jueves, 15 de noviembre de 2018

De nuevo, otra ganadería única que perdemos


    Era vox populi. Estábamos avisados desde hace unos cuantos años, aunque en los últimos meses corría la voz en los mentideros diciendo que esta vez si que sí. Don Leopoldo Sainz de la Maza, ganadero de la vacada del Conde de la Maza, advertía que la corrida de Cenicientos del pasado mes de agosto iba a ser la última de su ganadería. Y así ha sido. Acaba de anunciar que la última partida de ganado que queda irá al matadero el próximo viernes.




Esta ganadería daba unos toros -desgraciadamente ya podemos hablar en pasado- especialmente serios y atractivos. La verdad, tenía debilidad por ellos. En principio era una mezcolanza entre Núñez, principal dominante, y un goterón de Gamero Cívico, de ahí los tostados y los chorreados. Los colorados ojinegros eran también muy típicos. Resultaban muy finos de cabos, característico del toro Núñez -por el que también siento predilección-, sin prodigarse mucho el toro ensillado propio del encaste. Con unas miradas terroríficas, torvas, y con los pitones astifinos y buidos como bisturís.





Duros, correosos, broncos, pero también embestidores, nobles y bravos. Con mucho carácter. Una más que se nos va. El ganadero, me temo, prefiere verla en el matadero que en manos de otra persona. Ha pasado antes con otros, es un tema controvertido porque supone la pérdida de una ganadería que ha conseguido una sangre y un tipo únicos, reconocible frente a las demás. No nos confundamos, no tiene nada que ver con el típico arribista que se hace con una punta de ganado con desechos de desechos de desechos de una ganadería de encaste Juan Pedro Domecq.





La debacle sigue su curso. La desaparición de las castas del toro bravo viene sufriendo una especial sangría en los últimos años. Y, por mucho que digan algunos, no tiene que ver con que, supuestamente, en un sector de la plaza de Madrid se demande el toro grande. Esos están desenfocados, es pura sinrazón y cainismo. Ejemplos, a vuelapluma, puedo citar a Sánchez-Cobaleda (Vega-Villar), Alonso Moreno (Urcola), Conde de la Corte (parece que algo queda), José María Escobar (Graciliano), Guardiola (Villamarta), María Luisa Domínguez (Pedrajas)... y seguro que a ustedes se les ocurren unas cuantas más. Y estas no son precisamente ganaderías de toros chicos.




No hay ningún plan para atajar este problema. Especialmente por las asociaciones de ganaderos, que se crearon para defender al toro y a las ganaderías que los toreros querían arrinconar, recuerden, señores de la Unión. Es ridículo, los colectivos ganaderos no tienen absolutamente ninguna medida para paliar este problema. Ni por parte de la Administración Pública, que tiene un deber por conservar el patrimonio animal español. Ni, por supuesto, de las asociaciones de empresarios, que son los que confeccionan los carteles y podrían consensuar protocolos que favorecieran a este tipo de ganaderías. Los aficionados, aparte, predicamos en mitad del desierto, ese es nuestro poder a excepción de unas poquitas comisiones en Francia y España, que también las hay. 




En fin, tuve la suerte o la desgracia de estar en Cenicientos viendo la última corrida del Conde de la Maza junto con algunos amigos aficionados. Salió áspera, algunos dejándose dar de lo lindo en varas, siendo muy castigada, otros embistiendo, como aquel colorado con el que Alberto Lamelas estuvo como un titán. Pero el recuerdo imborrable es cómo nos cautivó la facha de aquel hato de toros. Estuve varios días dándole vueltas. Hubo al menos tres ejemplares que me emocionaron solo con verlos pavonearse de salida, tremendamente serios y, por supuesto, ovacionados ante la admiración de los que allí estábamos. 





Par nuestra desgracia las próximas generaciones de aficionados no tendrán la suerte de emocionarse ante la presencia de los toros del Conde de la Maza. 

Saludos a la afición. Ánimo.



Cenicientos, 15 de agosto de 2018. Última corrida de toros de la ganadería de los Herederos del Excelentísimo Señor Conde de la Maza.

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