Usted es profesor honorario en la Universidad de Iowa (USA). ¿Le han preguntado alguna vez en EEUU por los toros?
Sí.
Viajo siempre con distintas publicaciones, entre ellas revistas taurinas, que
normalmente llaman mucho la atención.
¿Qué suele contar?
Mi primer argumento
siempre es el de la ecología, lo que el toro sostiene. Les cuento por ejemplo
que sólo en Salamanca se conservan 8.000 encinas centenarias. Esto significa que
la mayor extensión que hay en Europa de alcornoques, quejigos, melojos y
encinas es la del campo charro. Y todo lo preserva el toro. O sea, que en las
dehesas encontramos el mejor ejemplo de desarrollo sostenible, tan de moda en
estos tiempos
¿Qué se agostaría en España si el toro desapareciera?
Bueno, eso lo dice
Federico García Lorca: “Qué sería de España si cesasen los clarines de la
corrida”. Él considera que una de las grandes aportaciones a la humanidad es el
patrimonio taurino y que nuestra cultura sería otra sin ese componente. En
Literatura, por ejemplo, tenemos dos grandes elegías que son verdaderos
patrimonios de la humanidad: la de Jorge Manrique y la de García Lorca al diestro
Sánchez Mejías.
Antes de terminar, ¿qué tiene que decir del lenguaje
taurino?
Que está al orden del día. Fíjese, un día analicé uno de los
discursos de Carod Rovira y encontré hasta ocho expresiones muy taurinas. Hay
muchas palabras que en su día nacieron en los ruedos y que hoy se han
generalizado. Un ejemplo es ganapanes, que se usaba para llamar, en el siglo
XVI, a quienes sacaban arrastra los toros ya muertos. No había mulillas y lo
hacían a cambio de un pan. Cuando entraron los tiros de mulillas
desaparecieron, sin embargo la palabra sigue usándose.
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