas vestiduras para sumergirse en las delicias de la vida burguesa, endulzada con unos cuantos millones y un gran caudal de buena salud.
  Ayer el pueblo soberano, a pleno sol, le hizo la despedida más grandiosa, más entusiasta y más sincera que se hizo jamás a torero alguno.
  Y es que Bombita se va cuando no debía irse, porque el toreo sin él cae en un estado de postración y agotamiento alarmantes.
  No debía irse y se va, y hace bien.
  El pueblo lo entiende así, y por eso le tributó ayer un gigantesco homenaje de admiración y simpatía.
  ¡Ya se ha ido Bombita señores!
  ¡Pueden ustedes dormir tranquilos!
  Tocaba la música una solemne marcha triunfal. Caían al redondel flores y palomas. Bombita, con el rostro lívido, sonriente, decía "adiós" con el pañuelo.
  Luego, en la calle, la multitud corría tras el coche. Guardias a caballo le rodeaban.
  La gente, apiñada en los bordes de las aceras, palmoteaba y daba vivas al gran lidiador. Desde los balcones, las señoras flameaban nerviosamente los pañuelos. Los chicos corrían, gritando, a los lados de la jardinera. Los hombres se descubrían a su paso...
  Bombita, de pie, con la montera en la mano, siempre con el color cadavérico, lívido, saludaba y sonreía...
  El sol se iba también.
  La muchedumbre continuaba vitoreando al espada, que ayer mató su último toro.
  ¡Cuánta luz! ¡Cuánto júbilo! ¡Cuántas flores!
  Y, sin embargo...
 
Dicen  que no son tristes
las despedidas...
Dile al que te lo ha dicho
que se despida
 
¡¡ADIÓS, BOMBITA!!
 
Don Modesto 

"¿Qué va a ser de mi vida a partir de ahora? Ya no volveré a ver a Bombita. Se ha acabado mi juventud". Ramón Pérez de Ayala
 

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