Corrida de toros de Adolfo Martín para Diego Urdiales, Fernando Robleño y Camille Juan.
Un encierro desigual de lámina en el que salió un quinto que era una sardina y un sexto bis terciado, después de que un toro bien guapo, de nombre Madrileño, se estropeara un pitón rematando en la madera de puro ímpetu. La desigualdad al final fue lo de menos puesto que al terminar el festejo en la retina nos llevamos una gran corrida de toros, más allá de actuaciones artísticas. Hacía mucho tiempo que no veía una tarde tan completa de Adolfo.
Abrió plaza un burel bajo de cruz, de buen trapío, con los pitones apuntando al cielo. Urdiales le paró los pies de capa, rematando con una bonita media. Cogió tres puyas empujando bien y galopando en el cite, pero tardeó en demasía, buscando excusas y escarbando. Los de a pie necesitaron muchas pasadas en falso para dejar los palos, Español, pues así se llamaba el toro, no era tan malo como parecía, y así quedó demostrado en la muleta de Urdiales. Iba largo y humillado por el derecho, y el torero riojano, con más garbo que profundidad, lo toreó sin apenas cadencia. La izquierda para cumplir el expediente y unos lances genuflexo para rematar, de estampa torera. Sainete a espadas, necesitó tres pinchazos, una estocada corta y un descabello para tumbar a Español y el usía hubo de mandarle un recado. Acuso cierta blandura, pero un buen toro al fin y al cabo, cumplió en varas y tuvo un pitón derecho superior.
El corpulento segundo fue un toro con poca historia, sin empuje en las tres varas que tomó, iba a desgana y salía sin necesidad de quites. Adormilado y a media altura en la muleta, no hubo, ni podía haber, ningún atisbo de faena. Robleño se lo quitó de en medio de una media caída, bien está porque no merecía mucho más.
Quién nos iba a decir que al saltar al ruedo Monerías nos encontraríamos ante el toro de la feria y uno de los toros de la temporada. De salida presentó sus credenciales embistiendo como un rayo en el capote de Camille Juan, que después de algún apuro tuvo que concentrarse en lidiar y dejar el veroniqueo para otro momento. Era Monerías un ejemplar cárdeno muy en el tipo de Albaserrada, cornalón y apretado de carnes. Aceptó tres puyazos de Gabin Rehabi arrancando presto al galope, empujando derecho y encelado en la reunión, saliendo de los envites pidiendo pelea. Hubo un marronazo de Rehabi en el tercer encuentro que empañó la belleza del tercio que se estaba viendo. Qué maravilla, qué pelea, qué gran tercio de varas. La cuadrilla actuó con celeridad en banderillas y el toro no hacía más que crecerse y acometer cada vez con más viveza. Una vez que Camille Juan se quedó solo con él, el morlaco comenzó a embestir como una locomotora. Era el auténtico toro de Albaserrada que no hace muchos años echaba Victorino con cierta frecuencia y colocaba a los espadas en lo más alto de la gloria torera. El clásico ejemplar que no admite dudas y necesita una serie de recursos técnicos para sacar el gran fondo de nobleza y codicia que lo hacía embestir arando la tierra del coso ceretano con el hocico. Camille Juan, sin llegar a templarlo y dominar plenamente aquella fogosa acometida, hizo una faena de gran honestidad, principalmente por el lado derecho, en la que pudimos ver las condiciones del toro. Si lo coge otro, quién sabe, a lo mejor tira por la calle de en medio y el bicho pasa inadvertido. Por el lado izquierdo le echó mano, sin consecuencias, y no hubo más porfía. La faena mantuvo a toda la plaza en vilo, las embestidas de Monerías no eran cuestión baladí. Cuando decidió matarlo, Monerías todavía estaba muy entero y seguía pidiendo pelea, siendo una pena que al final acabara patas arriba con el descabello, merecía una estocada en los rubios. Tan magnífico ejemplar mereció sobradamente la vuelta al ruedo, pero fuimos minoría los que la pedimos y finalmente se llevó una atronadora ovación. Camille Juan salió a saludar.
El cuarto, de buena presencia, cárdeno claro, botinero y bocinegro. Cogió dos varas blandeando, sin celo. Fue protestado ante la evidente falta de fuerzas condicionando la labor de Urdiales, que lo pasó en redondo con el empaque y la torería que acostumbra, por el lado natural. Sin llegar a conseguir ligazón, como en su primero, como en Madrid, ¡como siempre! Parece que eso de quedarse en el sitio y meterle la muleta en los hocicos no va con el torero riojano, lo suyo es el uno más uno. Necesitó dos pinchazos y una estocada trasera para dar cuenta de Aviador, ejemplar blando y pastueño.
Cumplió en el caballo, sin grandes alardes, el toro quinto de la tarde. Idéntico nombre que el primero de la corrida, Español fue un toro de poca presencia. Ángel Otero volvió a hacer gala de su capacidad y vergüenza torera, siendo de los pocos banderilleros en el ciclo que se dejó ver y pareó con sobradas facultades. En la muleta iba y venía boyante, con la cara a media altura. Robleño tiró del gran oficio que atesora con este tipo de toros y lo exprimió por los dos pitones, aunque sin el ajuste y la bragueta de otras veces. Acabó con el bicho de una estocada hasta la gamuza que le valió su primer trofeo del ciclo.
El sexto bis, de nombre Malagueño, fue un toro muy parecido en comportamiento al bravísimo Monerías. Otro ejemplar sobresaliente, ¡dos en la misma corrida! Muy largo de viga, sacudido de carnes y playero de púas. Acudió tres veces con prontitud a la cabalgadura y salía embistiendo pegajoso en los capotes, solo que no empujó en el peto, se dejó pegar. En banderillas iba noble a los cites y una vez se quedaron solos toro y torero, Malagueño metió el hocico en la arena y se puso a embestir sin parar, ¡una máquina! Camille Juan de nuevo muy digno por el pitón derecho y con muchos problemas por el izquierdo. Lo fue a matar y seguía arrancándose con poderío, ¡lástima de sainete a espadas!
Ya ven, gran corrida de toros, con dos toros bravos, dos para torear, uno soso que sirvió y uno descastado. Urdiales para la foto, Robleño con mucho oficio pero sin poner toda la carne en el asador, y Camille Juan con admirable honestidad para lo poco o nada que torea. De las cuadrillas Otero. Los jinetes pasaron de puntillas, el premio al mejor picador quedó desierto.
Abrió plaza un burel bajo de cruz, de buen trapío, con los pitones apuntando al cielo. Urdiales le paró los pies de capa, rematando con una bonita media. Cogió tres puyas empujando bien y galopando en el cite, pero tardeó en demasía, buscando excusas y escarbando. Los de a pie necesitaron muchas pasadas en falso para dejar los palos, Español, pues así se llamaba el toro, no era tan malo como parecía, y así quedó demostrado en la muleta de Urdiales. Iba largo y humillado por el derecho, y el torero riojano, con más garbo que profundidad, lo toreó sin apenas cadencia. La izquierda para cumplir el expediente y unos lances genuflexo para rematar, de estampa torera. Sainete a espadas, necesitó tres pinchazos, una estocada corta y un descabello para tumbar a Español y el usía hubo de mandarle un recado. Acuso cierta blandura, pero un buen toro al fin y al cabo, cumplió en varas y tuvo un pitón derecho superior.
El corpulento segundo fue un toro con poca historia, sin empuje en las tres varas que tomó, iba a desgana y salía sin necesidad de quites. Adormilado y a media altura en la muleta, no hubo, ni podía haber, ningún atisbo de faena. Robleño se lo quitó de en medio de una media caída, bien está porque no merecía mucho más.
Quién nos iba a decir que al saltar al ruedo Monerías nos encontraríamos ante el toro de la feria y uno de los toros de la temporada. De salida presentó sus credenciales embistiendo como un rayo en el capote de Camille Juan, que después de algún apuro tuvo que concentrarse en lidiar y dejar el veroniqueo para otro momento. Era Monerías un ejemplar cárdeno muy en el tipo de Albaserrada, cornalón y apretado de carnes. Aceptó tres puyazos de Gabin Rehabi arrancando presto al galope, empujando derecho y encelado en la reunión, saliendo de los envites pidiendo pelea. Hubo un marronazo de Rehabi en el tercer encuentro que empañó la belleza del tercio que se estaba viendo. Qué maravilla, qué pelea, qué gran tercio de varas. La cuadrilla actuó con celeridad en banderillas y el toro no hacía más que crecerse y acometer cada vez con más viveza. Una vez que Camille Juan se quedó solo con él, el morlaco comenzó a embestir como una locomotora. Era el auténtico toro de Albaserrada que no hace muchos años echaba Victorino con cierta frecuencia y colocaba a los espadas en lo más alto de la gloria torera. El clásico ejemplar que no admite dudas y necesita una serie de recursos técnicos para sacar el gran fondo de nobleza y codicia que lo hacía embestir arando la tierra del coso ceretano con el hocico. Camille Juan, sin llegar a templarlo y dominar plenamente aquella fogosa acometida, hizo una faena de gran honestidad, principalmente por el lado derecho, en la que pudimos ver las condiciones del toro. Si lo coge otro, quién sabe, a lo mejor tira por la calle de en medio y el bicho pasa inadvertido. Por el lado izquierdo le echó mano, sin consecuencias, y no hubo más porfía. La faena mantuvo a toda la plaza en vilo, las embestidas de Monerías no eran cuestión baladí. Cuando decidió matarlo, Monerías todavía estaba muy entero y seguía pidiendo pelea, siendo una pena que al final acabara patas arriba con el descabello, merecía una estocada en los rubios. Tan magnífico ejemplar mereció sobradamente la vuelta al ruedo, pero fuimos minoría los que la pedimos y finalmente se llevó una atronadora ovación. Camille Juan salió a saludar.
Monerías, en Asociación Toreo en Red Hondo |
Cumplió en el caballo, sin grandes alardes, el toro quinto de la tarde. Idéntico nombre que el primero de la corrida, Español fue un toro de poca presencia. Ángel Otero volvió a hacer gala de su capacidad y vergüenza torera, siendo de los pocos banderilleros en el ciclo que se dejó ver y pareó con sobradas facultades. En la muleta iba y venía boyante, con la cara a media altura. Robleño tiró del gran oficio que atesora con este tipo de toros y lo exprimió por los dos pitones, aunque sin el ajuste y la bragueta de otras veces. Acabó con el bicho de una estocada hasta la gamuza que le valió su primer trofeo del ciclo.
El sexto bis, de nombre Malagueño, fue un toro muy parecido en comportamiento al bravísimo Monerías. Otro ejemplar sobresaliente, ¡dos en la misma corrida! Muy largo de viga, sacudido de carnes y playero de púas. Acudió tres veces con prontitud a la cabalgadura y salía embistiendo pegajoso en los capotes, solo que no empujó en el peto, se dejó pegar. En banderillas iba noble a los cites y una vez se quedaron solos toro y torero, Malagueño metió el hocico en la arena y se puso a embestir sin parar, ¡una máquina! Camille Juan de nuevo muy digno por el pitón derecho y con muchos problemas por el izquierdo. Lo fue a matar y seguía arrancándose con poderío, ¡lástima de sainete a espadas!
Ya ven, gran corrida de toros, con dos toros bravos, dos para torear, uno soso que sirvió y uno descastado. Urdiales para la foto, Robleño con mucho oficio pero sin poner toda la carne en el asador, y Camille Juan con admirable honestidad para lo poco o nada que torea. De las cuadrillas Otero. Los jinetes pasaron de puntillas, el premio al mejor picador quedó desierto.
Monerías arando con el hocico, en El Rincón de Ordóñez |
No hay comentarios:
Publicar un comentario